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Contra la propuesta de suprimir los pequeños Ayuntamientos

Arturo Zarzuela

Candidato al Senado por Unidad Popular —

Leo y oigo con preocupación la propuesta de Ciudadanos y otras formaciones de reducir el gasto público suprimiendo los ayuntamientos de menos de cinco mil habitantes. Supongo que el señor Albert Rivera desconoce el hecho de que en algunas provincias, como la nuestra, apenas quedarían cuatro o cinco ayuntamientos. Pero eso es lo de menos. Hay otras razones de más peso.

Para empezar, se olvida de que el aumento imparable del gasto público se ha disparado, debido, ante todo, a las grandes obras faraónicas de las principales ciudades del país, y sólo basta recordar lo ocurrido en Madrid, Valencia, Barcelona, etc… Esto ha sido especialmente verdad en las urbes dominadas por el bipartidismo PP-PSOE. No se escapan algunas más pequeñas, como Cuenca capital.

Para continuar, esas grandes obras han fomentado la vinculación oculta entre el poder político tradicional y el poder económico: la corrupción. No sólo por los sobres con sobresueldo, o las aportaciones del 3% a los partidos, o los regalos de pisos y vacaciones para toda la familia, etc. También por el “modus operandi”: adjudicaciones de obras a bajo precio para que, cuando se está a mitad de la tarea, se argumente la pérdida financiera de la empresa, la amenaza de abandonar el proyecto, el despido masivo de los/las trabajadores/as, etc… y se aumenta la cantidad inicial, multiplicándola por dos, por tres… o por lo que corresponde. Sin olvidarnos, claro está, de las añagazas para saltarse leyes como la que obliga a la auditoría sobre el impacto ambiental de la obra, por ejemplo.

Siguiendo, nos encontramos con el hurto a la democracia que suponen estas grandes ciudades. ¿Cuántos/as vecinos/as de Carabanchel, por poner un ejemplo, conocía el nombre del concejal de su distrito? ¿Sabía cómo participar en los plenos del barrio, o si podía hacerlo? ¿Tenía acceso a él?

Otra razón es el dislate que supone la aglomeración de población. Cualquiera que viva en una gran ciudad, considera como una suerte ir al trabajo andando, o a sólo, algunas paradas del metro o del autobús. Quien vea u oiga las noticias en la mañana, sabrá que todos los días coincide el comienzo de la jornada laboral con atascos para entrar o salir de las megalópolis, siempre justificadas por el/la periodista (hoy, un accidente; ayer, la lluvia y, así, cada día). ¡Qué gasto en gasolina! ¡Qué peligroso para la salud! ¡Cuánto territorio afectado por el asfaltado! ¡Qué “boinas” de contaminación!

Es en las grandes ciudades donde encontramos las grandes bolsas de paro, de miseria, de marginación social, de delincuencia, de exclusión personal. Es en las grandes ciudades donde tantas personas no pueden generar un proyecto de vida.

Finalmente, recordar que la agregación de ayuntamientos ya fue una medida tomada por los últimos gobiernos franquistas. El resultado fue la invitación a la emigración, el éxodo rural, el abandono de los pueblos… y un chollo para los políticos de vía estrecha de los ayuntamientos medianos.

No, señor Rivera, no. Son los pueblos pequeños los que fomentan la democracia “directa”: los electores y las electoras conocen a los candidatos y las candidatas. Ahora, en los pueblos pequeños, hay oportunidades para solucionar los problemas de tantas personas sumidas en la desesperación por no saber qué comer, dónde encontrar la ropa que necesitan. Es en los pueblos pequeños donde, con políticas económicas que rectifiquen la deriva actual, podríamos ofrecer puestos de trabajos que recuperen la calidad medioambiental, la calidad de vida de las personas, la calidad en las relaciones humanas. Por eso, por todo eso y por más cosas (claro está, pues no hay que olvidar su pasado vinculado a la extrema derecha, al que no le hemos oído renunciar, y su actual defensa del capitalismo más atroz), estoy en contra de su propuesta… Y de su partido.

Leo y oigo con preocupación la propuesta de Ciudadanos y otras formaciones de reducir el gasto público suprimiendo los ayuntamientos de menos de cinco mil habitantes. Supongo que el señor Albert Rivera desconoce el hecho de que en algunas provincias, como la nuestra, apenas quedarían cuatro o cinco ayuntamientos. Pero eso es lo de menos. Hay otras razones de más peso.

Para empezar, se olvida de que el aumento imparable del gasto público se ha disparado, debido, ante todo, a las grandes obras faraónicas de las principales ciudades del país, y sólo basta recordar lo ocurrido en Madrid, Valencia, Barcelona, etc… Esto ha sido especialmente verdad en las urbes dominadas por el bipartidismo PP-PSOE. No se escapan algunas más pequeñas, como Cuenca capital.