La Sierra Norte de Guadalajara, epicentro del temporal de nieve en Castilla-La Mancha
Cantalojas, una localidad de 100 habitantes de la Sierra Norte de Guadalajara, ubicada a 1.300 metros de altitud y las poblaciones cercanas se convirtieron en el principal foco de atención, cuando a comienzos de esta semana los termómetros se derrumbaron hasta alcanzar los -20ºC, la temperatura más baja del país.
El último temporal de nieve que afectó entre los días 6 y 9 de enero a algunas de las zonas más montañosas de Castilla-La Mancha, es decir, la Sierra de Guadalajara, las parameras de Molina de Aragón, la Serranía de Cuenca y el sur de Toledo, dejó temperaturas mínimas y una abundante precipitación de nieve cercana al metro de nieve en la Serranía de Guadalajara. Las espléndidas imágenes de carreteras, bosques y pueblos anegados de nieve hacía años que no se veían en la Serranía de Guadalajara, según cuentan los lugareños. En otros puntos de la región como en la Serranía de Molina se registró una mínima de -10ºC; en la Serranía de Cuenca -8ºC y en La Mancha de Toledo, una temperatura de -6ºC, durante la jornada del 8 de enero.
En concreto, la entrada de una intensa borrasca de aire frio polar, acompañada de una bajada continuada de las temperaturas por debajo de los 0ºC, de la cota de nieve, inferior a los 1.000 metros y la presencia de fuertes precipitaciones dieron como resultado la copiosa nevada que cayó durante varios días en este perímetro entre Cantalojas, Campisábalos, Galve de Sorbe hasta llegar incluso a Sigüenza, capital de la comarca serrana, situada a 60 kilómetros. En la ciudad seguntina, el 9 de enero el termómetro caía hasta los -14,4ºC.
Una circunstancia atmosférica que, si bien, no se repite cada año, no es tampoco extraordinaria en estos enclaves de la geografía castellano-manchega, según advierten los expertos en meteorología. “Ha sido una nevada de categoría, generosa en precipitaciones, pero normal en esta estación y latitud. En cambio, se han dado situaciones anómalas en lugares donde normalmente no nieva como la nevada de cinco centímetros que cubrió el municipio de San Pablo de los Montes, al sur de la provincia de Toledo”, afirma Paloma Castro, delegada de la Agencia Estatal de Meteorología en Castilla-La Mancha (AEMET).
En otras ciudades como Toledo, la precipitación recogida de 33 mm en los primeros diez días de 2018 ya supera al valor medio de 26 mm. En cambio, la precipitación acumulada en Ciudad Real fue de 28,6 mm, 7 mm menos que el valor habitual para esta época del año.
La nieve es noticia
Jorge Molinero es vecino de Cantalojas, se dedica a la fotografía y trabaja en la extinción de incendios durante el verano. De su factura son algunas de las mejores fotos del pueblo que se han publicado de la ola de nieve en las redes sociales: “Es impresionante ver tanta nieve, lo he disfrutado desde casa, porque estaba de vacaciones y creo que es la nevada que más expectación ha producido en los medios que recuerde”.
A seis kilómetros de Cantalojas, los vecinos de Galve de Sorbe recibieron esta primera gran nevada del invierno con naturalidad, sin sorpresa y con alegría, después de un otoño seco y sin cosecha de setas. “El paisaje estaba precioso y los niños se tiraban en trineos desde el castillo. Hacía años que no nevaba tanto, pero estamos acostumbrados y nos avisaron de que iba a pasar”, señala Azucena Márquez, galvita que vive con su familia en esta bella localidad de la Serranía de Guadalajara. La falta de pan el domingo, las calles atascadas y el corte de la ruta escolar a Ayllón (Segovia) o de televisión fueron algunos de los obstáculos que los serranos tuvieron que afrontar durante las jornadas del temporal.
Sin embargo, a pesar de la ‘normalidad’ con la que los servicios meteorológicos interpretan la irrupción del frio y de la nieve en las cotas más elevadas de la región en la provincia de Guadalajara, Cuenca o en las Sierras de Almaraz y del Segura, en Albacete, el tiempo sigue levantando una expectación social inusitada. Esta semana, el epicentro de esta ola de frio en la región, Cantalojas y sus alrededores se trasformaron en improvisados escenarios de directos de programas de televisión que buscaban la mejor imagen de nieve y el testimonio de los lugareños. Algunos digitales o radios titulaban: ‘Cantalojas, el pueblo a -20ºC en el que sus vecinos no notan mucho el frio’ (El Español) u ‘otra madrugada heladora en Cantalojas. Vuelve a marcar la mínima de España’ (Ser).
Para Vicente Aupí, periodista especializado en clima, “la meteorología es la información más consultada en Internet. Antes era la gente del campo la que se preocupaba del tiempo, ahora se aprecia una mayor demanda en las ciudades, porque muchos de nuestros planes de vacaciones, ocio y entretenimiento dependen del tiempo que se va a dar”.
De hecho, el espacio del tiempo que emite la televisión de Castilla-La Mancha (CMM) fue el más visto por el espectador durante los días del temporal y la audiencia repuntó el fin de semana pasado hasta el 12%, según confirman desde la propia cadena. Jonathan Gómez Cantero, geógrafo-climatólogo y presentador del tiempo en esta cadena asegura a este digital que “hay veces que se convierte en noticia una situación meteorológica normal en el invierno porque estos fenómenos despiertan interés ya que cada vez somos más urbanitas y guardamos menos relación con el tiempo atmosférico y eso nos hace más vulnerables ante el riesgo de quedar atrapados en una nevada por no estar preparados para salir de ella con el depósito del coche lleno y unas cadenas”.
Prueba de que el último temporal de nieve es algo habitual en estas fechas es que para este sábado se espera el acceso de una nueva borrasca fría que se desplazará desde el noroeste de la península al mediterráneo y durará hasta el lunes, 15 de enero. Según apunta la previsión meteorológica, descenderán las máximas y las mínimas, que se establecerán por debajo de 0ºC; la cota de nieve se situará por debajo de los 1.000 metros y existe probabilidad de precipitación en forma de nieve en las zonas de montaña de la Sierra Norte de Guadalajara, Molina, Serranía de Cuenca y en la Sierras de Alcaraz y del Segura, en Albacete.
En cuanto a cómo se comportará este invierno en Castilla-La Mancha no es posible hacer una previsión de toda la estación, porque la predicción se hace en un periodo máximo de 72 horas. En enero se sucederán varios frentes fríos que dejarán más precipitaciones en suelo castellano- manchego. De acuerdo con la previsión estacional de la AEMET, este invierno se caracteriza por un predominio de situación anticiclónica, en febrero, con temperaturas más elevadas que se conoce como anomalía cálida ligera. “Es el mejor tiempo posible para los campos y pastos nuestra región, después de la prolongada sequía que arrastramos y que tuvo a 2017 como el año más cálido y segundo más seco desde que hay registros (1961). Debemos concienciar a la gente de que el clima ha cambiado”, concluye Carlos Macías, responsable del tiempo de la televisión autonómica.
Molina, en el triángulo del frio ibérico
“Las temperaturas más bajas se alcanzan de madrugada, tras una hermosa noche estrellada. Una niebla glacial cubre el fondo del valle y los primeros rayos del sol; la escarcha en árboles y tejados nos dibuja un hermoso cuadro. Los días que siguen a estas noches son fríos, pero espléndidos”.
Con este esbozo literario del gélido frio que se vive en La Brevine, conocida como la Siberia suiza, arranca el libro ‘el triángulo de hielo: Teruel-Calamocha-molina de Aragón’, un estudio sobre la realidad climática que define a esta zona que se extiende entre las provincias de Teruel y Guadalajara, considerada como el polo del frio español. Escrito por Vicente Aupí, periodista y divulgador científico, especializado en climatología y astronomía, la publicación, en 2013, coincidió con el 50 aniversario del récord estatal de -30ºC que se alcanzó en Calamocha (Teruel).
En la comarca de Molina, la típica orografía de paramera y de horizontes abiertos, unida a la altitud, que en algunos enclaves como Orea alcanza los 1.400 metros, hacen que los episodios meteorológicos de bajas temperaturas y nevadas se repitan cada 5 o 10 años en esta área, bautizada como el polo del frio español o la Laponia del Sur. En palabras de Aupí a este medio, “la conjunción de viento en calma, cielos despejados y suelo nevado son los tres factores que han de darse simultáneamente para que se produzca ese ambiente térmico gélido. Este experto en información climatológica ha medido el clima desde su estación oficial meteorológica de Torremocha del Jiloca, en Teruel, desde 1985. Según sus datos, en 2001 tuvo lugar la última ola polar en el triángulo del frío. Durante esos doce meses, la máxima anual fue de 10,7ºC y la mínima no superó los -3,5ºC.
Este fenómeno, denominado inversión térmica, se sucede de forma cíclica cuando el aire frio de las capas altas de la atmósfera desciende a las zonas llanas, mientras que el aire cálido de la superficie asciende. El cielo abierto y el viento en calma originan ese descenso extremo del termómetro. Molina de Aragón es él área poblada de España en la que se han registrado los mínimos históricos más significativos como los -28,2ºC, de 1952. Más recientemente, en diciembre de 2001, la temperatura máxima durante diciembre no superó los 0ºC.
Pero, para los molineses, estas olas de frio no son algo insólito. Están incorporadas con naturalidad a su vida cotidiana en invierno: “No nos asusta la nieve, porque en Molina lo normal es que nieve en enero. Aquí la gente es longeva y está acostumbrada al frio. Lo importante es comer, dormir, disfrutar de buena lumbre en casa y arroparse”, asegura a eldiarioclm.es Ángel Luis López, agricultor y propietario de una casa rural en la Yunta, una población situada a 21 kilómetros de la capital de la comarca, Molina de Aragón.
La estampa del frío polar, la nieve, la cellisca o los carámbanos colgando de los tejados de las casas de piedra forman parte del paisaje y la identidad de esta tierra milenaria. De hecho, este rasgo atmosférico ha forjado durante siglos su carácter y algunas de sus tradiciones culturales más arraigadas como la matanza del cerdo, un ritual familiar que se acostumbraba a celebrar durante el invierno en los pueblos castellanos.