Son los “grandes olvidados” de la sociedad. Cometieron delitos, fueron condenados, cumplen su pena, pero son eso, sociedad. La privación de libertad les impide acceder al mundo exterior salvo por radio y televisión. No disponen por tanto de todos los conocimientos, ni de las redes sociales ni tecnologías que imperan y definen el mundo en el que vivimos. Pero eso no implica que carezcan de derechos y así lo recoge la normativa penitenciaria.
Superar parte de estas restricciones, abrir una “ventana al mundo” para los presos (los hombres son casi el 92,4% de la población reclusa en España) es el objetivo con el que hace tres años la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) decidió poner en marcha su programa 'Ciencia en prisión', que forma parte de su Aula Penitenciaria, una iniciativa más global.
Con motivo de la celebración de uno de estos talleres ‘entre rejas’ que componen el programa, elDiario.es Castilla-La Mancha ha entrado en la prisión de Ocaña, en la provincia de Toledo, de la mano de la Universidad regional y de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.
Acompañamos a 70 presos en una de estas charlas divulgativas. ‘Ya no nieva como antes, nunca había hecho este calor’ es el título de la programada para este día. Está centrada en el cambio climático y la imparte Enrique Sánchez, profesor y decano de la Facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica del campus de Toledo.
Es uno de los 66 investigadores e investigadoras que han participado desinteresadamente en el tercer año del programa, que en su primera edición contó con solo 14 profesionales. “Se ha ido consolidando, es humanamente muy enriquecedor”, asegura la directora del Aula Penitenciaria de la UCLM, Cristina Rodríguez Yagüe, profesora de Derecho Penal y especializada en Derecho Penitenciario.
¿Interesa el cambio climático a los presos? Mucho. “Afecta a nuestro día a día. Por eso he venido. Viene muy bien tener estas cosas, te sacan de la rutina diaria, nos da algo más en que pensar, cosas que normalmente en el patio no se hablan. Viene gente preparada y te da otra perspectiva. Te ayuda a estar en conexión con lo que se está cociendo ahí fuera”, afirma Xurxo, uno de los presos que ha asistido a este encuentro.
“Es una forma de llegar a la población reclusa, un colectivo olvidado por la sociedad”, explica por su parte Cristina Rodríguez. Además, según la docente, “la universidad tiene la responsabilidad social de hacer llegar sus investigaciones a todos los espacios, también a entornos vulnerables y escondidos” como una cárcel. “La mejor definición de una prisión es un lugar en el que viven personas que también tienen derecho a la educación y a la cultura”.
Así lo constata Rafa, otro de los asistentes: “Yo me dedico a la chatarra y he venido a la charla para saber cómo reciclar en mi trabajo, me ha parecido muy interesante porque es difícil saber cómo parar de contaminar”.
Presos de todas las edades, de orígenes y delitos muy distintos, se dan cita en el Aula Penitenciaria. “Demuestra que hay mucha gente con pensamiento crítico, normalmente son colectivos que no se tienen nunca en cuenta, y este programa está muy bien porque es atractivo para ellos y genera otros debates”, destaca la directora de la prisión de Ocaña I, Zoraida Estepa.
Tras el éxito de este taller y del programa en general, asegura que continuarán participando en la iniciativa de la UCLM. Es “la única en toda España con una proyección territorial tan grande al abarcar cuatro campus y siete centros penitenciarios”, añade Cristina Rodríguez.
“Me gustan este tipo de talleres porque me gusta informarme y aquí solo puedo hacerlo por la tele, que no me gusta demasiado porque tergiversa mucho la verdad”, subraya Samuel, otro de los asistentes a esta charla y a las diversas actividades que organiza el centro para los presos.
“Conocimientos de ida y vuelta”
El feedback entre el profesor que imparte la charla y los internos es evidente desde el principio. El docente celebra esta oportunidad de interactuar con la población penitenciaria. “Como científico, me gusta divulgar, eso significa transmitir conocimientos de ida y de vuelta, y es muy importante devolver a la sociedad lo que tú sabes. Ha sido muy buena la participación, las opiniones y el debate. Es lo que le da sentido”.
Porque no es una conferencia al uso o al menos no esquematizada ni rígida. Los asistentes preguntan, opinan, debaten entre ellos. Muchos exponen sus teorías, se muestran indignados por la falta de soluciones a nivel global para mitigar las consecuencias del cambio climático y se preocupan por cómo se puede cambiar la gestión de residuos para ser más eficaz.
Hay varios que culpan a las grandes multinacionales de no estar haciendo nada por frenar el calentamiento global “porque tienen sus propios intereses” y piden cambios en el modelo energético. Cuando el debate se enciende y empiezan a hablar todos al mismo tiempo, se chistan unos a otros y devuelven la atención al divulgador, que responde a todas las preguntas y les anima a seguir planteando dudas.
“Está bien aprender y saber”
Nelu está “muy preocupado” por la falta de soluciones que él puede aportar personalmente. Aunque no habla con soltura el castellano, dice que ha comprendido las nociones generales de la charla. Es panadero en la prisión y le gustan estos talleres. Acudió también al anterior realizado el año pasado. “Es genial poder aprender y tener este enlace con el mundo de fuera”.
Para Sebastián, sin embargo, es la primera vez: “He visto esta mañana un arcoíris alrededor del sol y me ha sorprendido, nunca antes lo había visto, y justo me he enterado de esta charla sobre el clima y he decidido venir. Ha sido interesante. Repetiría porque está bien aprender y saber”, comenta.
Los temas que aborda 'Ciencia en prisión' son transversales, se van seleccionando por parte en los investigadores que ya tienen experiencia en divulgación, en otros ámbitos de la universidad. Van desde las ciencias de la salud (vida saludable, adicciones ejercicio físico) a ciencias sociales (economía básica, juegos, deportes) pasando por artes y humanidades (música, literatura, expresión artística... ) y ciencia en general. Los centros penitenciarios también hacen sus propuestas.
Al terminar el taller y salir del salón de actos hacia el enorme patio de la cárcel, los internos continúan hablando con el divulgador. Tienen más preguntas, más dudas, más opiniones y no quieren que Enrique Sánchez se vaya sin poder planteárselas. Se forma otro corrillo con el docente en el patio, al que se unen otros internos y en el que también participa la directora de la prisión. Está encantada de ver el interés de los presos y así lo reitera.
La prisión toledana está dividida en dos módulos: Ocaña I y Ocaña II. El primero de ellos rezuma historia. En 1985 pasó a formar parte de la cultura popular cuando Los Chichos actuaron en su enorme patio interior y le dedicaron personalmente al conocido delincuente Juan José Moreno Cuenca, alias 'El Vaquilla', allí preso, la canción que lleva su nombre.
Ya por entonces, este centro penitenciario era muy conocido como 'El penal de Ocaña' al ubicarse prácticamente pegado a la A-4, antigua N-IV, que conecta Madrid y Andalucía. Ocaña I y Ocaña II están anclados en el casco urbano de esta localidad toledana. Forman parte de la ciudad.
Un edificio con 200 años de historia
El primer módulo tiene un rango de seguridad media y acoge a más de 300 presos condenados por delitos de todo tipo. El edificio tiene 200 años de historia y es patrimonio nacional, es decir, forma parte del conjunto de bienes del Estado que le son propios por su historia o por su su emplazamiento geográfico. Las instalaciones originales fueron inauguradas en 1883 como prisión, pero en 1914 se reformaron y reconvirtieron en un reformatorio para adultos.
Durante la Segunda República, el edificio se utilizó como hospital. La dictadura franquista lo recuperó después como cárcel para hombres y la masificó hasta límites casi inhumanos. El poeta Miguel Hernández también formó parte de su historia: estuvo en Ocaña hasta tres días antes de su muerte, cuando fue trasladado a Orihuela, su localidad natal. Con la transición democrática, la cárcel se modernizó y reformó, pero mantiene la estructura original. El módulo denominado Ocaña II se construyó en 1980 y cuenta con otras 350 celdas.
No es fácil (por no decir imposible) empatizar con los internos. No es lo mismo entrar y saber que saldrás en unas horas que estar allí encerrado. Por eso la directora del programa 'Ciencia en prisión' insiste en los beneficios de la iniciativa mientras, a su lado, asiente la directora de la cárcel.
Lo cierto es que ahora, cuatro décadas después de la actuación de Los Chichos, 'El Penal de Ocaña' vuelve a ser un ejemplo en su apuesta por abrir esas ventanas al mundo exterior.