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Pasada ya la primera quincena de julio, en nuestra tierra empieza a pensarse en la vendimia. Es en muchas comarcas de la región uno de los momentos más importantes del año. Sigue siéndolo desde un punto de visto económico en aquellos pueblos donde el peso de sector agrario, y del viñedo, es significativo. Lo es, desde un punto de vista social en muchos otros lugares, donde la vida se activa en forma de celebraciones o fiestas que recuerdan la recogida de la uva desde tiempos ancestrales en una gran parte de nuestra Comunidad Autónoma.
Cada año es un reto para los cerca de 80.000 viticultores castellanomanchegos. A estas alturas de la campaña todavía hay dudas sobre si será larga o corta en términos de producción, o sobre si la uva entrará en bodega en buenas condiciones o con mayor o menor grado alcohólico. En breve lo sabremos, pero, en este momento, gracias a la climatología favorable de los últimos meses, la previsión es que la vendimia sea normal en producción y muy buena en calidad, tras años de cosechas bajísimas como el pasado. Si esto se confirma, sería una excelente noticia para nuestro campo.
Una de las cuestiones fundamentales, si no la que más, es adecuar la oferta de vino a la demanda que hacen los mercados, compradores en España y, sobre todo, de otros países, a los que se dirige, principalmente, nuestra gran producción. Para ello, debemos mejorar la vertebración sectorial y la estructura empresarial, con cooperativas -un 70% del vino que se elabora en Castilla-La Mancha se produce en estas empresas- de mayor tamaño, con el objetivo de que se defiendan mejor en los mercados internacionales y conviertan a Castilla-La Mancha en la zona del mundo donde se fijan los precios. Es quizá el reto más difícil, pero el más urgente.
La apuesta por la calidad es esencial. Los mercados deben reconocer al vino de la región como un vino excelente. Y para ello, las decisiones -y los mensajes que se envían a los compradores- deben ser muy claros. No debemos dar marcha atrás en medidas como la limitación de los rendimientos o del grado de la uva en la entrada en bodega, en las que tanto esfuerzo hemos puesto en los últimos años. Menos producción y más grado son sinónimo de más calidad.
En mi etapa como consejero de Agricultura de Castilla-La Mancha apostamos por la integración cooperativa y por la calidad. Y tomamos la decisión de crear una interprofesional regional para ajustar la oferta a la demanda. Lo hicimos de la mano del sector, liderando desde la administración pública agraria, como siempre me gustó decir. Hay que seguir en esa dirección, no hay que desviarse del camino.
Nuestros viticultores, y una tierra, la nuestra, donde el viñedo y el vino son uno de nuestros signos de identidad más valiosos, lo merecen.
Pasada ya la primera quincena de julio, en nuestra tierra empieza a pensarse en la vendimia. Es en muchas comarcas de la región uno de los momentos más importantes del año. Sigue siéndolo desde un punto de visto económico en aquellos pueblos donde el peso de sector agrario, y del viñedo, es significativo. Lo es, desde un punto de vista social en muchos otros lugares, donde la vida se activa en forma de celebraciones o fiestas que recuerdan la recogida de la uva desde tiempos ancestrales en una gran parte de nuestra Comunidad Autónoma.
Cada año es un reto para los cerca de 80.000 viticultores castellanomanchegos. A estas alturas de la campaña todavía hay dudas sobre si será larga o corta en términos de producción, o sobre si la uva entrará en bodega en buenas condiciones o con mayor o menor grado alcohólico. En breve lo sabremos, pero, en este momento, gracias a la climatología favorable de los últimos meses, la previsión es que la vendimia sea normal en producción y muy buena en calidad, tras años de cosechas bajísimas como el pasado. Si esto se confirma, sería una excelente noticia para nuestro campo.