Tras la exhumación del cuerpo del general golpista Gonzalo Queipo de Llano, considerado un criminal de guerra por historiadores y expertos, cuyos restos mortales acaban de salir de la sevillana basílica de la Macarena, la recién aprobada Ley de Memoria Democrática ha puesto el foco en lugares como el Alcázar de Toledo: un santuario de propaganda franquista, visitado en los años 40 por oficiales alemanes nazis y fascistas italianos, y todavía hoy lugar de peregrinación de ultraderechistas de todo el mundo.
En la cripta del Alcázar se encuentran enterrados dos destacados militares golpistas, José Moscardó y Jaime Milans del Bosch. Y su exhumación sucederá, asegura el Gobierno, pero no todavía. Así lo ha señalado a elDiario.es el Ministerio de Defensa, que explica que el proceso se ha iniciado pero que todavía hay que seguir un largo proceso administrativo.
La casi total recuperación de Alcázar para la normalidad democrática se culminó con la ubicación allí de dos importantes instituciones públicas: la Biblioteca de Castilla-La Mancha y el Museo del Ejército. La biblioteca se inauguró en 1998, fue empeño personal del entonces presidente regional José Bono y al evento acudieron Felipe González o Leopoldo Calvo-Sotelo, entre otros. Años después, en 2010, se trasladaron allí las colecciones del Museo del Ejército, que previamente se hallaba en Madrid.
Sin embargo, el aire de la democracia –ya en pleno siglo XXI–, no ha entrado todavía en la cripta que acoge los restos de los golpistas. Y ello a pesar de las numerosas demandas de instituciones memorialistas y distintos partidos como Izquierda Unida, Podemos o Compromís, de sacar los cuerpos de los franquistas. El Ministerio de Defensa se ha escudado hasta ahora en varias respuestas al senador de Compromís Carles Mulet, que los restos seguían ahí porque la cripta es un espacio que no está abierto al público. Se encuentra en un edificio público pero, según Defensa, los familiares de quienes están allí enterrados la utilizan como espacio privado.
Ahora, la Ley de Democrática recientemente aprobada, señala directamente en su preámbulo que se debe “desterrar cualquier forma de exaltación de la Dictadura en el espacio público” y su artículo 38.3 es todavía más tajante: “Los restos mortales de dirigentes del golpe militar de 1936 no podrán ser ni permanecer inhumados en un lugar preeminente de acceso público”.
Efectivamente, la cripta no está permanentemente abierta al público, ya que solo pueden entrar, en principio, las familias. Sin embargo, en el Alcázar sí se celebran misas de una hermandad que exalta sin tapujos al bando franquista y lo que este edificio supuso para los fascistas en el inicio de la guerra civil española, allá por 1936. Este mismo verano, ultras de la SS Lazio, entraron con una larga pancarta al Alcázar para rendir homenaje al golpista Moscardó.
La hermandad que nació en medio del asedio
No había pasado un mes del inicio de la Guerra Civil española cuando los franquistas atrincherados en la fortaleza crearon la llamada 'Hermandad del Alcázar' que incluía el diseño de una cripta para “los caídos”. La iniciativa ya estaba en marcha el 8 de agosto de 1936, en medio de una de las batallas más conocidas de la contienda. El periódico El Alcázar –diario franquista fundado en 1936 y que hasta su desaparición en 1988 defendió postulados ultrederechistas– publicaba ese día el proyecto de la 'Hermandad de Defensores del Alcázar' que existe en Toledo hasta el día de hoy y cuyas procesiones sigue presidiendo el arzobispo, como ocurrió este pasado 24 de septiembre.
“Era deseo de los defensores del baluarte desde el mismo comienzo del asedio, mostrar a la Virgen Santísima su gratitud por las delicadezas que con ellos usaba”, defiende la Hermandad actualmente. “Por derecho, todos los defensores podrían enterrarse en la cripta”, explica el investigador Carlos Vega al respecto. Lo que la Hermandad califica de “defensores” no eran otros que los militares sublevados que se encerraron en el baluarte con la intención de resistir hasta la llegada de las tropas franquistas a Toledo. El Alcázar de Toledo se convertiría en un símbolo de la victoria fascista al final de la guerra. La cripta se inauguró en 1944, coincidiendo con el octavo aniversario del fin de la batalla en el edificio.
El periódico ABC recoge en su hemeroteca que la cripta donde ahora descansan Moscardó y Milans del Bosch fue construida por la Dirección General de Regiones Devastadas, que usualmente utilizaba la mano de obra de presos políticos republicanos, bajo las órdenes del arquitecto y también militar toledano Eduardo Lagarde, que a la postre sería designado conservador de las ruinas del Alcázar y posteriormente director del Servicio de Regiones Devastadas en Toledo tras su jubilación.
El polémico sepulcro que hoy está en el punto de mira costó entonces 120.000 pesetas y su construcción se prolongó durante un año. Moscardó y Milans de Bosch no son los únicos que descansan ahí: según la Hermandad del Alcázar, hay por lo menos dos centenares de personas enterradas, entre guardias civiles, militares y civiles. En el Alcázar se encuentran los restos de falangistas como José María Gómez Oliveros, Marcelino Peces Escobar Zacarías Hernández Gil, o el jefe de la Falange en Toledo, Pedro Villaescusa Bonilla. También se puede identificar a múltiples miembros de la División Azul, la división militar franquista que luchó con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, o del partido Acción Popular.
El asedio al Alcázar de Toledo se ha utilizado desde esa época como un símbolo propagandístico del franquismo, una epopeya del sacrifico de los que vivieron la batalla que se extendió entre los meses de julio y septiembre de 1936. Y los ecos de esta batalla siguen perdurando cada año en las calles toledanas, con la procesión de Nuestra Señora del Alcázar. La primera vez que se celebró fue el 29 de septiembre de 1936, dos días después de dar por terminado el asedio. La Hermandad cuenta entre sus miembros con la Fundación Nacional Francisco Franco, cuyo nombramiento fue recogido por Carmen Franco Polo en el año 2013.
La prensa regional ha documentado en varias ocasiones la presencia en las celebraciones de la hermandad de personas que llegaron a luchar en el Alcázar, como el caso de Federico Fuentes, general de Brigada que falleció en el 2018 y que también está enterrado en la cripta, así como también de la hija y la nieta del dictador Francisco Franco, Carmen Franco, y la familia del coronel Moscardó.
Aunque el Museo del Ejército sigue cerrado en su parte histórica por el incendio ocurrido en junio de este año en la séptima planta del edificio –y por cierto este mismo sábado otro incendio en una freidora obligaba a desalojar a unas 100 personas y a cerrar todo el día las instalaciones–, el despacho del coronel Moscardó se mantiene “tal y como quedó”, según se ha contado históricamente a los turistas, tras los ataques que se vivieron en el Alcázar.
Cuando el museo está abierto, se puede visitar sin problemas. “Huellas de disparos y desperfectos pueden verse aún en sus paredes y techo. Aquí también se muestra parte del mobiliario que estuvo en la estancia, así como un ejemplar del diario de operaciones del coronel Moscardó”, relatan en el Museo del Ejército.
Parte del mito franquista que hay alrededor del Alcázar de Toledo es la famosa llamada que recibió José Moscardó por parte del bando republicado mientras duraba el asedio. Aunque su hijo, Luis Moscardó, falleció un mes después de que se realizase la llamada en un fusilamiento en las inmediaciones de la Puerta del Cambrón, la propaganda franquista llegó incluso a señalar que fue fusilado mientras estaba el coronel al teléfono, lo que no sucedió. La llamada sí ocurrió, el día 23 de julio de 1936 y además tuvo consecuencias, como la muerte del político Domingo Alonso Jimeno, destacado miembro socialista.
Milans del Bosch, doblemente golpista
Jaime Milans del Bosch apoyó dos Golpes de Estado. El de Franco y el del franquista Tejero, que quería revertir la vuelta a la democracia tras la dictadura. En 1936, con 21 años, luchó en el Alcázar. Fue luego voluntario en la División Azul. Ascendió en el escalafón hasta los puestos más altos, que conservó con la llegada de la democracia.
Fue el único general que se sumó sin reservas al Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Dio la orden de sacar 60 tanques y 1.800 soldados a las calles de Valencia, región militar de la que era capitán general.
Pese a haber sido expulsado del Ejército, y condenado a 26 años de cárcel por su papel en el 23F, se encuentra enterrado por su expreso deseo en la cripta 53 del Alcázar, más de dos décadas después del final de la dictadura y más de 15 años después del golpe de Tejero. Corría el año 1997 cuando tras su fallecimiento el deseo del doblemente golpista fue respetado por el Gobierno de José María Aznar, que aceptó enterrarlo en un lugar público y de homenaje.