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El santuario de pinturas rupestres descubierto en Albacete en 1910 recupera su brillo

Estado actual de las pinturas rupestres de la Cueva de la Vieja en Alpera

Elena Martínez Vázquez

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Las pinturas rupestres de la Cueva de la Vieja, ubicada en el municipio albaceteño de Alpera, fueron descubiertas casualmente en 1910. Sólo habían transcurrido ocho años desde que los científicos de la época habían aceptado la autenticidad de las pinturas de la cueva de Altamira, pero su descubrimiento venía a demostrar que las pinturas rupestres prehistóricas se habían conservado en diversos puntos de la península ibérica.

Las pinturas de la Cueva de la Vieja, no obstante, eran muy distintas a las que se conocían en la cornisa cantábrica y en el sur de Francia. Eran un ejemplo magnífico de un nuevo tipo de arte rupestre que también se acababa de descubrir, primero en Calapatá (Teruel) en 1902, y poco después en la Roca dels Moros de El Cogul (Lleida). Este nuevo arte rupestre, caracterizado por la abundante presencia de figuras humanas, fue denominado arte levantino, por encontrarse en la parte oriental de la península.

De esta forma, “se convirtió enseguida en un referente en la investigación de este tipo de grafismos prehistóricos gracias a la calidad plástica de sus figuras y a la viveza de sus representaciones”, dice Juan Francisco Ruiz López, profesor ayudante doctor en la Universidad de Castilla-la Mancha en la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades en Cuenca.

Por ello, muchos de los mayores especialistas de la época se acercaron hasta Alpera para contemplar y entender aquel nuevo tipo de arte rupestre. Figuras como Cabré, Breuil, Obermaier, Hernández-Pacheco, y en fechas más recientes, Beltrán, Ripoll, Viñas o Alonso dedicaron parte de sus trabajos a estas singulares muestras de la creatividad del ser humano prehistórico.

¿Qué nos dicen estas pinturas?

“Por desgracia, el significado del arte prehistórico no está a nuestro alcance. Sin lugar a duda constituía un sistema de comunicación visual basado en pinturas y grabados, realizados sobre distintos soportes, por seres humanos idénticos cognitivamente a nosotros. Su complejidad de pensamiento era muy elevada, pese a las evidentes limitaciones de su tecnología en comparación a la actual. El significado del lenguaje visual del arte levantino, como el de cualquier otro arte prehistórico, se perdió cuando desapareció la cultura que lo produjo”, explica el profesor.

No obstante, la viveza de las imágenes del arte levantino ofrece una oportunidad excepcional de “acercarnos a los modos de vida de la Prehistoria”. Cazadores armados con arco y flechas persiguiendo a presas tales como ciervos, cabras, caballos o toros; personajes ataviados con elaborados tocados que adornan sus cabezas; enfrentamientos entre guerreros de bandos opuestos, e incluso, grupos de personajes que parecen ser prisioneros, y que eventualmente son ejecutados; mujeres conversando, o participando en acciones simbólicas de compleja interpretación.

Ruiz López las define como “uno de los mejores ejemplos a nivel mundial de la interacción del ser humano con su entorno y de la capacidad de adaptarse a las cambiantes condiciones climáticas y ambientales de la Prehistoria”. Imágenes que reflejan una realidad mundana, pero que, sin duda, estuvieron dotadas de un profundo simbolismo. Buen reflejo de ello es su perduración a lo largo de milenios, algo apreciable en la sucesiva incorporación de otras formas de pintura rupestre, por ejemplo, de arte esquemático como en el caso de Cueva de la Vieja, e incluso de textos alusivos a los rituales que se debían realizar en estos abrigos escritos en íbero o en latín, como sucede en el caso de El Cogul, las pinturas rupestres más famosas de Lleida.

Pigmentos naturales obtenidos de la naturaleza

Estas pinturas rupestres, como la mayoría de las prehistóricas, se realizaron con pigmentos minerales que se extraían de la naturaleza. El profesor destaca que las pinturas rojas, las más frecuentes, se realizaron con óxidos de hierro, procesadas y tratadas de diversas maneras para dar lugar a la variedad de tonos que se observan en los abrigos, y en particular en la Cueva de la Vieja. Las pinturas negras fueron realizadas con carbón vegetal o con óxidos de manganeso. Las pinturas blancas, ausentes en la Cueva de la Vieja, pudieron emplear diversos pigmentos, desde carbonato cálcico a arcillas.

“Los análisis químicos y arqueométricos realizados no han identificado la presencia de sangre, algo asumido con frecuencia en el imaginario popular, pero no se puede descartar que se emplearan otras sustancias orgánicas como aglutinantes, tales como leche, huevo o miel, para facilitar la aplicación de la pintura en las finas líneas típicas del arte levantino”, comenta el experto.

El abrigo de Cueva de la Vieja “no ha recibido la atención que merecía” hasta apostar por su recuperación

“En justicia, no se puede afirmar que el abrigo de Cueva de la Vieja haya estado abandonado, aunque desde luego, no ha recibido la atención que, sin duda, merecía. El abrigo cuenta con protecciones físicas desde hace décadas, pero ello no fue impedimento para que la inveterada costumbre de humedecer las pinturas afectase con especial saña a este abrigo”, explica el profesor de la UCLM.

Precisamente, la espectacularidad de sus figuras ha atraído a mucha gente, quienes las mojaban para mejorar su visión, sin ser conscientes de que con ello estaban contribuyendo a su deterioro. “Los mismos investigadores seguían el mismo procedimiento hasta hace relativamente poco para poder observar las figuras. Humedecer las pinturas disuelve las sales de la roca favoreciendo que vuelvan a precipitar en su superficie. De esta manera, se fue formando un velo blancuzco, básicamente yeso, durante décadas que terminó por ocultar, casi por entero, estas magníficas pinturas rupestres”. añade.

Precisamente, el mal estado en el que se encontraban fue lo que animó a la actual Corporación municipal a apostar decididamente por su recuperación. “Han tenido que pasar décadas para que un equipo de gobierno municipal tuviera la necesaria sensibilización hacia la riqueza patrimonial de Alpera, y, de este modo, se invirtiese la tendencia, devolviendo su esplendor a este yacimiento arqueológico y a otros elementos patrimoniales de Alpera”, indica Juan Francisco Ruiz. En el caso de la Cueva de la Vieja, se decidió acometer una actuación integral, es decir, que estuviera respaldada por datos científicos que garantizasen su recuperación, y que fuera realizada por reputados especialistas.

En primer lugar, se realizó un diagnóstico para identificar los procesos de deterioro que presentan estas pinturas, de la mano del equipo de Juan M. Madariaga, de la Universidad del País Vasco, y un análisis termográfico por parte de Rubén Pérez. Los resultados de estos análisis concluyeron que no se apreciaban indicios que desaconsejasen posteriores acciones de conservación. A partir de ello, se emprendieron labores de limpieza y consolidación, que no de restauración, de la mano de Laura Ballester y Eudald Guillamet, que han sido capaces de devolver las pinturas de Cueva de la Vieja a un estado muy similar al que debieron tener en el momento de su descubrimiento.

En los últimos meses se ha completado una documentación digital completamente nueva para registrar su estado actual por parte del equipo de Juan F. Ruiz, de la Universidad de Castilla-La Mancha, con Paula Hernáiz, Josep Lluís Amer y Camila Muñoz. Estos nuevos trabajos arqueológicos, incluyendo reproducciones digitales, modelos 3D y fotografías gigapíxel, han vuelto a poner de manifiesto la importancia de este excepcional enclave, con la identificación de algunas figuras inéditas y la constatación del largo periodo de uso de este abrigo. En este sentido, manifestado en la multitud de repintes, superposiciones, y añadidos a lo largo del tiempo que reflejan la singular importancia que tuvo para sus autores, y que en la actualidad siguen teniendo como elemento identitario y como referencia para el estudio del arte rupestre.

Un reclamo turístico para Alpera

Ana María García, auxiliar de Turismo en el Ayuntamiento de Alpera confía en que los trabajos de restauración consigan engrandecer la riqueza cultural del municipio además de un relanzamiento del turismo local. Y que, de cara al futuro, suponga un sello de garantía de permanencia del patrimonio artístico del pueblo.

El trabajo realza más las pinturas rupestres gracias a un mayor contraste que permite distinguir nuevas figuras que hasta ahora estaban ocultas. En consecuencia, “el incremento de visitantes a los ya existentes, permite impulsar el turismo, sostenible y de calidad, en nuestro municipio con nuestro patrimonio, la Cueva de la Vieja, como principal exponente declarado de Bien de Interés Cultural y Patrimonio de la Humanidad. A lo que hay que añadir el Pozo de la Nieve que es uno de los neveros más grandes de España y el mayor de Castilla-La Mancha que fue también declarado Bien de Interés Cultural”, añade García.

La Cueva de la Vieja, un yacimiento ubicado en el paraje de El Bosque a unos 4,5 kilómetros de Alpera es de fácil acceso y se puede visitar todos los días en horario de 9:30 a 13:00 horas, con cita previa llamando al 623 22 94 56.

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