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El (reflexivo) Buero y el (histriónico) Cela: su personalidad a través de la grafología

Profundizar en las figuras de Antonio Buero Vallejo y Camilo José Cela a través de la grafología. Su letra y su firma muestran las diferencias de carácter de estos dos grandes de la literatura española que sí coincidieron en algo. Ambos vivieron en Guadalajara en distintas etapas de su vida.

El periodista y profesor de Lengua y Literatura de la UNED, Pedro Aguilar ha analizado la escritura de ambos autores para adentrarse, a través de la grafología, en aspectos más íntimos de su personalidad. De Antonio Buero Vallejo ha analizado escritos de su época de juventud, entre los 10 y los 20 años (fundamentalmente los que pasó en Guadalajara) y que se conservan en el Archivo Provincial. “Se ve cómo se consolida su personalidad. Algo que se observa sobre todo en su manera de firmar”.

Aguilar cree que escribimos o firmamos “según el papel que queremos representar en la sociedad” y, en concreto, la firma es como “un logotipo” que va cambiando con la edad. En el caso de Buero Vallejo, comenta, “sorprende la madurez que tiene con 10 años, cómo escribe y cómo firma. Hoy sería impensable. Aunque es verdad que antes la caligrafía era más exigente”.

De los escritos de Buero Vallejo se desprende su “intento por ser una persona sociable. Redondea su letra. Siempre le gustaba ser el cabecilla. Era una persona con muchas ideas, muy creativo...A pesar de esa imagen adusta que tenemos de él, en el fondo era una persona que, aunque marcada por la vida, quería agradar y no toleraba las injusticias”.

En lo que se refiere a Camilo José Cela, su caligrafía refleja cosas bien distintas. “Se ve al 'prota'. A esa persona que quiere ser el centro de las reuniones, que quiere que le halaguen. Su histrionismo se nota bastante, sobre todo en los años en los que comienza a tener fama”.

En el caso del Nobel, el periodista analiza sus escritos desde el año 1942, cuando publica su novela 'La familia de Pascual Duarte' hasta el final, pero centrándose en los años 50. “Entonces era todo un figura, a punto de entrar en la Real Academia de la Lengua, ya había escrito varias novelas y era el autor español más reconocido...Era un poco el 'enfant terrible' y por eso su firma se va haciendo cada vez más filiforme, para destacar más”. Una firma que, hacia el final de sus días se fue “tranquilizando” y “aunque mantiene un concepto elevado de sí mismo y algo de soberbia, todo se simplifica en los caracteres de su escritura”.

Los escritos de ambos autores reflejan caracteres diametralmente opuestos, incluso en sus maneras literarias. “Cela estaba siempre buscando nuevos caminos, siempre tenía que hacer algo distinto. No se tomaba las cosas con calma”. Ambos autores eran “personas curiosas, incisivas y perspicaces” pero Buero Vallejo “se controlaba mejor y echaba freno a sus impulsos. Se lo pensaba mucho antes de lanzarse. Era más reflexivo”.

Cela y Buero se conocían, “se respetaban, pero no se tenían especial afecto”, explica Pedro Aguilar tras distintas conversaciones mantenidas con los hijos de ambos escritores. “En contadas ocasiones debieron intercambiar algunas líneas”. Aunque esos documentos no se conservan. “El hijo de Buero Vallejo sí recuerda en cambio haber visto en su casa algún libro dedicado de Cela, con palabras cordiales, sin más. Pero no tuvieron ninguna relación personal”.

Este curioso análisis grafológico lo exponía Pedro Aguilar en una conferencia organizada por el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara con motivo del Centenario del nacimiento de ambos autores. Forma parte de un ciclo de charlas que les rinden homenaje. El próximo día 15 de noviembre será el turno del escritor de Guadalajara Francisco García Marquina quien pronunciará la conferencia titulada “Cela, retrato de un Nobel”.