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Ríos que se vuelven locos

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Letur, un pueblo pequeño de Albacete, escenario de algunas secuencias de la película “Amanece que no es poco”, de José Luis Cuerda, origen de la cantante Rozalén, el  29 de octubre de 2024 amaneció encapotado y con amenaza de lluvia. Nadie podía imaginar que esa lluvia, tan preciada en estas tierras, traería una destrucción inconcebible. Los niños asistían a la escuela con la normalidad de cualquier otro día. ¿Cómo iban a imaginar que esa mañana, en un momento de susto, todos gritarían al unísono: “Julián, (al maestro), el río, el río ¡Que se ha vuelto loco!”, según cuenta  el periodista David Expósito, desde el lugar del desastre.

No hace mucho tiempo  Toledo y sus alrededores conocieron lo que fue una DANA furiosa. No tanto como la actual que ya ha dejado, de momento 213 muertos. Unas cifras incomprensibles en un país desarrollado. Los arroyos que vierten al Tajo llevaban agua como si leyéramos el primer capítulo del 'diluvio universal'. Algunos barrios quedaron inundados, algunos pueblos limítrofes también. Entonces se debatió sobre los errores de un urbanismo desaforado, sobre la necesidad de tomar medidas para evitar tales desastres. Lo que nos repetían insistentemente los científicos y estudiosos era que habíamos puesto en marcha unos mecanismos incontrolables y que los desastres naturales podían aparecer en cualquier momento y debíamos estar preparados. Aún así, aún hay quienes niegan los efectos del cambio climático o las consecuencias de un urbanismo desaforado.

No se trata de aprovechar la ocasión, como está haciendo la derecha y la ultraderecha, para invocar  apocalipsis punkis, juicios finales bíblicos, ni distopías  de Hollywood. Tampoco para invocar al pueblo que solo salva el pueblo,  consigna del fascismo disfrazado de buena voluntad. Es simplemente apostar por un cambio de actitud ante la naturaleza y nuestra propia actuación diaria. Las palabras claves son la investigación la prevención para revertir los efectos de construcciones descontroladas, empleo masivo de automóviles, barrios y urbanizaciones dispersadas por todo el territorio, como si el uso del suelo fuera un producto de supermercado, de consumo rápido y desechable. Y prevención. Lo que significa una variación drástica en las inversiones que deben realizarse. La prevención es  costosa e impone intervenciones quirúrgicas drásticas. Pero eso  no les gusta a los políticos. Las inversiones preventivas no se ven, no son vendibles, no dan votos. Incluso algunas de las medidas que se adopten no se emplearán nunca. Eso sí, cuando se necesiten evitaran desastres como los actuales.

Nuevos elementos  entran en la ecuación de las instituciones públicas que deben ser considerados, cuando se anuncian  planes de urbanismo, como es el caso de Toledo, para las ciudades  que cuentan con abundantes espacios inundables. Solo es asunto de reorientar los objetivos del planeamiento. Si hubo una DANA terrible, además de una Filomena; si ahora estamos asintiendo a los efectos trágicos de otra DANA aún más terrible, hay que considerarlo en las directrices, en las normas, en las inversiones de las planificaciones urbana para minimizar, cuanto sea posible, la repetición de los efectos de unos ríos enloquecidos, de una atmosfera enloquecida, de unos incendios cada mas más incontrolables, de una naturaleza, en fin, alterada.

Me resisto a creer, a pesar de  declaraciones y manifestaciones de la derecha y la ultraderecha, que seamos tan insensatos para no aprender las lecciones más inmediatas que vienen de València o Albacete. Para ignorar que, lo que contemplamos en estos días, se puede repetir en cualquier momento, en cualquier otro lugar y en diferentes territorios a la vez. 

Letur, un pueblo pequeño de Albacete, escenario de algunas secuencias de la película “Amanece que no es poco”, de José Luis Cuerda, origen de la cantante Rozalén, el  29 de octubre de 2024 amaneció encapotado y con amenaza de lluvia. Nadie podía imaginar que esa lluvia, tan preciada en estas tierras, traería una destrucción inconcebible. Los niños asistían a la escuela con la normalidad de cualquier otro día. ¿Cómo iban a imaginar que esa mañana, en un momento de susto, todos gritarían al unísono: “Julián, (al maestro), el río, el río ¡Que se ha vuelto loco!”, según cuenta  el periodista David Expósito, desde el lugar del desastre.

No hace mucho tiempo  Toledo y sus alrededores conocieron lo que fue una DANA furiosa. No tanto como la actual que ya ha dejado, de momento 213 muertos. Unas cifras incomprensibles en un país desarrollado. Los arroyos que vierten al Tajo llevaban agua como si leyéramos el primer capítulo del 'diluvio universal'. Algunos barrios quedaron inundados, algunos pueblos limítrofes también. Entonces se debatió sobre los errores de un urbanismo desaforado, sobre la necesidad de tomar medidas para evitar tales desastres. Lo que nos repetían insistentemente los científicos y estudiosos era que habíamos puesto en marcha unos mecanismos incontrolables y que los desastres naturales podían aparecer en cualquier momento y debíamos estar preparados. Aún así, aún hay quienes niegan los efectos del cambio climático o las consecuencias de un urbanismo desaforado.