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CIUDAD REAL

'Yo, adicto', el teatro como terapia sanadora en la cárcel de Herrera de la Mancha

Representación de Addictus en la prisión de Herrera de la Mancha como terapia contra las adicciones

Inma Sánchez Morate

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El setenta por ciento de la gente que ingresa en el centro penitenciario de Herrera de la Mancha tiene un problema serio con las drogas. Mientras permanecen alejados de la sociedad, esta institución penitenciaria de la provincia de Ciudad Real les ofrece una oportunidad para reconducir sus vidas y atiende sus adicciones con tratamiento farmacológico, psicológico y terapéutico.

Los programas desarrollados con la colaboración de las organizaciones Proyecto Hombre y Cruz Roja son una oportunidad de reconstrucción personal, pero ¿cuántos se desenganchan y cuántos no lo consiguen? “No es algo que se puede medir en cifras puras y duras, porque la gente cambia en las distintas etapas de su vida”, dice Miguel Ángel Murcia, que lleva nueve años como subdirector de Tratamiento en esta prisión que se encuentra en Manzanares. En ella residen actualmente 400 personas privadas de libertad. “Ofrecemos posibilidades, llegamos hasta donde podemos llegar. Mientras están en prisión la tutela es nuestra, pero, una vez que salen a la calle, no tenemos capacidad de saber”. Y en la calle no se sigue el mismo procedimiento. 

Según el subdirector de Tratamiento, Herrera de la Mancha cuenta hoy con suficientes recursos en cantidad y calidad para el abordaje de toxicomanías “pero el mejor tratamiento del mundo se enfrenta luego a la realidad social y muchos proceden de ámbitos muy marginales donde la droga forma parte de su vida cotidiana”. 

La dependencia del cannabis lidera una escala devastadora en la que siguen la heroína, cocaína, drogas de diseño y por supuesto el alcohol, que tiene un programa específico en la prisión. Mención aparte merecen los psicofármacos, cuya adicción sigue disparada “y constatamos que la gente ingresa muy enganchada. Desmontar todo esto cuesta, pero estamos en ello”.  

 Cualquier intervención en este ámbito debe partir de la voluntariedad de la persona afectada. La prisión es para muchos de ellos la primera ocasión de acercarse a la cultura y “el teatro es una herramienta terapéutica de primera”, afirma Miguel Ángel Murcia.

En 2022, Cruz Roja puso en marcha un taller de teatro asociado a su Programa de Adicciones. Elena Santiago es la psicóloga que está al frente y explica el propósito del teatro como herramienta terapéutica, que no es otro que trabajar de manera transversal temas como la igualdad de género, la educación ambiental y este año, coincidiendo con el veinticinco aniversario del programa, las adicciones.

“Las adicciones son el síntoma de un interior totalmente herido”

Las palabras son poderosas. Designan y dan forma a lo que nos rodea. Tienen la capacidad de crear y destruir y un destacado papel en nuestro diálogo interno. De ahí la importancia de poner nombre y palabras a nuestras sensaciones, emociones y sentimientos.  

¿Cómo expresar el fracaso y la soledad, el sentimiento de culpa y de impotencia, el sufrimiento interior siendo una persona toxicómana y privada de libertad? Probablemente, no te has hecho nunca esa pregunta. No te has visto en la necesidad. 19 internos de la prisión de Herrera de la Mancha sí lo han hecho y a través de la expresión teatral han encontrado las palabras para comunicar sus limitaciones y su realidad de personas drogodependientes. 

Tras un proceso iniciado en febrero de 2024, se han subido al escenario con una historia real y profundamente humana. La obra se titula Addictus y es una adaptación del libro titulado Yo, Adicto (Paidós, 2021), escrito por el director de cine Javier Giner. Con este libro, convertido posteriormente en serie televisiva de éxito, el autor trata de desestigmatizar la adicción y otros trastornos de salud mental asociados a ella. “Les ha ayudado -dice la psicóloga- a darse cuenta de su realidad, porque cuando la tienes que explicar no encuentras las palabras. A través de la obra las han encontrado”.

Suya fue la idea de representar esta narración en primera persona sobre cómo Javier Giner superó, con ayuda, su adicción al alcohol y a la cocaína y consiguió recuperar su vida. Los internos han hecho el resto como actores de la obra, confeccionando los decorados del escenario, la iluminación y el sonido. Se estrenó el pasado 19 de diciembre para un público de presos y funcionarios del centro.  

El teatro les ha ayudado a darse cuenta de su realidad, porque cuando la tienes que explicar no encuentras las palabras. A través de la obra las han encontrado

Elena Santiago Psicóloga en la prisión de Herrera de la Mancha

Elena Santiago dice haber encontrado el libro por casualidad. “Es una maravilla y lo recomiendo encarecidamente, porque habla desde la vivencia personal y ellos se identifican muchísimo. Me ha gustado la realidad con la que el autor cuenta su propia experiencia. Trabaja desde el interior porque las adicciones al final son el síntoma, pero hay un interior que está totalmente herido que hay que reconstruir” 

Su relato da una idea de las variopintas circunstancias que se cruzan en el centro penitenciario. Por eso empezaron diecinueve reclusos, pero terminaron diez. Dos de ellos salieron en libertad condicional. Uno abandonó. Otros dos fueron propuestos por la Junta de Tratamiento para ser derivados a una comunidad terapéutica en la que seguir siendo tratados, algo reservado a reclusos de tercer grado, explica el subdirector de Tratamiento, que pueden ir a una comunidad terapéutica o recurso externo a propuesta de los centros penitenciarios y con un estudio pormenorizado del perfil del interno. 

Javier Giner celebra la iniciativa y “quiere ver la obra” 

Agradecimiento es la palabra más pronunciada por dos de los reclusos que están siendo acompañados por Cruz Roja en su camino de deshabituación. La dirección de Herrera de la Mancha autorizaba a ElDiario.es Castilla-La Mancha a hablar con ellos.

“He conseguido una vida nueva -dice Ángel, que se introdujo en las drogas siendo un crío- y llevo 19 meses sin consumir tanta como consumía. Me veo muy bien y no tomo fármacos” y añade que si pudiera hablar con Javier Giner “le daría las gracias por haber tenido el valor de escribir sobre este enorme problema y por habernos dado el ánimo para levantarnos de lo que nos ha hecho caer. Yo lo estoy intentando. Voy por la mitad del camino, pero me siento fuerte”. 

Del mismo modo, Juan Antonio, que con 39 años cumple una condena de veinte, dice estar seguro de que lo que ha escrito Giner “habrá ayudado a más de uno y si me ha llegado a mí, que tengo muchos años en prisión, le ha llegado a mucha gente. Quiero felicitarle, ante todo”. Tras haber participado en varios programas similares en Ocaña I y II, nos habla de la satisfacción personal de poder demostrar su evolución ahora que sale con permisos.

En la obra de teatro los internos representan las diferentes etapas por las que pasa una persona cuando entra en la espiral del consumo de drogas. “Fases que van desde el enamoramiento, la luna de miel, la traición, la ruina y el apresado. El gran drama de la adicción que te convierte en algo que no eres. En una persona autodestructiva que destruye también todo lo que hay a nuestro alrededor”.

Los papeles se repartieron teniendo en cuenta las coincidencias de los actores con los personajes en los que han identificado el carácter impulsivo, el bajo nivel de autocontrol, la poca tolerancia a la frustración, la culpabilidad y su relación con la familia. “El vínculo tiene un papel importante en la recuperación. Tenemos también un Programa de Familia -explica Elena Santiago- con encuentros trimestrales y es verdad que cuando la familia apoya y acompaña, el porcentaje de éxito en mucho mayor. Pero hay personas que han perdido el vínculo porque llevan muchos años consumiendo y están solos”.

El teatro terapéutico ya fue una buena práctica hace unos años cuando representamos otra obra sobre violencia de género

Elena Santiago Psicóloga en la prisión de Herrera de la Mancha

Se estudia la manera de volver a representar Addictus para familiares y que el autor del libro, que ya va por su novena edición, pudiera acudir. “Javier Giner ha contactado con el grupo y quiere conocerles, tras celebrar públicamente la iniciativa en sus redes sociales. Están encantados con que esto haya ocurrido y muy contentos”. 

La psicóloga cree interesante que la obra pudiera exportarse a otras prisiones para trabajar con ella el autoconocimiento de reclusos drogodependientes y su crecimiento personal. “El teatro terapéutico ya fue una buena práctica hace unos años cuando representamos otra obra sobre violencia de género”. Elena Santiago recibió por ella la Medalla de Bronce al Mérito Social Penitenciario. “Se valoró y se extendió a otros centros penitenciarios con el mismo programa, porque a través del teatro se pueden cambiar vidas. Es una herramienta muy potente”

200 reclusos reciben cada año el apoyo de Cruz Roja para dejar sus adicciones 

La organización desarrolla el Programa de Adicciones en la prisión de Manzanares desde 1999. Junto a Elena Santiago trabajan hoy Milagros, María José y Alonso como voluntarios. Se financia con una subvención de la Junta de Comunidades a través de la Fundación Sociosanitaria y del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 con cargo al 0,7 por ciento del IRPF.

La media de permanencia de los reclusos que reciben terapia grupal y sesiones individuales es de nueve meses dependiendo de su evolución y se atiende cualquier tipo de adicción a sustancias y juego patológico en algunos casos también. Con edades entre los 20 y los 55 años, Elena Santiago reconoce cada vez más casos de patología dual: enfermedad mental y discapacidad intelectual asociada a adicciones 

Javier Giner escribió su libro con la esperanza de que pudiera enseñar a personas adictas que existe una salida y que las heridas internas y externas pueden curarse.

El momento decisivo espera fuera de la prisión. Cruz Roja también tiene entonces programas de acompañamiento en el exterior para ayudar a normalizar sus vidas, pero la terapeuta no quiere arriesgar un porcentaje de éxito “porque es complicado”. Por el momento Ángel no piensa en ese día, solo en “salir mejor”.

Dentro de cuatro años termina la condena para Juan Antonio, que empezó a consumir drogas con quince. “Ya voy cuesta abajo. Mis hijos eran pequeños cuando entré en prisión. Estaba enganchado. Mi hijo tiene ahora 23 años y tengo una nieta de tres años y medio. Estamos buscando un piso más grande, pero ahora comienza lo duro. Lo peor es cuando sales. A ver a dónde vas. 

 “No estás solo. No estás sola. Si tú o alguien que conoces está en crisis o necesita apoyo. Hay recursos que pueden ayudar”, dice un rótulo al final de cada capítulo de la serie Yo, Adicto.

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