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Todavía quedan derechos

El concepto de pobreza es un concepto abstracto para muchos. Incluyendo a quien escribe. Es difícil ponerse en el lugar de esas personas, cuando se tiene acceso a comida, ropa, calefacción, transporte y salud. El trance tan difícil que está pasando nuestra región, nuestra nación, ha puesto a personas en una posición en la que muchas carecen de estos elementos básicos en su vida. Parece tan difícil de imaginar, pero que, al contrario y a la vez, es muy fácil de ignorar. Se hace fácil omitir el aumento de personas pidiendo en la calle, o limpiar la conciencia con una moneda que cae en una lata en la calle. Escuchar a los transeúntes quejándose de los que piden, que seguro están mintiendo. Detrás de esa picaresca española, un rasgo del que la mayoría está orgullosa, se esconde un deseo infinito por no querer ver.

No se puede ser injusto. No todas las personas quieren ser ciegas. Así lo muestran las diferentes iniciativas que han surgido para ayudar a aquellos en necesidad y que han alumbrado el corazón de todas las familias que recibieron un impulso más para seguir adelante. Estas iniciativas, mercadillos solidarios, pequeñas donaciones, campañas de ropa, de juguetes, y de alimentos son el verdadero corazón de la solidaridad. ¿Cuán difícil es realmente sacarse la venda de los ojos y ayudar con lo que se tiene, o mejor aún, con lo que no se tiene?

Ver el trabajo de estudiantes y personas en paro, precisamente dos de los sectores más afectados por las distintas políticas de austeridad del gobierno, es ver esperanza. Comprender que, a pesar de todo, los ciudadanos no están a la deriva de los que intentan manejarlos a su antojo. Es un recordatorio potente de que son los ciudadanos de pie, los que se saludan en la calle o al comprar el pan, los indicados para llevar a este país adelante. Que son independientes. Poco a poco, el pueblo se ha dado cuenta de que es posible formarse como una sólida barrera, corazones con corazones y formar así, una atadura poderosa. Fuerte. Tan poderosa de hecho, que logra rescatar a otros como ellos de situaciones tan radicales, e impensables en un país considerado desarrollado en el siglo XXI, como son la desnutrición, la falta de abrigo, de electricidad o sanidad. Logra aliviar la pesadumbre de una familia, redirigir el pesar hacia una esperanza basada en la compañía.

Los ciudadanos no necesitan políticos que se acerquen a saludar en Navidad, o que se beban sus zumos ya que hablamos de situaciones que no necesitan, ni tampoco necesitan medios de comunicación que recreen el morbo de aquellos que no sufren con retratos desgarradores y hábilmente manipulados. Tal es lo que expresa Antonio Maestre en su hábil y acertado artículo, La caridad, el escaparate para exhibir pobres. Los políticos se acercan a los menos convenientes de la sociedad, a las caras que prefieren no ver, en su ilusión de un trabajo bien hecho, sólo para crear una pantalla de benevolencia para vender a las masas, cada vez más incrédulas. Pero sin embargo, hay algo que se debe reprochar. Maestre afirma que “La caridad se está convirtiendo en el único derecho que les queda a los más desfavorecidos”. Pero no es cierto. Y de hecho, se debe dar gracias que todavía exista la caridad, porque así alimentamos otro derecho, el derecho de unión. De reunir coraje. De acercarse los unos a los otros y luchar firmemente, olvidarse de las ayudas que no llegan y unir las manos, seguir creando ese fuerte imperturbable, donde ellos, los ciudadanos, son los protagonistas. No los políticos.

Infinitas gracias a los miembros de la Asociación Lunes al Sol y a todos aquellos ahí fuera que seguís trabajando por volver a construir España.

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No se puede ser injusto. No todas las personasquieren ser ciegas. Así lo muestran las diferentes iniciativas que han surgidopara ayudar a aquellos en necesidad y que han alumbrado el corazón de todas lasfamilias que recibieron un impulso más para seguir adelante. Estas iniciativas,mercadillos solidarios, pequeñas donaciones, campañas de ropa, de juguetes, yde alimentos son el verdadero corazón de la solidaridad. ¿Cuán difícil esrealmente sacarse la venda de los ojos y ayudar con lo que se tiene, o mejoraún, con lo que no se tiene?

Ver el trabajo de estudiantes y personas en paro,precisamente dos de los sectores más afectados por las distintas políticas deausteridad del gobierno, es ver esperanza.Comprender que, a pesar de todo, los ciudadanos no están a la deriva de los queintentan manejarlos a su antojo. Es unrecordatorio potente de que son los ciudadanos de pie, los que se saludan en lacalle o al comprar el pan, los indicados para llevar a este país adelante. Queson independientes. Poco a poco, elpueblo se ha dado cuenta de que es posible formarse como una sólida barrera,corazones con corazones y formar así, una atadura poderosa. Fuerte. Tanpoderosa de hecho, que logra rescatar a otros como ellos de situaciones tanradicales, e impensables en un país considerado desarrollado en el siglo XIX,como son la desnutrición, la falta de abrigo, de electricidad o sanidad. Lograaliviar la pesadumbre de una familia, redirigir el pesar hacia una esperanzabasada en la compañía.

Los ciudadanos no necesitan políticos que seacerquen a saludar en Navidad, o que se beban sus zumos ya que hablamos desituaciones que no necesitan, ni tampoco necesitan medios de comunicación querecreen el morbo de aquellos que no sufren con retratos desgarradores yhábilmente manipulados. Tal es lo que expresa Antonio Maestre en su hábil yacertado artículo, La caridad, el escaparate para exhibir pobres, http://www.lamarea.com/2013/12/08/la-caridad-el-escaparate-para-exhibir-pobres/. Los políticosse acercan a los menos convenientes dela sociedad, a las caras que prefieren nover, en su ilusión de un trabajo bien hecho, sólo para crear una pantalla debenevolencia para vender a las masas, cada vez más incrédulas. Pero sinembargo, hay algo que se debe reprochar. Maestre afirma que “La caridad se está convirtiendo en elúnico derecho que les queda a los más desfavorecidos”. Pero no es cierto.Existe otro derecho, el derecho de unión. De reunir coraje. De acercarse losunos a los otros y luchar firmemente, olvidarse de las ayudas que no llegan yunir las manos, seguir creando ese fuerte imperturbable, donde ellos, losciudadanos, son los protagonistas. No los políticos.

Infinitas gracias a los miembros de la AsociaciónLunes al Sol y a todos aquellos ahí fuera que seguís trabajando por volver aconstruir España.

El concepto de pobreza es un concepto abstracto para muchos. Incluyendo a quien escribe. Es difícil ponerse en el lugar de esas personas, cuando se tiene acceso a comida, ropa, calefacción, transporte y salud. El trance tan difícil que está pasando nuestra región, nuestra nación, ha puesto a personas en una posición en la que muchas carecen de estos elementos básicos en su vida. Parece tan difícil de imaginar, pero que, al contrario y a la vez, es muy fácil de ignorar. Se hace fácil omitir el aumento de personas pidiendo en la calle, o limpiar la consciencia con una moneda que cae en una lata en la calle. Escuchar a los transeúntes quejándose de los que piden, que seguro están mintiendo. Detrás de esa picaresca española, un rasgo del que la mayoría está orgullosa, se esconde un deseo infinito por no querer ver.

No se puede ser injusto. No todas las personas quieren ser ciegas. Así lo muestran las diferentes iniciativas que han surgido para ayudar a aquellos en necesidad y que han alumbrado el corazón de todas las familias que recibieron un impulso más para seguir adelante. Estas iniciativas, mercadillos solidarios, pequeñas donaciones, campañas de ropa, de juguetes, y de alimentos son el verdadero corazón de la solidaridad. ¿Cuán difícil es realmente sacarse la venda de los ojos y ayudar con lo que se tiene, o mejor aún, con lo que no se tiene?

Ver el trabajo de estudiantes y personas en paro, precisamente dos de los sectores más afectados por las distintas políticas de austeridad del gobierno, es ver esperanza. Comprender que, a pesar de todo, los ciudadanos no están a la deriva de los que intentan manejarlos a su antojo. Es un recordatorio potente de que son los ciudadanos de pie, los que se saludan en la calle o al comprar el pan, los indicados para llevar a este país adelante. Que son independientes. Poco a poco, el pueblo se ha dado cuenta de que es posible formarse como una sólida barrera, corazones con corazones y formar así, una atadura poderosa. Fuerte. Tan poderosa de hecho, que logra rescatar a otros como ellos de situaciones tan radicales, e impensables en un país considerado desarrollado en el siglo XIX, como son la desnutrición, la falta de abrigo, de electricidad o sanidad. Logra aliviar la pesadumbre de una familia, redirigir el pesar hacia una esperanza basada en la compañía.

Los ciudadanos no necesitan políticos que se acerquen a saludar en Navidad, o que se beban sus zumos ya que hablamos de situaciones que no necesitan, ni tampoco necesitan medios de comunicación que recreen el morbo de aquellos que no sufren con retratos desgarradores y hábilmente manipulados. Tal es lo que expresa Antonio Maestre en su hábil y acertado artículo, La caridad, el escaparate para exhibir pobres, http://www.lamarea.com/2013/12/08/la-caridad-el-escaparate-para-exhibir-pobres/. Los políticos se acercan a los menos convenientes dela sociedad, a las caras que prefieren no ver, en su ilusión de un trabajo bien hecho, sólo para crear una pantalla de benevolencia para vender a las masas, cada vez más incrédulas. Pero sin embargo, hay algo que se debe reprochar. Maestre afirma que “La caridad se está convirtiendo en el único derecho que les queda a los más desfavorecidos”. Pero no es cierto. Existe otro derecho, el derecho de unión. De reunir coraje. De acercarse los unos a los otros y luchar firmemente, olvidarse de las ayudas que no llegan y unir las manos, seguir creando ese fuerte imperturbable, donde ellos, los ciudadanos, son los protagonistas. No los políticos.

Infinitas gracias a los miembros de la Asociación Lunes al Sol y a todos aquellos ahí fuera que seguís trabajando por volver a construir España.

El concepto de pobreza es un concepto abstracto para muchos. Incluyendo a quien escribe. Es difícil ponerse en el lugar de esas personas, cuando se tiene acceso a comida, ropa, calefacción, transporte y salud. El trance tan difícil que está pasando nuestra región, nuestra nación, ha puesto a personas en una posición en la que muchas carecen de estos elementos básicos en su vida. Parece tan difícil de imaginar, pero que, al contrario y a la vez, es muy fácil de ignorar. Se hace fácil omitir el aumento de personas pidiendo en la calle, o limpiar la consciencia con una moneda que cae en una lata en la calle. Escuchar a los transeúntes quejándose de los que piden, que seguro están mintiendo. Detrás de esa picaresca española, un rasgo del que la mayoría está orgullosa, se esconde un deseo infinito por no querer ver.

No se puede ser injusto. No todas las personas quieren ser ciegas. Así lo muestran las diferentes iniciativas que han surgido para ayudar a aquellos en necesidad y que han alumbrado el corazón de todas las familias que recibieron un impulso más para seguir adelante. Estas iniciativas, mercadillos solidarios, pequeñas donaciones, campañas de ropa, de juguetes, y de alimentos son el verdadero corazón de la solidaridad. ¿Cuán difícil es realmente sacarse la venda de los ojos y ayudar con lo que se tiene, o mejor aún, con lo que no se tiene?

Ver el trabajo de estudiantes y personas en paro, precisamente dos de los sectores más afectados por las distintas políticas de austeridad del gobierno, es ver esperanza. Comprender que, a pesar de todo, los ciudadanos no están a la deriva de los que intentan manejarlos a su antojo. Es un recordatorio potente de que son los ciudadanos de pie, los que se saludan en la calle o al comprar el pan, los indicados para llevar a este país adelante. Que son independientes. Poco a poco, el pueblo se ha dado cuenta de que es posible formarse como una sólida barrera, corazones con corazones y formar así, una atadura poderosa. Fuerte. Tan poderosa de hecho, que logra rescatar a otros como ellos de situaciones tan radicales, e impensables en un país considerado desarrollado en el siglo XIX, como son la desnutrición, la falta de abrigo, de electricidad o sanidad. Logra aliviar la pesadumbre de una familia, redirigir el pesar hacia una esperanza basada en la compañía.

Los ciudadanos no necesitan políticos que se acerquen a saludar en Navidad, o que se beban sus zumos ya que hablamos de situaciones que no necesitan, ni tampoco necesitan medios de comunicación que recreen el morbo de aquellos que no sufren con retratos desgarradores y hábilmente manipulados. Tal es lo que expresa Antonio Maestre en su hábil y acertado artículo, La caridad, el escaparate para exhibir pobres, http://www.lamarea.com/2013/12/08/la-caridad-el-escaparate-para-exhibir-pobres/. Los políticos se acercan a los menos convenientes dela sociedad, a las caras que prefieren no ver, en su ilusión de un trabajo bien hecho, sólo para crear una pantalla de benevolencia para vender a las masas, cada vez más incrédulas. Pero sin embargo, hay algo que se debe reprochar. Maestre afirma que “La caridad se está convirtiendo en el único derecho que les queda a los más desfavorecidos”. Pero no es cierto. Existe otro derecho, el derecho de unión. De reunir coraje. De acercarse los unos a los otros y luchar firmemente, olvidarse de las ayudas que no llegan y unir las manos, seguir creando ese fuerte imperturbable, donde ellos, los ciudadanos, son los protagonistas. No los políticos.

Infinitas gracias a los miembros de la Asociación Lunes al Sol y a todos aquellos ahí fuera que seguís trabajando por volver a construir España.[if gte mso 9]> Normal 0 21 false false false DE X-NONE X-NONE

El concepto de pobreza es un concepto abstracto para muchos. Incluyendo a quien escribe. Es difícil ponerse en el lugar de esas personas, cuando se tiene acceso a comida, ropa, calefacción, transporte y salud. El trance tan difícil que está pasando nuestra región, nuestra nación, ha puesto a personas en una posición en la que muchas carecen de estos elementos básicos en su vida. Parece tan difícil de imaginar, pero que, al contrario y a la vez, es muy fácil de ignorar. Se hace fácil omitir el aumento de personas pidiendo en la calle, o limpiar la conciencia con una moneda que cae en una lata en la calle. Escuchar a los transeúntes quejándose de los que piden, que seguro están mintiendo. Detrás de esa picaresca española, un rasgo del que la mayoría está orgullosa, se esconde un deseo infinito por no querer ver.

No se puede ser injusto. No todas las personas quieren ser ciegas. Así lo muestran las diferentes iniciativas que han surgido para ayudar a aquellos en necesidad y que han alumbrado el corazón de todas las familias que recibieron un impulso más para seguir adelante. Estas iniciativas, mercadillos solidarios, pequeñas donaciones, campañas de ropa, de juguetes, y de alimentos son el verdadero corazón de la solidaridad. ¿Cuán difícil es realmente sacarse la venda de los ojos y ayudar con lo que se tiene, o mejor aún, con lo que no se tiene?