La vuelta a la casa de mis padres en Navidad es un momento idóneo para bucear entre los discos que aún se resisten a independizarse del cálido hogar paterno. En realidad, hay algunos que no terminan de mudarse a mi casa de Madrid porque están tan asociados a mi adolescencia (por estilo o por los recuerdos que llevan aparejados) que hace más ilusión reencontrarse con ellos de vez en cuando. Este es el caso del Nimrod de Green Day o el Monster de R.E.M. Pero esta vez, gracias sobre todo a un huequecillo que conseguí crear ad hoc en la estantería de mi casa, llegaba a Toledo con la firme decisión de rescatar algunos de esos CD's. Entre la selección de siete u ocho discos me llamó la atención el hecho de que hubiese, nada más y nada menos, que los debuts de tres de mis bandas históricamente favoritas. Estos tres primeros pasos son Bleach de Nirvana, Gish de Smashing Pumpkins y Definitely Maybe de Oasis.
A mi juicio, los dos primeros tienen bastantes aspectos en común; ambos apuntan maneras, ofrecen unas primeras pinceladas de por donde irá el sonido de las bandas y dejan entrever lo que llegaría a ocurrir a continuación pero se quedan tan sólo en eso: el salto de calidad entre Bleach y Nevermind de Nirvana y entre Gish y Siamese Dream de Smashing Pumpkins es brutal. Sin embargo, el primer álbum de Oasis, repleto de himnos berreables por hooligans con corazoncito, ya presentaba todas las virtudes del grupo de Manchester. Aunque para la gran mayoría de la prensa especializada nunca volvieron a alcanzar la calidad de su debut, yo soy menos objetivo y me declaro fan acérrimo de What's the Story (Morning Glory), del vilipendiado, incluso por los mismos autores, Be Here Now y de la colección de caras B The Masterplan, a partir de ahí la cosa decae bastante.