Cuando Juanjo Manzano y sus compañeros de Alma Natura iniciaron el camino de innovación rural, llegaron a decirles que desperdiciaban sus vidas apostando por lo rural. El proyecto Alma Natura nació en Arroyomolinos de León, una población onubense de apenas mil habitantes. Veinticinco años después, son un referente en el ámbito rural español y han ayudado a florecer a decenas de proyectos de emprendimiento en pueblos de toda la geografía española, como PlanB Residuo Cero instalado en Tragacete (Cuenca).
Una visión vital, emprendedora y hermosa que se aleja de los tópicos rurales para trazar alianzas con grandes empresas como Coca-Cola, Danone, Red Eléctrica de España, Fundación Vodafone o Fundación Caja Rural del Sur, siendo la primera empresa española que obtiene la certificación BCorp, el estándar global más prestigioso que reconoce a las empresas con propósito
Cuando comenzaron su andadura, lo primero que les dijeron es que se fueran, que iban a quemar sus vidas, “ningún joven se quiere quedar ya en el pueblo”, porque, como dice el propio Juanjo Manzano, “hace veinticinco años, luchar por lo rural era ser un loco. Cuando fuimos a darnos de alta como autónomos, el propio alcalde nos impulsaba a que no continuáramos, que nos marcháramos de allí. Ahora todo el mundo quiere hablar de lo rural, ahora el gobierno tiene un plan, ahora todo el mundo quiere entrevistarnos. Me parece curioso porque perdimos muchas novias y muchos novios por el camino”.
Alma Natura tiene el valor de ser un proyecto de lo rural hecho desde el mundo rural, viviendo muy de cerca lo que ocurre en los pueblos, “te hace saber es que si quitas el médico o quitas la caja te enteras el primero. Eso te hace ser más sensible hacia los problemas, eso está clarísimo”. En este sentido Juanjo reclama que “hay muchísimas organizaciones que toman las decisiones desde Madrid que trabajan en lo rural y, bienvenido sea el apoyo de todo el mundo, pero hace falta pisar más terreno para tomar decisiones con sentido y coherencia, porque hemos construido un mundo absolutamente hecho desde la ciudad”.
Frente a esa comunicación que muchas veces transmiten del mundo rural moribundo y triste, su proyecto fue uno de los pioneros en trabajar una imagen positiva del mundo rural, ese “optimismo rural” del que tanto se habló este verano en Tragacete. “Esa fue una decisión premeditada, queríamos huir de la imagen que se repite constantemente de esa persona que mayor que vive sola, que vive en una casa lúgubre, con una sola luz y que de repente entra una cámara. Evidentemente hay muchos mayores que viven solas y solos en pequeños municipios, pero igual que en la ciudad. Si nuestro propósito era la reactivación rural, no podíamos vender pena. Si queríamos atraer personas al medio rural cómo lo íbamos a hacer vendiendo todo va mal, no hay nada que hacer, que si la vida allí es un aburrimiento”. Unos discursos que “pueden funcionar en el discurso de algunas ONGs, pero no si buscas emprendedores y capital privado que quiera invertir en el mundo rural”.
Si un aspecto importante para la reactivación económica del medio rural son los nuevos yacimientos de empleo, según Juanjo Manzano, tampoco hay que descuidar “los recursos endógenos que no están siendo puestos en valor y que debido a una mala gestión no están obteniendo los resultados que deben. La manufactura y la venta directa al consumidor sería mucho más sostenible que el envío de estos productos a otros puntos de la geografía para su manufactura. Hay que apostar por nuevos yacimientos de empleo, pero no hay que descuidar esos los recursos que permitieron la supervivencia de todos estos núcleos rurales a lo largo de los siglos”.
Una actividad ganadera y agrícola movilizada porque no le salen las cuentas para sobrevivir, sobre la que Juanjo Manzano cuenta, “mi madre siempre dice que no hace las cuentas de las ovejas que tiene, si lo hace y sólo se basa en lo económico le sale negativo, pero luego su campo está limpio gracias a esas ovejas y cabras, lo que lo protege cuando llega un incendio. Algo parecido ocurre con el medio rural, hay una cuenta ambiental que no se está valorando, porque sin esos pequeños agricultores y ganaderos sería imposible mantener el equilibrio ambiental”.
El confinamiento puso de moda lo rural y la necesidad de vivir en contacto con la naturaleza, pero “pensaba que íbamos a aprender más con la pandemia, pero muchos estudios ya lo demuestran, la gente ya está volviendo a la ciudad, física y mentalmente”.