Profesión de mucho riesgo

Os vamos a destruir, os vamos a triturar, fue la amenaza a este diario digital del portavoz, Miguel Ángel Rodríguez, de esa extraña alianza público-privada que tiene establecida la Comunidad de Madrid en los asuntos que afectan a la familia o al novio de la señora Ayuso. 

Ejercer de periodista siempre ha sido una profesión de riesgo. Los gobiernos dictatoriales los persiguen. Los gobiernos autocráticos no los toleran. Incluso en algunos lugares, como en Gaza, hasta los matan deliberadamente. Israel no quiere testigo que cuenten las masacres que allí desarrollan para borrar a los palestinos de la faz de la tierra en la mejor tradición bíblica. También es profesión de riesgo ser periodista en gobiernos considerados, de momento, no autocráticos como se está viendo en los Estados Unidos de América. Allí las amenazas de Trump mantienen en vilo a muchos medios de comunicación considerados enemigos del triunfante magnate. 

Aunque no es un fenómeno que sucede solo en países más o menos lejanos. Ocurre en el Madrid de la libertad de donde procede la amenaza con la que se iniciaba este texto. Ahora esa extraña alianza público-privada, ya sin filtro alguno, ha solicitado a la justicia la investigación de los móviles durante nueve meses y de las fuentes de algunos periodistas que se consideran molestos.

No sabemos cómo actuarán los jueces, pero si conocemos la verdadera intención de estas actuaciones que no tienen otro objetivo que amedrentar a quienes se atrevan a cuestionar las actuaciones de esa sociedad limitada que es la Comunidad de Madrid. Y da pavor que esto suceda en un territorio en el que se emplea como bandera la libertad. ¿De qué libertad se trata?

Poco a poco, de manera paulatina, nos vamos deslizando hacia terrenos cada vez más escabrosos en los que la libertad, la igualdad y la justicia, empiezan a ser vocablos desprovistos de sus significados tradicionales para convertirse en meros simulacros. Lo malo que esto se produce en una sociedad indiferente y distante en la que los perfiles entre dictaduras y democracia se difuminan por el uso espurio de las palabras.

Y en esos están desgraciadamente muchos periodistas y medios de comunicación que practican una equidistancia suicida. No saben o han olvidado que primero se silencia y se suprime a los más combativos, después les llega el turno a los tibios y sus gradaciones y por último se erradica cualquier atisbo de disidencia. Será más tarde cuando se descubra que la libertad de la que nos hablaban era libertad para hacer lo que les venga en gana. Y en ese territorio, los periodistas molestan. Hay que triturarlos.