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Llevamos tiempo viendo cómo las calles del país se van quedando desiertas. Las movilizaciones sociales suelen entrar en letargo en ciertos períodos políticos, no porque no existan motivos para salir, sino porque quizá no queremos culpar a los nuestros de que las cosas no vayan bien.
Con total seguridad hay y ha habido muchos motivos para protestar en los últimos tiempos, pero solo hemos visto pequeños movimientos por parte de colectivos feministas, movilizaciones puntuales como la que hace pocos meses llenó las calles de Canarias pidiendo un modelo sostenible o la que hace pocos días se realizó en Madrid por una solución al mal que impide la independencia de los jóvenes en España: los alquileres.
En Castilla-La Mancha también existen zonas especialmente “tensionadas”, como se califica ahora a los barrios o localidades donde vivir es un privilegio de ricos. Encontrar casa es un auténtico privilegio en ciudades ahogadas por el turismo como Toledo o Cuenca, o en ciudades universitarias y de servicios como Albacete. ¿Hasta cuándo aguantaremos sin reprocharle a nuestras autoridades regionales y locales su inacción en materia de vivienda? ¿Hasta cuándo sufriremos los castellanomanchegos nuestras estrecheces en la intimidad, como si, encima, los culpables del fracaso político fuésemos nosotros y nosotras?
Quizá ya no creemos que saliendo a la calle se consigan cosas, quizá nos hemos acomodado detrás de una pantalla, de un tuit donde vomitamos nuestra rabia que no se materializa en nada.
Hace apenas una semana, los jóvenes (otra vez ellos y si no, ¿quién?) nos dieron la enésima lección tras las cargas realizadas por parte de la policía nacional contra adolescentes que protestaban reclamando su derecho a conocer los nuevos exámenes PAU. En respuesta, el resto de jóvenes y adolescentes se organizó, a través del Sindicato de Estudiantes, en solidaridad con sus compañeros murcianos y para reclamar conocer los modelos de la nueva prueba de acceso a la universidad.
Amenazaban con continuar con las protestas y movilizaciones mientras no se les escuchase, mientras siguiese dependiendo su futuro de una decisión política. Dos días tardaron los gobiernos autonómicos en anunciar que se publicarían los ejemplos de dichos exámenes. Y, qué casualidad, en Castilla-La Mancha los primeros modelos se publicaron el 11 de octubre, es decir, el mismo día de la huelga. El consejero de Educación, Amador Pastor, se mostró satisfechísimo de anunciar algo que se tenía que haber anunciado como mucho en el mes de junio. Quien no se conforma es porque no quiere.
Todo ello es un ejemplo de cómo la movilización social puede conseguir cambios reales. La lucha desde las calles es y será la gran herramienta del pueblo para reclamar sus derechos y la única que parecen entender algunos/as gobernantes. Mientras los jóvenes salen a la calle gritando por sus derechos, los adultos seguimos detrás de un alias, detrás de una pantalla.
Arquímedes dijo: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Nosotros decimos: “Dadnos jóvenes con ideas y moverán el mundo”.
*El Colectivo Puente Madera está formado por Esteban Ortiz, Eva Ramírez, Elías Rovira y Javier Sánchez.
Llevamos tiempo viendo cómo las calles del país se van quedando desiertas. Las movilizaciones sociales suelen entrar en letargo en ciertos períodos políticos, no porque no existan motivos para salir, sino porque quizá no queremos culpar a los nuestros de que las cosas no vayan bien.
Con total seguridad hay y ha habido muchos motivos para protestar en los últimos tiempos, pero solo hemos visto pequeños movimientos por parte de colectivos feministas, movilizaciones puntuales como la que hace pocos meses llenó las calles de Canarias pidiendo un modelo sostenible o la que hace pocos días se realizó en Madrid por una solución al mal que impide la independencia de los jóvenes en España: los alquileres.