Lugares como las Chorreras del río Cabriel, un conjunto de pozas de agua cristalina en la provincia de Cuenca, son el emblema que defienden las regiones de interior para hacerle frente al invencible turismo de sol y playa. Pero, ¿qué pasa cuando el turismo hace más daño que bien a zonas naturales que los lugareños llevan años atesorando? “Teníamos un problema enorme de masificación”, recuerda Sergio de Fez, el alcalde de Enguídanos, localidad cercana al paraje natural.
Él mismo es empresario rural en la zona y reivindica que han sido “valientes” al poner coto a los visitantes que empezaron a descontrolarse. “La masificación no es buena para nadie, ni para el paraje, ni para el turismo, ni para la seguridad de los visitantes, ni siquiera para el que va a disfrutar”, describe de Fez. Tanto en Enguídanos como en Víllora, otra localidad vecina, se han instalado aparcamientos con acceso mediante reserva que sirven para limitar el aforo del paraje. Actualmente, solo se permite el paso a 300 personas por día.
Este emblemático enclave natural se extiende por 1,5 kilómetros en los que el río Cabriel ha excavado un cañón fluvial dando origen a grandes pozas de agua, que se comunican entre sí a través de pequeñas cascadas. La imagen deja de ser idílica, eso sí, cuando la afluencia de público supera el millar de visitantes por jornada.
Un punto al que llegaron las Chorreras antes de su declaración como monumento natural, que ocurrió en 2019. Al decretarse esta declaración, el Gobierno de Castilla-La Mancha recalcaba que parte de la misma era regular el uso público del espacio para que fuese compatible con la conservación de los recursos naturales.
Jaime Rodríguez, doctor en Ciencias Ambientales, fue uno de los autores del estudio de caracterización del uso público del espacio natural de Las Chorreras del río Cabriel, que se realizó en 2017. En dicho documento se constata que la afluencia de visitantes a las Chorreras efectivamente “sobrepasaba” la capacidad de carga del lugar, tanto la física, como la ambiental, pero incluso también la psicológica de los visitantes. Y también la turística.
En resumen, se concluía que no había aspectos positivos. “Llegamos a contar mil y pico personas. Y en el caso de las Chorreras esto llegó a generar una situación insostenible”, destaca el experto. Al ser un lugar “casi único” en Europa y con un “alto valor ecológico”. “Hablamos de un impacto físico, con el pisoteo, pero también un impacto químico por la presencia de cremas en el agua y la cantidad de basura enorme que se montaba en el paraje como consecuencia de la mala educación”, resalta Rodríguez.
Un punto “intolerable” de visitas
Las cosas han cambiado, pero solo después de que se llegó a ese punto “intolerable” en el que se ponía en peligro la conservación de unas características naturales que “prácticamente son únicas en Europa”. “Entonces se determinó que para conservar el paraje había que limitar el acceso”, señala.
En 2022, las Chorreras fueron noticia porque se registraron ocho accidentes en apenas dos semanas. Se hizo un llamamiento al civismo por parte de las administraciones públicas, al considerar que los accidentes no se debían a la falta de seguridad en el lugar, sino a la “imprudencia de los visitantes”. Entonces el aforo ya estaba controlado, pero ese año, fuentes municipales advertían de que el número de visitantes llegó a superar los 2.000 por día.
Es una pena que ocurran estas cosas, porque limitas el libre acceso de la gente a parajes naturales que son de todos, pero a veces no queda otro remedio para poder conservar el recurso natural
Entonces, el Gobierno de Castilla-La Mancha puso en marcha el proceso de información pública para regular las actividades de uso público en el lugar. El objetivo era, literalmente, “reducir la masificación de visitantes que pone en riesgo la conservación de los valores naturales del espacio natural protegido”. La misma ciudadanía pedía entonces establecer un aforo restringido para el acceso.
“Es una pena que ocurran estas cosas, porque limitas el libre acceso de la gente a parajes naturales que son de todos, pero a veces no queda otro remedio para poder conservar el recurso natural”, reflexiona Rodríguez. Antes de establecer estos límites, se había intentado de “forma pasiva”, controlando el número de vehículos, por lo que se volvió necesario establecer un control más activo, con un ticket de acceso que debía ser reservado.
Para el sábado 3 de agosto de 2024, por ejemplo, solo era posible reservar un turismo para tres personas a través del aparcamiento del municipio de Enguídanos y el coste es de 10 euros por vehículo.
Responsabilidad del visitante
Tras realizar el estudio de 2017, Rodríguez señala que se llegó a otra conclusión y es que el visitante que acudía a las Chorreras no era realmente el más deseado. “El perfil no interesaba en absoluto, ni al monumento natural, ni a la Junta de Comunidades, ni a los municipios implicados”, recuerda el experto. ¿Qué perfil es este? En resumen: el temido dominguero. “Llega, pasa ocho horas en el paraje, suele dejarlo todo lleno de basura, no gasta ni un euro en la zona, porque viene con la nevera y se va. Solo genera gasto, a través de un problema ambiental”, describe el doctor.
Por eso, para Rodríguez es importante, efectivamente, poner coto a las visitas. Pero más que esto, se trata de plantear cómo educar a la ciudadanía para que sus visitas a los parajes naturales como las Chorreras no sean un peligro para su protección.
“En los estudios de uso público que hemos hecho en varios puntos de la provincia de Cuenca, hemos visto que la educación ambiental 'in situ' del paraje no sirve de demasiado. Yo creo que se debe tratar de una educación a nivel general de la población, porque no somos conscientes de que nosotros somos los invitados en el paraje natural y que nuestra huella debe ser lo más reducida posible”, reflexiona.
Por eso, aboga por una educación ambiental desde las edades más tempranas, y que sea “transversal” en todo el sistema educativo. “Esto es algo que no existe, porque es muy complicado, porque tarda mucho tiempo en producir efectos. Pero es lo que mejor funcionaría para cualquier paraje natural, esté protegido o no”, asegura Rodríguez.
“Consumimos naturaleza como consumimos cervezas”
Toni Jorge no solo es portavoz de ACEM Ecologistas de la Manchuela, sino también es vecino de Víllora, otro de los municipios que se encuentran en las cercanías de las Chorreras. De hecho, dejó de ir “porque se ponía enfermo” por la situación. “Todo ha mejorado mucho desde 2019”, reconoce, aunque también advierte de que se “ignoraron por completo” todas las propuestas de su organización al crear la normativa de uso.
Todas las limitaciones han supuesto “un balón de oxígeno” para la zona. “Hablamos de un entorno muy frágil que llegó a morir de éxito tras publicitarse por las redes sociales. Parajes como las Chorreras tienen cada vez más presión antrópica. Aquí en el [río] Cabriel, hay zonas que han llegado al límite por la explotación del turismo de aventura”, describe.
Jorge apunta también a la educación. “Las redes sociales han hecho muchísimo daño, pero más daño hace nuestra educación. Estamos consumiendo naturaleza como consumimos cervezas, pero esto no es un bien de consumo, sino un entorno donde se vive y hay que acercarse a ella con respeto y desde el conocimiento”, describe el ecologista. Son varios los parajes en esta situación en Castilla-La Mancha donde Ecologistas en Acción ha detectado los efectos de la masificación del turismo.
La organización celebró su última asamblea en las Lagunas de Ruidera. “Pudimos ver en terreno el nivel de urbanización del entorno, que es absolutamente terrible, y las vecinas nos comentaban que en verano era exactamente igual que en Benidorm”, relata.
La “tendencia” es limitar
Volvemos al alcalde de Enguídanos, Sergio de Fez. El socialista explica el sistema que se ha implantado ha permitido frenar la masificación, aunque el proceso no ha sido inmediato. “Esta es la tendencia que vemos en todos los sitios. Vamos todos en el mismo camino, el de limitar, porque no es bueno”, resalta el edil.
“Hemos tenido que intensificar las normas desde 2019 y llevamos dos años con un refuerzo. Hemos logrado que baje el número de accidentes, aunque cada día completamos el aforo. La gente comprende que es en beneficio del paraje y por su protección. Y si alguien no cumple las normas, pues es multado”, recalca de Fez.
La conclusión es sencilla, resume. Quien cumple con las normas, puede disfrutar de un paraje “maravilloso”. “Y el que no, tiene una sanción y no las podrá disfrutar”, zanja.