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Esta ha sido, es, y debería seguir siendo, una de nuestras señas de identidad y de nuestras ventajas competitivas con otros sistemas universitarios limítrofes, en los que los grupos de estudiantes son mucho más numerosos y esa relación tan directa y personal entre estudiantes, profesores y personal de administración y servicios no puede darse. No debemos renunciar nunca a perder esta importante peculiaridad, y menos aún autolimitarnos de salida, en el desarrollo y ejecución de la misma; porque podríamos estar poniendo en peligro nuestra esencia y por tanto nuestro futuro.
Durante toda esta semana, y como consecuencia de la publicación por parte del Rectorado del documento con los criterios generales para la planificación del curso 2020/21, se ha generado confusión, dudas e incertidumbre, tanto en la sociedad, como en la comunidad universitaria. Todo ello, porque el referido documento promovía “preferentemente la docencia on line, entendida ésta, como la docencia a distancia o no presencial”.
Como ya manifesté hace unos días, este modelo de docencia se aleja mucho de nuestra esencia, pero es que además proponer esta estrategia de partida es auto someterse a una limitación excesiva que podría tener consecuencias muy negativas para nuestro, aún, joven sistema universitario regional.
Proponía un modelo de máxima presencialidad segura y responsable, elaborado desde el Rectorado con las aportaciones fundamentales de centros, y profesorado especializado de cada área, que son los que conocen bien las diferentes peculiaridades; junto a la elaboración de planes de contingencia a los que se pudiera pasar, en caso de que la situación sanitaria lo indicase, de manera rápida y ordenada.
Conviene recordar aquí y reconocer el esfuerzo que han realizado los equipos decanales y directivos, así como el profesorado y personal de administración, no solo para la adaptación, en un tiempo récord a la docencia virtual para que el curso que ahora acaba pudiera cerrarse con éxito, sino también para el diseño del nuevo curso académico en un contexto de incertidumbre y sin recomendaciones o directrices generales al respecto.
Ayer por la noche, el rector comunicó a la comunidad universitaria que el documento que generó toda esta confusión e incertidumbre, era retirado y que se reelaborará de acuerdo con el nuevo contexto y la estrategia de la Universidad.
Como no puede ser de otra manera, y como ya había manifestado con anterioridad, esta decisión me parece oportuna, porque la otra era claramente inoportuna y además precipitada. También es verdad que pienso que nunca se debería haber llegado a esta situación. Este es un tema vital y transcendental para el próximo curso, un tema estratégico que golpea de lleno en lo que debe ser el centro de nuestra universidad, los chicos y chicas que estudian y que van a estudiar en ella y al que habría que estar dedicando más recursos y esfuerzos.
Pienso que siempre se debe priorizar lo estratégico sobre lo urgente y lo superfluo, y aún más cuando afecta a nuestra esencia: el estudiantado y sus familias. Lamentablemente creo que esta ocasión no se ha hecho, y además no se ha liderado bien ni con anticipación desde el Rectorado.
Nos encontramos desde ayer en un nuevo escenario de rectificación, que comparto, pero en el que debemos ponernos a trabajar pronto, ya que como decía hace unos días, no solo hay que elaborar los posibles escenarios y planes de contingencia con pasarelas fáciles y directas, sino que también hay que comunicarlos pronto a estudiantes y familias, para intentar revertir pronto el estado de confusión e incertidumbre que la situación, que nunca debió darse, ha generado.
Estoy seguro que estamos preparados y cualificados para hacerlo, porque como refería antes, el profesorado de esta universidad ha demostrado estar más que preparado y comprometido para ello, pero necesitamos antes ese nuevo documento de planificación, con las directrices necesarias y oportunas que sean capaces de dar confianza y liderar este gran reto. Esperemos tenerlo pronto, porque si hace una semana íbamos tarde, hoy vamos, aún, más.
Esta ha sido, es, y debería seguir siendo, una de nuestras señas de identidad y de nuestras ventajas competitivas con otros sistemas universitarios limítrofes, en los que los grupos de estudiantes son mucho más numerosos y esa relación tan directa y personal entre estudiantes, profesores y personal de administración y servicios no puede darse. No debemos renunciar nunca a perder esta importante peculiaridad, y menos aún autolimitarnos de salida, en el desarrollo y ejecución de la misma; porque podríamos estar poniendo en peligro nuestra esencia y por tanto nuestro futuro.