Eran los años 80 del siglo XX. Mientras la 'Movida madrileña' impregnaba el ambiente cultural patrio, en un suburbio de París un joven emigrante español escribía y dibujaba sobre la vida cotidiana de uno de esos pequeños pueblos de lo que hoy conocemos como España vaciada.
Tiburcio de la Llave, 'Tito', se ha convertido en un conocido autor de cómics en Francia y, 40 años después, su éxito también llega a su país de origen.
Tito es natural de Valdeverdeja (Toledo), el lugar al que regresaba cada verano. Ha mantenido sus lazos familiares y cultivado sus raíces. A principios de los 60, sus padres, que trabajaban como alfareros en el pueblo, emigraron a Francia cuando él solo tenía seis años. Allí estudió arte gráfico, trabajó en publicidad y comenzó a publicar cómics. Una de sus series más destacadas es 'Soledad', título que da nombre a un pueblo ficticio pero que está inspirado en su localidad natal. En él transcurren historias que profundizan también en las heridas abiertas que dejó la guerra civil.
Quería demostrar que España era más que los toros, la paella y el flamenco. Luego lo fui enriqueciendo
Los seis tomos de este cómic permanecieron inéditos en España hasta hace tres años, cuando Cascaborra Ediciones apostó por traducirlos al castellano. Precisamente, la editorial ha abierto recientemente una librería en el Casco Histórico de Toledo, en la que Tito ha presentado el último tomo publicado de la colección en castellano -'La otra hermana'-.
“Estoy saboreando con mucha alegría todo lo bonito que me está pasando ahora”, apunta Tito en una entrevista con Toledodiario.es, en la que indica que uno de los motivos por lo que se decidió a dibujar este cómic fue el cansancio de escuchar en Francia que España era percibido como un país marcado únicamente por “los toros, la paella y el flamenco”. “Quería demostrar que España era otra cosa. Luego lo fui enriqueciendo”, agrega.
La memoria histórica y la España vaciada
En esta colección, cuenta “anécdotas, recuerdos familiares, historias simples o de ficción, en las que habla más de la gente rural que de los pueblos”, de personas que solían ser protagonistas en tebeos. Y es que, explica Tito, sus cómics muestran memorias “de la vida, del sacrificio, de las mujeres con arrugas que son maravillosas y guapísimas”, y de todas las conversaciones y relaciones de las que se “alimentaba cada vez que venía al pueblo”, así como de sus paisajes.
Los primeros tres álbumes incluyen relatos gráficos de pequeñas historias que “transcurren tranquilamente pero escondiendo secretos que tapaban heridas abiertas”, según describe el experto en tebeos Álvaro Pons. En el cuarto, -La memoria herida- “se atrevía por fin a buscar el origen del dolor contando la historia de su abuelo Tiburcio, narrando el horror de una guerra que llegó a su pequeño pueblo toledano”, indica el también articulista de El País.
La memoria histórica y la España vaciada son, a juicio de Tito, “dos temas importantes” dentro del mundo del cómic, “algo que nadie habría podido predecir hace diez años” ni cuando él mismo comenzó a escribir y dibujar cómics. En sentido, señala que Pons, su “ángel de la guardia”, considera esta serie, particularmente este tomo y el quinto -El hombre fantasma-, como los primeros cómics que se han hecho hablando de la guerra civil.
En ese cuarto y quinto tomo de la serie deja ver el miedo y las consecuencias de una guerra que supuso un tabú para generaciones posteriores en el país. “Con el deseo de ser auténtico he ido a buscar testimonios, para que una anécdota tuviera sus versiones, hacer un análisis y, sin ninguna polémica, expresarlo lo mejor posible”, reflexiona el autor sobre una serie que “también se utiliza como libro escolar para hablar de la guerra civil -en Francia-. Los franceses han apreciado mi trabajo y lo utilizan con interés”, añade.
Tito se considera “muy detallista y perfeccionista” en sus creaciones hiperrealistas, en las que muestra una gran sensibilidad. “Me inspiro en la gente real y en los paisajes. Hago documentación, fotografías, acuarelas en vivo... No soy un dibujante de acción. Mis historias son muy intimistas, no hay movimientos o caballos que corren, prefiero dibujar una cara pensativa”, detalla sobre su trabajo.
No soy un dibujante de acción. Mis historias son muy intimistas, no hay movimientos o caballos que corren, prefiero dibujar una cara pensativa
Sus historias están inspiradas en buena parte por sus encuentros o las conversaciones que mantenía con su abuela María, quien se fue a vivir a Francia con ellos con una avanzada edad y con la que tenía “una relación fantástica”. “Me contaba cómo se conocieron mis padres o cómo vivía esa generación. Me ha enriquecido mucho”, indica el autor sobre su abuela y la influencia en las anécdotas que protagonizan el cuarto y el quinto tomo, en los que cuenta la historia de su abuelo Tiburcio a través de ella.
“Crio a sus 14 hijos, aunque algunos murieron. Mi abuelo, republicano, no podía salir del pueblo, si lo cogían lo mataban. Tuvo que estar escondido años”, recuerda, al tiempo que destaca la importancia de las mujeres en la posguerra, en muchos casos sacando adelante a sus familias con escasos recursos. La portada del tomo 4, resalta, es la imagen de cómo él imagina que fue su abuela en los años que se desarrolló la guerra civil.
También protagoniza su abuela María la portada de su primer tomo -'La última alegría', publicado en 1982 en Francia y en 2022 en España-. En esa época, explica Tito, triunfaban autores “muy eróticos” que “enseñaban a la mujer como un objeto”. “Causó sorpresa. En las librerías francesas me decían que por fin veían una mujer distinta a ese estereotipo”, detalla.
Tras sus estudios en artes gráficas, Tito creó el fanzine de cómics Cyclone. Tras su paso por la publicidad a los veinte años, inicia su carrera profesional en 1980 con la serie Jaunes (que publicó tebeos como ‘Tintin). Ese mismo año, firmó las primeras láminas de la serie ‘Soledad’ en la revista ‘Continuará’. A partir de 1982 se dirige a los adolescentes publicando episodios de la serie ‘Tendre Banlieve’ en Okapi y hasta 1989 continuó alternativamente sus tres series, antes de interrumpir la serie ‘Amarillos’.
“Ser autor de cómics no es un hobbie, es un oficio real”
“Lo que más bonito veo es la acogida de esta serie, es más de lo que cualquiera puede esperar. Hay una emoción real cuando hablo ahora con lectores españoles. Soy profesional desde hace muchos años y tengo costumbre de encontrarme con lectores en Bélgica, Francia, Suiza y otros países, pero el contacto con los de aquí es muy diferente. Hay otra cosa, hay una emoción que es muy fuerte”, subraya.
Señala que en Francia, el cómic es “muy popular”, lo que ha permitido ganarse la vida dedicándose a sus dos principales pasiones: escribir y dibujar. “He podido vivir de mi trabajo. Desgraciadamente muchos colegas españoles no lo han podido hacer; no hay tanto público como en Francia. Ser autor de cómics no es un hobbie, es un oficio real. Lo sigo practicando, ahora jubilado con más calma y lo saboreo” añade el autor, que presume de contar con lectores de “entre 16 y 80 años”.
También relata con satisfacción como dos pequeñas tiendas de Valdeverdeja venden sus cómics y personas mayores del pueblo se reencuentran con su pasado a través de las historias que plasma en ‘Soledad’. “Hay recuerdos de emoción. Nunca he olvidado mis raíces y quizás soy más sensible a detalles que la gente que los vive cotidianamente lo perciben de una manera más normal”.
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