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Releyendo a Joaquín Brotóns

Amador Palacios y Joaquín Brotóns brindando en el bar Penalty de Valdepeñas

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El poeta Joaquín Brotóns, nacido en Valdepeñas, tiene en su haber bastantes libros antológicos. En su pueblo es muy reconocido, ostentando el honor de ser oficialmente Hijo Predilecto de la Ciudad del Vino. Pero, entre tan variadas antologías, se cuentan dos que guardan un sabor entrañable, pues sus antólogos son de edad parecida a la de Brotóns, detentando los tres unas vidas de longitud aproximada; con Joaquín, estos dos estudiosos de su poesía, han pasado muchos ratos junto a él, han pimplado, en su compañía, muy numerosas copas de vino blanco y tinto, emborrachádose a la par. En Valdepeñas, naturalmente; pues Joaquín, al igual que Fernando Pessoa, lleva décadas sin salir de su ciudad natal.

Esos antólogos aludidos son Pedro Antonio Gonzaléz Moreno, que realizó, para para Editorial Verbum, de Madrid, en 2017, la antología brotonsiana ‘Pasión y vida’, y yo, que saqué, antes, en 2002, en la conquense El Toro de Barro su ’Poesía escogida’. Nuestras introducciones pienso que son ciertamente útiles para entrar y gozar de la fecunda lírica del poeta hondamente manchego.

Ya Pedro Antonio González Moreno comienza su estudio (más amplio y acertado que el mío) resaltando el desenfrenado vitalismo de Brotóns a la vez que su desencanto y su dolor. Por un lado, una obra en la que bogan ciertas ‘delicatessen’ y surgen ciertos elementos simbólicos de la libertad y del deseo. Por otro se descubren “dos pulsiones antagónicas que chocan continuamente en la poesía brotonsiana. Frente al espíritu dionisíaco y paganizante, pesa sobre él un lastre de raíz judeocristiana que se refleja en la gazmoñería moral y en la hipocresía social del entorno donde se encuentra inmerso”. Con todo, la poesía de Joaquín Brotóns, recogiendo lo real, en todo momento asciende al ideal.

La poesía de Joaquín Brotóns comenzó siendo franca, verídica, vertida en unos rotundos poemas que trasladaban su experiencia de los vivaces recorridos por los lugares de su pueblo, primordialmente bares, anhelando el amor y las pasiones. En la etapa final de su poesía (hoy Brotóns ya no escribe apenas más que jugosas y oportunas comunicaciones en Facebook), y en algunos poemas, nuestro poeta se decantó por una expresión formal que se diferenciaba de la globalmente anterior, refinada en el vocablo, versolibrista en su extensión, salmódica en su ritmo, como ocurre en su grandioso poema “Amado Lucifer”, inserto en el volumen ‘Rosas negras’.

“Desdeñando una concepción de poesía pura”

Yo aseveré en el prólogo de ‘Poesía escogida’ que la “poesía de Joaquín Brotóns es antirretórica, y su unidad no es verso esticomítico ni la pauta rítmica canónica, sino el periodo enunciativo, donde los versos se estructuran como elementos de torrentera para reforzar la expresividad de la cláusula, que es a donde Brotóns quiere llegar, desdeñando una concepción de poesía pura y considerando que las reiteraciones y la diversidad calificativa es primordial para la conformación característica del poema brotonsiano, profuso en detalles amplificadores del tema”.

El último poema que recojo en la antología que preparé (cosa que también hace Pedro Antonio González Moreno) es, en ese momento, un poema inédito titulado “Noche negra”, que Joaquín Brotóns dedicó a Carlos Morales, editor del libro, y a mí. Hace unos días, se realizó un vídeo en el que Jesús Sánchez Rivas recita este poema. Vídeo que está ilustrado por la portada de la antología, un estupendo retrato en blanco y negro de Joaquín Brotóns sentado en un sofá, con su perro Gael, y la imagen del declamador.

Yo recuerdo que, en una ocasión, oí un comentario que ponía en tela de juicio la poesía de Joaquín Brotóns. Y se ponía en tela de juicio por antirretórica y por no ser verbalmente contenida, pretendiendo expresión artificiosa, suponiéndola así como garante de la auténtica poesía. Muchos de estos cuestionadores, tremendamente equivocados, la tenían como poesía vulgar, algo tosca, algo basta, afirmando que era pedestre y facilona. No se daban cuenta que el poema es un acto de habla; siendo el habla, absoluta materia prima de la literatura.

Versos que revelan un arte combinatorio, selecto, de palabras, mas con un orden expresivo, sintáctico, estrictamente conversacional, justamente comunicativo y claramente emocional

En la poética de Joaquín Brotóns, muy exacta y cabal, lo que distingue la resolución poética del habla conversacional es la emoción: “Una vez más el amor ha huido en un potro salvaje, / en un caballo blanco y negro de crines plateadas, / desbocado por el ciclón del deseo”; versos que revelan un arte combinatorio, selecto, de palabras, mas con un orden expresivo, sintáctico, estrictamente conversacional, justamente comunicativo y claramente emocional.

“[Caballo desbocado] por la locura y el fuego abrasador e incandescente / de una pasión oscura, turbia, proscrita, / prohibida por la sociedad moralista”. La elección de todos los adjetivos: abrasador, incandescente, oscura, turbia, proscrita, moralista, resulta sumamente apropiada para donar matices que enriquezcan la realidad temática, con el fin de constituir una lectura necesaria.

“Una vez más has sufrido la humillación y el fracaso / de un desengaño amoroso, la sucia y enmohecida navaja del / desamor ha herido mortalmente tu viejo corazón”. No deja de hablarnos, muy al oído, Joaquín Brotóns en su poema. Y al hacerlo ejecuta más que un susurro, más que una confidencia. El tono de su diáfano comunicar acrecienta artísticamente la naturaleza poética, poemática, pues deviene lamento, afinado responso propiciado por el “herido” sentimiento; en definitiva, ese canto al que la poesía homérica tributaba.

“Una vez has vuelto a hundirte en el pozo negro de la depresión, / en la ciénaga de la angustia, en el profundo / féretro de la desesperación…” Estas reiteraciones se encaminan, en la medida más certera, a su significado emocional, palpitante; donando así al poema el objetivo ritmo y el ecuánime compás que el nervio de la composición atesora.

“[Has vuelto a hundirte] en el callejón sin salida del alcohol, en el que, cual Verlaine / ebrio, en la noche alta, fría, abandonas las sórdidas tabernas / en busca de tu amado Rimbaud, que ya nunca volverá, / nunca regresará a tu lado”. Admirable es este recurso culturalista tomado de la historia literaria: esa turbia y apasionada relación entre los dos grandes poetas, aprehendido como espejo del decurso vital y poético de Joaquín Brotóns, animando el entorno, su contorno, para transformarlo sabiamente en un poema. En un poema que él ofrece al lector como una charla patética y como la más rotunda, melódica, sencilla mas sobrecogedora -por la virtud de la palabra- confesión: “Una vez más la soledad ha sido tu fiel amante, / tu única compañía”.

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