Han pasado seis años desde que, tras varios meses en marcha, se constituyera oficialmente la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Cuenca, cuya actividad consiste, principalmente, en reuniones abiertas a personas con problemas para hacer frente al pago de la hipoteca o el alquiler de una vivienda que cada semana se celebran en el Centro Joven y en negociar con los bancos y propietarios de inmuebles un nuevo pago para aquellas familias con problemas económicos con el fin de evitar su desahucio.
Es cierto que la situación ya no es tan problemática como en 2013, cuando la crisis económica estaba en pleno apogeo y numerosos conquenses vieron truncado su plan de vida al quedarse sin empleo y no encontrar la forma de reincorporarse al mercado laboral. De hecho, en 2014 llegaron a contabilizarse 265 desahucios de fincas y 140 de viviendas en la provincia, según los datos del Consejo del Poder Judicial.
Pero sigue habiendo gente con problemas para mantenerse bajo techo, y casos extremos que desembocan en el desahucio: las estadísticas de 2017 hablan de 64 desahucios de fincas y 29 de viviendas.
En cuanto al pasado 2018, en la PAH informan de que hubo al menos dos hombres que tuvieron que abandonar sus respectivas viviendas en Cuenca capital, donde Cáritas Diocesana tiene localizadas a 66 personas que viven en la calle. Uno de estos desahuciados no solo perdió un piso, sino los dos que tenía. Eran, aseguran en la plataforma, casos complejos, “en los que se juntaron muchas cosas”, en al menos uno de ellos también un problema de salud. Los desalojos se produjeron sin resistencia, aunque sin que los afectados tuvieran un sitio alternativo adonde ir.
Estos desenlaces llegaron a pesar de que los bancos son hoy en día más flexibles que hace ocho años y están dispuestos a rebajar sus pretensiones para intentar llegar a un acuerdo, fruto a su entender de que la mala imagen que dieron al dejar en la calle a familias enteras se había vuelto en contra de sus propios intereses.
“Los desahucios, y el temor a ellos, sigue estando ahí. Mucha gente nos cuenta su problema en las reuniones de los jueves pero, sobre todo, por teléfono o si nos ve por la calle, porque Cuenca es una ciudad pequeña y a muchos les da vergüenza exponer su problema en público”, advierte Esperanza Cotillas.
Falta empleo estable
Entre los afectados hay gente joven que no termina de encontrar un trabajo estable. “Hay autónomos a los que a lo mejor un mes les va bien, pero al siguiente no. Cuenca es una ciudad que ofrece pocas posibilidades laborales”. Porque, aunque es verdad que el desempleo lleva unos años bajando, en mayo de este año, por ejemplo, apenas lo hizo en 115 personas en toda la provincia con respecto al mes anterior, y la cifra de parados sigue siendo importante: en torno a 12.400 personas en toda la provincia.
La tasa de paro afecta así a en torno el 14 por ciento de la población activa, porcentaje que sería muy superior de no ser por la despoblación, pues desde el año 2011 se han perdido más de 20.000 habitantes, muchos por fallecimiento pero también por gente que ha emigrado a ciudades con más oportunidades laborales. En Cáritas hacen además hincapié en que tener trabajo no equivale a llegar a fin de mes fruto de los bajos salarios, las contrataciones por horas o por temporadas.
Alquileres que suben
Por otro lado, está el probema en que se encuentra alguna gente mayor que desde hace años vive en régimen de alquiler, con un contrato antiguo cuyos dueños quieren actualizar para subir el precio, pero a los que su situación económica no les permite pagar más. Algunos propietarios tratan incluso de echar a sus inquilinos con vistas a volver a poner la vivienda en el mercado a un precio más alto.
“Un alquiler en Cuenca oscila entre los 300, 400 y 500 euros. Pero el precio está en alza. Y, aunque no sean caros en comparación con Madrid, aquí los sueldos son más bajos. Y al haber menos vías para ganarte la vida, al final puede salir más caro que en Madrid”, lamentan en la PAH.
Una reunión al mes
No hay así expectativas de que la situación vaya a enderezarse de forma definitiva. De ahí que la PAH, aunque con el verano ha paralizado sus reuniones, prevé mantener sus puertas abiertas a la gente con problemas. En todo este tiempo algunos de sus miembros han cambiado, pero son una media de seis quienes han seguido manteniendo encuentros periódicos en el Centro Joven abiertos a los conquenses, al principio uno por semana y en los últimos meses, hasta la llegada del verano, el primer jueves de cada mes.
Se trata, añade Cotillas, de un trabajo “voluntario” sin ningún tipo de interés, salvo el de hacer algo por los demás. “Aunque afortunadamente nosotros no nos encontremos en una situación tan problemática, este es un tema de todo el mundo. No podemos mirar para otro lado si desahucian a nuestro vecino de enfrente porque no sea a nuestra puerta a la que llaman”.