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El día 22 se celebra el Día Internacional del Agua y nos preguntamos cómo cada vez son peores los datos que tenemos sobre nuestros recursos hídricos y el tratamiento de las aguas, elemento fundamental para mantener los “paisajes culturales” en nuestra región. A los triunfalistas datos que marcan titulares del gobierno regional sobre la defensa de las aguas del Tajo frente a la política de transvases heredada de anteriores administraciones o la denuncia de la contaminación de las aguas de la cuenca del Tajo por parte de la industria, la agricultura o los habitantes de la Comunidad Autónoma de Madrid contrastan con los otros que dan las agencias medioambientales europeas, los grupos ecologistas o las plataformas de defensa de los ríos de nuestra comunidad.
La propia Mercedes Echegaray Giménez, directora de la Agencia del Agua de Castilla-La Mancha, organismo adscrito a la Consejería de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural deja entrever que, efectivamente, los acuíferos están sobre explotados y la contaminación de nitratos se extiende cada vez más, que los caudales de los ríos son escasos y contaminados, que las aguas superficiales -la mayoría afloración de los acuíferos subterráneos- evidencian los efectos de la sobreexplotación y la sequía, o que las depuraciones de las aguas residuales no cumplen los estándares que marcan las directivas de la Unión Europea.
Los acuíferos están sobre explotados y la contaminación de nitratos se extiende cada vez más
La preocupación por el estado de las aguas en nuestra región también la ha reflejado las manifestaciones que el secretario de Estado de Medio Ambiente Hugo Morán ha hecho en la I Jornada Técnico-Jurídica ‘La gestión de las aguas subterráneas en las masas declaradas en riesgo’, que la Confederación Hidrográfica del Guadiana ha organizado en Ciudad Real con la colaboración de la Escuela de Ingeniería de Caminos de la Universidad de Castilla-La Mancha. Todo ello a falta de conocer el documento definitivo del marco de actuaciones para la recuperación de las Tablas de Daimiel, que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico está desarrollando junto al Gobierno de Castilla-La Mancha, gestor y responsable de los planes de mantenimiento del equilibrio hídrico.
En la Historia de la humanidad el agua significa la vida, y solo ella determina los lugares habitables. Se nos dice que los recursos hídricos son hoy un elemento fundamental de la geoestrategia de los países, recurso esencial que hay que tener para que un pueblo, un país, tenga autonomía y goce de plena libertad. Y estamos cercenando nuestro futuro cuando miles de pozos -legales e ilegales- extraen más agua que la que reponen los ciclos naturales, cuando no se pone coto al uso de plaguicidas y abonos tóxicos, cuando se favorece la extensión de explotaciones ganaderas intensivas altamente contaminantes, o cuando no se realizan políticas serias de depuración de residuos, haciendo -datos oficiales- que el 85 % de las masas de agua subterráneas estén contaminadas.
Pero hoy no sólo vamos a pedir responsabilidades a políticos, que en este asunto acumulan un débito que será difícilmente asumible dado el historial de incumplimientos, sino que recurrimos a la responsabilidad ética (y la moral) de los miles y miles de usuarios del agua, ya como agricultores, ganaderos o como meros consumidores.
Recurrimos a la responsabilidad ética (y la moral) de los miles y miles de usuarios del agua
En el Génesis [1:26-31] Dios ordena al ser humano con palabras bíblicas “llenad la tierra y sometedla”, mandato que se extiende a animales y plantas, pero no a las aguas. La interpretación bíblica se transformó con Francisco de Asís, el hermano de los seres vivos veía el reflejo de la divinidad en las aguas cristalinas de ríos y lagos, y su espiritualidad transmitía un mensaje de respeto y cuidado hacia la naturaleza.
El Papa actual así lo ha evidenciado denunciando los atentados contra la naturaleza que provocan, entre otras cosas, la crisis climática en la que estamos inmersos. El 24 de mayo de 1915 publicó una encíclica papal Laudato si’ que dedica todo un capítulo a la “cuestión del agua”. El pasado mes de junio, con motivo de la Jornada Mundial de Oración para el cuidado de la Creación ha denunciado que la naturaleza “está esclavizada y se encuentra incapacitada para realizar aquello para lo que fue concebida” por “los abusos del hombre”. Unos meses antes, en octubre de 2023 exclamó: “El agua debe ser salvaguardada y gestionada de manera sabia, cuidadosa y sostenible, para que todos puedan disfrutar de ella para satisfacer sus necesidades sustanciales”,
El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, ha creado, siguiendo la estela de la encíclica papal citada, una “delegación diocesana para el Cuidado de la Creación”, que hasta el momento ha realizado tareas de repoblación, de colaboración en la conservación de especies amenazadas, campamentos de formación o jornadas de oración. Pero la acción sobre la naturaleza no debe restringirse a estas acciones puntuales. La iglesia católica pese a que la ha utilizado el agua en su liturgia, es parte fundamental en la simbología catequética y teológica, nunca ha hablado a sus fieles de “los pecados del agua”, que cometen muchos de los fieles al considerar permisible extraer ilegalmente agua para el riego, contaminar a sabiendas los acuíferos y las escorrentías, consumir en exceso el agua o no colaborar en la oportuna depuración de las mismas.
La formación de los futuros sacerdotes en los seminarios, las cartas pastorales y las exhortaciones deberían ser más explícitos a la hora de abordar las conductas de miles de los fieles de la diócesis que con su comportamiento individual o colectivo, hacen que nuestras aguas cada vez sean más escasas y estén más contaminadas.
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