La Real Academia Española (RAE) es una de las instituciones más antiguas del país. Con más de tres siglos de historia, su avance hacia la igualdad de género, al igual que en otros organismos españoles, es relativamente reciente y actualmente solo hay siete mujeres académicas de un total de 46 miembros. Hablamos con su director, Santiago Muñoz Machado, de algunas cuestiones como el lenguaje inclusivo con motivo de la reciente publicación de ‘Cervantes’, su nuevo libro: una biografía del autor del Quijote en la que recopila investigaciones y hallazgos sobre la vida del denominado “príncipe de los ingenios” y fragmentos de autobiografía que el escritor dejó en sus obras. Porque como el propio Muñoz Machado afirma, sobre Cervantes nunca está todo dicho.
Nuevo libro sobre Cervantes y su vida. ¿Por qué en este momento y qué papel cumple en su trayectoria como historiador?
Cervantes siempre ha sido un autor de referencia para mí y para muchas personas en el mundo, lo he tenido siempre muy cerca y ha habido un momento en mi vida, que coincide con mi llegada a la RAE hace diez años, en que esa relación se intensifica. Pensé en contar la vida y la obra de este personaje tan maravilloso. Se unió mi gusto personal por aportar una reflexión sobre los datos que he ido averiguando y mis opiniones sobre el tiempo y la obra de Cervantes.
La vida de Cervantes se cuenta en este libro partiendo de los fragmentos de autobiografía que el escritor fue dejando en todas sus obras. ¿Cómo ha sido el trabajo de recopilar y analizar esa gran cantidad de referencias?
He intentando trazarlo del modo más próximo a la historia de su propia biografía, que se ha ido completando en siglo y medio de trabajo. Han contribuido a ella muchos investigadores mediante hallazgos en archivos y registros. Es bueno recordar quiénes fueron, quiénes realizaron ese empeño colectivo. Pero el punto de partida siempre fue la propia autobiografía que él fue dejando en trazos porque siempre temió que a su muerte nadie escribiría sobre su vida. El primero que biografió a Cervantes fue Gregorio Mayans y Siscar en 1738, como estudio preliminar de una edición del Quijote. A partir de ahí, sobre todo ya en el siglo XIX, son académicos de la RAE los que la completan con datos de investigación de archivo. Ahora, lo que yo he hecho es realizar una historia de su biografía.
Después de Mayans, ¿cuáles han sido los autores más importantes que lo biografiaron, es decir, las fuentes más importantes que recorre usted en su nuevo libro?
Vicente de los Ríos hace la vida de Cervantes que acompaña a la edición del Quijote de la RAE de 1780. Después se une Juan Antonio Pellicer en 1797 con un trabajo muy profundo de investigación. Posteriormente, la biografía más importantes de ese periodo, entre las que marcan un antes y un después como referentes y que se hicieron en el siglo XIX, es la de Martín Fernández Navarrete. Siguen apareciendo varias hasta llegar a la que se consideró la biografía definitiva, la de Francisco Rodríguez Marín, cervantista sevillano, que descubre muchas cosas de su vida y supone una aportación monumental. Otra biografía enorme es la de Luis Pastrana en los años 50 del siglo XX. No obstante, estos son materiales mínimos en un océano de estudios, libros, revistas y artículos. El mundo cervantino está lleno de grandes estudiosos que han producido infinita literatura sobre su vida y su obra.
De hecho, este nuevo libro es un cruce entre biografía, historia, documentación… ¿y también crítica literaria?
Es la historia de su vida y su obra. Pero también está la historia de las ediciones de sus libros, la crítica literaria de sus libros y las fuentes literarias de las que se pudo valer. Hay una amplia explicación sobre la sociedad de su tiempo, contextualizando de dónde salen muchos personajes y situaciones. Al final, su biografía se ha ido construyendo con capas muy finas, y lo que aporto es mi propia capita de conocimiento que se basa en explicar mi propia concepción de esa vida excepcional.
¿Y de esa capa que ha aportado, qué destacaría?
Su magnífica condición para aceptar los malos tragos quizás sea lo mejor de su carácter. Casi todo lo que le pasa es malo y sin embargo tiene un ánimo personal divertido, alegre, positivo, amable, nunca excesivamente amargo contra el mundo. Va construyendo una obra formidable en el marco de una vida que a veces no es la mejor que se pueda desear.
Todo eso está reflejado en sus obras, además.
Por eso lo voy subrayando a cada paso en el libro, a medida que me lo voy encontrando, en la medida en que esas circunstancias aparecen. El mejor ejemplo es cómo aborda el hecho de haber estado cinco años preso en Argel y cómo afronta con gallardía y personalidad todos los vaivenes de su vida.
Al contrario de lo que ocurrió con Lope de Vega o con Francisco de Quevedo, cuyas biografías sí se escribieron poco después de sus fallecimientos, en el caso de Cervantes no fue así y, como dice, han sido siglos de estudio. Tras todo ello, ¿nos hemos acercado fielmente a su vida?
Sí, ahora conocemos prácticamente la totalidad de su vida. La podemos contar completa, lo que no quiere decir que queden tramos más o menos oscuros, como por ejemplo su niñez y juventud, su marcha a Italia con 20 años sin que se sepa muy bien la razón de la premura de su salida, o detalles de la vida en Argel que él mismo novela y no sabes qué parte es verdad y qué parte de los relatos es imaginaria. Luego hay otros tramos de su vida a finales del siglo XVI y comienzos del XVII que son oscuros, hasta que la familia entera se marcha a Valladolid y arranca su vida más pública y las grandes ediciones de sus obras.
Precisamente, si atendemos a sus obras, ¿cuáles podríamos decir que son sus temas favoritos?
En el libro analizo la historia de la aparición de sus obras, que tiene su gracia, porque por ejemplo el Quijote apareció lleno de erratas, con trozos que él no había escrito y en ediciones muy poco cuidadas. Desde eso hasta que sucede lo que realmente Cervantes quería -una publicación cuidadosamente editada-, hay toda una historia. De ahí la importancia de las fuentes documentales. Por eso me detengo en la sociedad que vivió y en sus temas preferidos. Hay que entender cómo era la España durante el reinado de Felipe III, cuando aparece lo mejor de su obra, una sociedad estamental muy rígida, imposible de escalar. Y también hay que explicar por qué existía ese odio hacia los judíos y los moriscos, y las causas de tantos pobres y vagabundos por todos sitios. Ese contexto se convierte en piezas gloriosas en su obra. Dentro de ese conjunto, hay temas recurrentes como la religión o las relaciones sentimentales, cualquiera que sea la forma que tengan. El Concilio de Trento se produce en la mitad de la juventud de Cervantes, cuando se solemniza el matrimonio para reconocer la validez de las uniones de pareja. Antes de eso no era tan importante, había todo tipo de uniones y eso le permitió un juego extraordinario en sus obras. Como también fue muy recurrente la brujería, la magia y los encantamientos, con mucho reflejo en sus libros.
En el caso de Cervantes, es difícil, si no se presenta bien a niños y jóvenes, que lo puedan asumir con devoción
¿Cree que se está consiguiendo que este “príncipe de los ingenios” atraiga a las generaciones más jóvenes?
Lamentablemente parece que no es así. Se ha leído muchísimo en los dos últimos años, es señal de que no se ha dormido del todo el gusto por leer. Pero en el caso de Cervantes, es difícil, si no se presenta bien a niños y jóvenes, que lo puedan asumir con devoción. Creo que con un personaje tan importante, como otros muchos, lo que hay que hacer es generar gusto, amor por ellos desde los primeros años de enseñanza, de modo que lo conozcan, aunque no hayan leído su obra. Que se explique bien por qué es importante y se habitúen los jóvenes con textos adaptados para comprender su importancia y saber valorarlos, con comics o animación de cualquier tipo.
¿Qué balance realiza del periodo que lleva dirigiendo la RAE desde hace más de tres años?
Estamos trabajando mucho y bien. Tenemos más proyectos en marcha que nunca. Nuestros objetivos son los mismos que hace 300 años, mantener al día el Diccionario, averiguar cómo funciona el léxico del español, qué transformaciones se producen en los vocablos, al igual que con la Gramática y la Ortografía, como obras regulatorias de la lengua. Pero a todo eso hemos añadido una actividad muy grande porque estamos en el universo digital y ahora nuestro Diccionario lo visitan mil millones de personas cada año. Eso a la vez nos está permitiendo sacar adelante otros proyectos como el Diccionario Histórico de la Lengua Española, que comenzó hace un siglo y quiero que haya resultados pronto. A todo se une el impulso del panhispanismo. La Academia se ha fortalecido mucho y está en un momento importante.
¿Cómo valora que la RAE, precisamente por su carácter histórico, se considere desde muchos ámbitos una institución conservadora?
Niego la mayor. Tenemos que tratar de conservar los valores en los que se asienta la lengua, que no son de hoy, son históricos. Si conservadurismo significa que postulamos que las bases culturales de nuestro idioma se respeten, entonces de acuerdo. ¿Pero eso se traduce en una actitud conservadora de la Academia frente a cuestiones como el lenguaje inclusivo? Eso sencillamente no es cierto.
¿Cuáles han sido esas aportaciones para promover el lenguaje inclusivo o la igualdad de género?
El lenguaje inclusivo hay que vincularlo con la situación de discriminación en que se encuentra la mujer todavía hoy a pesar del esfuerzo que se realiza desde las políticas de igualdad. En esto yo siempre digo que la lengua española no es la culpable de la desigualdad, ni la lengua ni la Academia. Lenguaje inclusivo es utilizar técnicas y soluciones que el español tiene hace mucho tiempo para no romper con su economía y belleza. Inclusivo es el masculino genérico y no es inclusivo siempre el desdoblamiento de género. Es una manera de hablar que no es fácil mantener a lo largo de una conversación o un escrito. A veces se incurre en falta de coherencia a la hora de desarrollar un discurso. Luego se han incluido algunas extravagancias excesivas. Pero, como conclusión, creo que hay una parte de toda esta reclamación que ha tenido un momento álgido pero que no tendrá mucha continuidad, y luego otra parte que es razonable y que se impondrá poco a poco. Nadie duda de la utilización de “señores y señoras” al abrir una conferencia. Se consolida como una costumbre.
Pero de alguna forma debe tener su reflejo en el Diccionario.
Hay muchas referencias que teníamos en el Diccionario y que hemos cambiado. Tiene 300 años de antigüedad y procede de épocas muy diversas, por lo que es natural que, por ejemplo, apareciera “alcaldesa” como “mujer del alcalde”. Este tipo de cosas se han corregido. Hemos trabajado para evitar una excesiva masculinización. Hemos revisado todas las definiciones que empezaban por “hombre que” y las hemos cambiado por “persona que”. Hemos hecho un esfuerzo en la medida de nuestras posibilidades para cambiar ese tipo de cosas. La actitud de la Academia hoy es marcadamente positiva, comprensiva y favorable a los cambios necesarios para que la lengua no sea motivo de desigualdad.
Actualmente hay siete mujeres académicas para 46 plazas. ¿Considera que es una proporción que contribuye a esa imagen?
En la Academia no ha habido mujeres durante la historia, como por ejemplo cuando quiso ingresar Emilia Pardo Bazán, pero tampoco las había en el Consejo de Ministros o en la compañía de ferrocarriles. Ahora la sociedad ha cambiado y la Academia es un reflejo de ese cambio, incorporando cada vez más mujeres. Procuramos hacerlo incluso con la discriminación positiva, en la medida en que sea razonable, para que esa evolución se produzca lo más pronto posible.
Entonces, ¿será posible conseguir la paridad en la RAE?
Claro que será posible. Solo tienen que pasar dos cosas: que los académicos se mueran a buen ritmo (risas) –porque somos vitalicios– y que cuando haya vacantes aparezcan mujeres que reúnan las condiciones que se pidan a cada caso y a cada perfil. Y las habrá.