La vida alrededor del Tajo en la capital castellanomanchega ha cambiado radicalmente en los últimos 50 años, desde que comenzaron a darse los primeros episodios de una contaminación que llevó a prohibir el baño en el río a su paso por todos los municipios de la provincia de Toledo. Los recuerdos de aquellos días aún perduran en el imaginario de la ciudadanía que pudo disfrutar del patrimonio medioambiental más importante de la ciudad, tal y como han recogido en un estudio de investigación titulado 'Testimonios del Tajo en Toledo'.
La iniciativa parte de la Cátedra del Tajo -auspiciada por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y Soliss- y su objetivo es construir un relato específico de las vivencias entre 1940 y 1970 en torno al río, mediante un proceso de memoria colectiva -término acuñado por el filósofo y sociólogo Maurice Halbwachs-. Para ello, realizaron entrevistas a 21 personas de entre 55 y 97 años de edad con las que han tenido una primera aproximación a la identidad que existía vinculada a las actividades que se desarrollaban en el río y en su propio entorno.
Marta Aguilar y José María Bleda, de la Universidad de Sevilla y de la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss respectivamente, presentaron los resultados de esta investigación sociológica en la Real Fundación de Toledo, con la presencia de varias de las personas entrevistadas. El discurso colectivo que se genere, basado en las experiencias, sentimientos o emociones relacionadas con el río, pretende servir también de acicate a la movilización y a la realización de propuestas para la recuperación de espacios en el entorno del río para su uso público.
Además, en una segunda fase de este proyecto de investigación, recalcó Aguilar, quieren realizar un documental y poner en marcha grupos de discusión que complementen y mejoren esa memoria colectiva.
La identidad que se ha perdido
“La relación de Toledo con el río Tajo se pierde en 1972 -año en el que el 19 de julio se hizo oficial la prohibición del baño-... muchos jóvenes ya han perdido esa memoria e identidad que tenían sus padres o abuelos”, relató la investigadora. Además de un lugar de ocio, los testimonios recogidos trasladan la relación socioeconómica y cultural de la ciudad con el río a través de distintos oficios -como pescadores o aguadores- y de las fincas y huertos que surgieron a su alrededor.
Baños, Safont, barca, familia, peces, orilla o trasvase son algunos de los términos que más se citaron en las entrevistas en profundidad que realizaron y que recogieron en una nube de palabras, tal y como destacó Bleda, que subrayó que “lo más importante era el baño, la experiencia vivida en el río”. “Era un placer de la vida”, apuntaba Lola, una de las entrevistadas, que mantenía también en sus recuerdos “tocar la hierba que había de camino al río en la finca del tío”.
“La gente que hemos entrevistado eran niños entonces y sus vivencias fueron distintas a la que tuvieron como jóvenes”, señaló el investigador, quien distinguió entre los juegos infantiles que practicaba los más pequeños y otros más ligados a la adolescencia, como ver quién era capaz de llegar a la otra orilla del río o incluso los que descubrieron “los primeros besos” en este entorno.
Zonas de baño
El estudio también les ha servido para identificar las zonas de baño tradicionales en la ciudad. “No sólo eran las dos orillas de Safont sino cualquier zona entorno al Casco, buscando la cercanía de los hogares, huertos y trabajos”, manifestó Bleda, que dio detalles de la socialización que se generaba alrededor del río, del impacto que tenía en la economía, de las emociones que despertaba y del medio ambiente que se compartía en la ciudad en su entorno.
Con las entrevistas han identificado también lo relevante que era la cultura gastronómica que se generaba con las distintas especies de peces en el río -anguilas, cangrejos, carpas o barbos-, la relación que se mantenía con otros entornos de la ciudad -como la Casa del Diamantista, los puentes, la zona de la Cava o Fábrica de Armas- o las emociones enfrentadas entre esos bonitos recuerdos y otros más amargos una vez que se cortó la relación con el río.
“El olor, las primeras espumas o el trasvase” fueron algunos de los elementos que comenzaron a concienciar del mal estado que presentaba el Tajo y que promovió la primera manifestación en defensa del río en la ciudad en los años 70. Manifestaciones que se han venido repitiendo desde entonces gracias al impulso de distintos colectivos que también presenciaron la conferencia de la Cátedra del Tajo.
Entre ellos se encontraba Alejandro Cano, presidente de la Plataforma en Defensa del Tajo en Toledo, quien recordó que cuando en el año 2008 empezaron a realizar concentraciones para denunciar el estado del río, había quien les daba “una palmadita en la espalda”. “Hacía mucho tiempo que la gente tiró la toalla, pero esto cambió”, refrendó Cano, que aboga por “no ser tacaño con los objetivos y deseos” de recuperar el río tal y poder disfrutar de él como relataban los testimonios recogidos en esta investigación.