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El nuevo siglo

Javier Magán. Miembro del Consejo Ciudadano de Podemos Cuenca

Comenzamos la segunda mitad de la segunda década del siglo XXI. Un siglo que se nota viejo pese a su juventud, y no por el paso de los años o la cercanía de su mayoría de edad, sino por el continuismo del siglo veinte, en una progresión lógica de construcción de una sociedad democrática madura, pero con un déficit reflexivo, que debilita la temblorosa democracia de nuestros días.

No ha sido sino una prórroga de quince años la que se ha dado al siglo pasado, con unas instituciones cargadas de políticas antiguas, con miradas cerradas ante la plural cultura, lengua y territorio de nuestro Estado, con principios políticos de unidad de los años treinta que no responden a las necesidades de la mayoría actual.

Hemos vivido una primera mitad de década palpitante, con las plazas desbordantes de gente reclamando una democracia real, con unas mareas que señalaban el desmantelamiento de lo público, y todo ello ha sido el verdadero final del XX en las instituciones y el pistoletazo de salida al nuevo siglo.

Y no comenzamos de cero, pero tampoco lo tenemos fácil, pues está en juego una década, donde la gente esté en el centro de los problemas y no en la periferia como antaño sucedía, donde la educación sea un pilar clave en la construcción de la sociedad, que avanza hacia un futuro con plenos derechos humanos, sin muertes en sus fronteras, sin terrorismo, sin desahucios, sin muertes machistas, con la menor desigualdad posible...

Tenemos ante nosotras y nosotros una brecha de oportunidad, de resignificación de los valores de nuestro país, donde la patria, la gente, sea su motor, y donde las piezas territoriales del puzle español, no sean motivo de lejanía, sino de un ensamblaje que ate la riqueza de un Estado plural, bajo la comprensión y el respeto a las comunidades históricas, como Galicia, País Vasco o Cataluña.

Tenemos ante nuestros ojos, una segunda transición, aprendiendo de los aciertos y los fallos de 1978, para construirnos a nosotros mismos la constitucionalidad de nuestra soberanía, lejos de las manos de la economía de mercado y el intervencionismo de la troika.

 Tenemos la capacidad de construir un sujeto político con capacidad organizativa desde las zonas rurales hasta las metrópolis, con una articulación de ideas diferentes que enriquezcan propuestas sociales para mejorar la vida de la gente, donde la ideología, la izquierda, no sea doctrina, no busque ser el fin, ni solución, sino una herramienta por la que estructurar, dentro de muchas sensibilidades, una victoria de mayorías sociales.

Tenemos la ocasión de generar una voluntad popular nueva, donde no sumemos sino que multipliquemos, donde no yuxtapongamos siglas para lograr frentes del siglo pasado. Hacer política en el nuevo siglo pasa por ganar, y para ello es necesario cambiar el registro y no repetir lo que nos hizo perder durante tantas citas y tantos escenarios.

Tenemos la oportunidad de dejar atrás la corrupción institucional, ética y moral de los servidores públicos, donde no pueda quedar la justicia de espaldas ante la Púnica, la Gürtel, los EREs, las “tarjetas black”, Noos, y tantos casos y casos de vergüenza social, a los que desde ya debemos poner fin.

Y tenemos… la ilusión y la motivación para llevarlo adelante, con el calor de la mayoría, con el empuje de las clases populares. Con la gente, construiremos el verdadero siglo XXI, un nuevo siglo de alegría y entusiasmo donde vivamos todas y todos en fraternidad.

Comenzamos la segunda mitad de la segunda década del siglo XXI. Un siglo que se nota viejo pese a su juventud, y no por el paso de los años o la cercanía de su mayoría de edad, sino por el continuismo del siglo veinte, en una progresión lógica de construcción de una sociedad democrática madura, pero con un déficit reflexivo, que debilita la temblorosa democracia de nuestros días.

No ha sido sino una prórroga de quince años la que se ha dado al siglo pasado, con unas instituciones cargadas de políticas antiguas, con miradas cerradas ante la plural cultura, lengua y territorio de nuestro Estado, con principios políticos de unidad de los años treinta que no responden a las necesidades de la mayoría actual.