Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.
Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de sus autores.
A los pocos días de conocerse, ella le contó que el universo tiene 13.800.000.000 de años de edad. Descubrir este dato cuando aún era adolescente había marcado su vida. Para que él entendiera mejor el alcance de su descubrimiento ella le explicó que si la historia del universo se condensara en un año, Jesucristo habría nacido tan solo 4 segundos antes de que acabara el 31 de diciembre. Así que según ella, la vida de un ser humano comparada en una escala completa del tiempo es una parte tan enana y anecdótica, que había que exprimirla hasta el límite.
Siendo solo una niña, él no podía entenderlo porque había vivido en una familia normal de padre, madre y hermanos que jugaban sin preocupaciones, había tenido que sacar a su madre de un incendio, justo a tiempo de salvarle la vida, porque estaba tan borracha que no se enteró del humo que entraba por la puerta. Tener que cuidar de una persona 19 años mayor que ella, que bebía como su no hubiera mañana, marcó su carácter.
Un día acabaron sentados en la sala de espera de urgencias porque ella se había abierto la cabeza al lanzarse al vacío (contó 4 segundos antes de caer, los más largos de su vida). Quería escribir un artículo sobre la sala de espera de un hospital, pero no quería suplantar a una paciente, quería ser una más. Así que ellos estaban esperando, impacientes, comprobando cómo efectivamente el tiempo es muy relativo, porque a la vez que la vida es muy breve comparada con la historia del universo, una tarde en un hospital esperando a que te atiendan se hace eterno. En un cigarral en cambio el tiempo pasa a toda velocidad, decía ella, que creía que el tiempo también es una cuestión de clases.
Incluso cuando ella descansaba lo hacía de una manera tan intensa, que apenas unas horas de sueño le daban energía para un nuevo día. De hecho decía que el tiempo se mueve más deprisa cuando disfrutas más; así que al volver de un viaje de fin de semana a Roma que él había preparado, ella dijo que habían sido los 5 segundos más felices de su vida.
El día que habían hablado por primera vez tuvieron la sensación de que se conocían desde hacía años. Ella le dijo que cuando conectas con alguien de verdad y tienes esa sensación de extraña familiaridad, en nuestro cerebro el tiempo se alarga. De hecho, según su propia experiencia, hay personas con las que compartes muchos años y sin embargo tienes la sensación de ser perfectos desconocidos.
Cuando envejecieron, juntos, ella se dio cuenta de que el tiempo hacia atrás siempre es mucho más corto que hacia adelante. Explicaba que los recuerdos no ocupan un espacio en nuestra mente (eso era una mentira materialista), sino que se almacenan en el cerebro en forma de tiempo. Que la época en la que ellos se habían deprimido por no tener hijos ocupaba un tiempo en su cabeza muy largo por las noches, pero que durante el día las semanas en las que se conocieron venían a su cabeza como destellos de luz.
El día que ella murió él se dio cuenta de que su mujer tenía razón, que debemos aprender a movernos por el tiempo como nos movemos por el espacio. Aprender a acelerar cuando conviene, a pararse a pensar cuando compensa y sobre todo a prestar la atención debida a las cosas que con el tiempo acaban ocupando un hueco importante en nuestra memoria. Pensando que estas ideas tenían una moralina que ella le hubiera gustado, consumió sus últimos días, hasta que su tiempo también terminó.
A los pocos días de conocerse, ella le contó que el universo tiene 13.800.000.000 de años de edad. Descubrir este dato cuando aún era adolescente había marcado su vida. Para que él entendiera mejor el alcance de su descubrimiento ella le explicó que si la historia del universo se condensara en un año, Jesucristo habría nacido tan solo 4 segundos antes de que acabara el 31 de diciembre. Así que según ella, la vida de un ser humano comparada en una escala completa del tiempo es una parte tan enana y anecdótica, que había que exprimirla hasta el límite.
Siendo solo una niña, él no podía entenderlo porque había vivido en una familia normal de padre, madre y hermanos que jugaban sin preocupaciones, había tenido que sacar a su madre de un incendio, justo a tiempo de salvarle la vida, porque estaba tan borracha que no se enteró del humo que entraba por la puerta. Tener que cuidar de una persona 19 años mayor que ella, que bebía como su no hubiera mañana, marcó su carácter.