Luc Cortebeeck (Willebroeck, Bélgica, 1950) lleva décadas vinculado al sindicalismo. Desde presidir la confederación sindical más representativa de su país de origen, la ACV-CSC, hasta la Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde fue presidente del Grupo de los Trabajadores, vicepresidente del Consejo de Administración de la Organización e incluso presidente. Fue miembro de la organización hasta 2021.
A sus 73 años, sin embargo, afirma que todavía tiene mucho que decir y así lo deja reflejado en su libro 'Aún queda trabajo por hacer', editado por Catarata y la Fundación Primero de Mayo de CCOO. Cortebeeck presentó el libro en Toledo. “Tengo mucha experiencia en el sindicalismo, he sido líder sindicalista durante muchos años, y al final de mi carrera cuando ya estaba jubilado seguí trabajando. He hecho todo el trabajo dentro del sindicalismo”, explica en entrevista con elDiarioclm.es.
Es consciente de que el mercado laboral ha cambiado mucho desde que comenzó a trabajar. Pero realmente no tanto. “Lo que tenemos que tener claro es que hay mucho por hacer. Los sindicatos no solo nos debemos a nuestros afiliados”, reflexiona antes de la presentación de su trabajo en la sede regional del sindicato CCOO en Castilla-La Mancha. “Me dijeron que me necesitaban [la Organización Internacional del Trabajo] y por eso seguí trabajando con ellos durante tanto tiempo. En el grupo de trabajadores confluyen personas de muchos sindicatos. Y ya tenía contacto con él desde la ACV-CSC”, señala.
Todo el trabajo sindicalista, y junto a la OIT, le llevó a conocer la realidad de personas trabajadores en distintos países, desde Colombia o Guatemala, hasta Turquía o Catar. “Quería contar lo que vi. Lo que sentí. Cuáles fueron mis experiencias y que las conocieran personas que no conocen la Organización [Internacional del Trabajo]; para las personas sindicalistas, para los líderes sindicalistas. El mensaje general es que nuestro trabajo nunca se acabará. Siempre necesitaremos la labor de los sindicatos. Siempre será necesario”, reflexiona. Por eso decidió dar el paso y publicar 'Aún queda trabajo por hacer', traducido por Alejandra Ortega Fuentes de CCOO.
“También tengo otra conclusión y es que si los políticos, si las personas que toman decisiones en el mundo así lo quisiesen, sería posible el empleo para todo el mundo. Y con él, una buena vida. Y este es el mensaje que quiero transmitir. En el libro vemos que a veces es difícil, que a veces no siempre funciona, pero otras veces sí”, recalca.
"Nuestro trabajo nunca se acabará. Siempre necesitaremos la labor de los sindicatos"
En su libro habla de la esclavitud moderna, del trabajo infantil... ¿Estas realidades solo se ven en los países que nombra, o cree que también están en Europa, a nuestro alrededor?
Es una muy buena pregunta. No, no se trata solo de 'esos países'. Nuestra economía cada vez se va 'informalizando' más. El año pasado en el puerto de Amberes [en Bélgica], se conoció un caso en el que la Inspección de Trabajo dijo aquí “pasa algo malo” y lo que se vio era básicamente esclavitud moderna. Se me informó de esto y comparé lo que vi que pasaba con estas 75 personas, de distintas lugares del mundo. Mi conclusión entonces fue que lo que yo había visto en Catar, también se podía ver en Amberes. Y este es mi mensaje, también. Que tenemos Seguridad Social y legislación para proteger a los trabajadores, pero el peligro nunca se acaba y siempre sigue ahí. Y para eso está la Organización Internacional del Trabajo, para crear leyes internacionales del trabajo. Leyes que no solo son necesarias para el Congo o Sudamérica, sino que se necesitan aquí también en Europa. Necesitamos que los empresarios y los gobiernos tengan que firmar estos acuerdos para la protección de los trabajadores.
En España se conoció el caso de las mujeres marroquíes jornaleras en Huelva, en el que se llegó a juzgar presuntos abusos sexuales contra las temporeras. ¿Cree que la gente en Europa es consciente de que esto ocurre?
No. O por lo menos no lo suficiente. Le pongo el ejemplo de los refugiados. A muchas de estas personas, por ejemplo en Bruselas, las ves trabajando y está todo bien. Pero la realidad es que la sociedad no las acepta realmente. Y esto también es un mensaje para los sindicatos, para nosotros como sindicalistas. Sí, tenemos a nuestros afiliados, y trabajamos por ellos, pero ¿Qué hacemos realmente para los trabajadores en los campos de fresa? ¿Qué hacemos por estas personas? Es un mensaje para los gobiernos y para los empresarios, pero también para los sindicatos. ¿Nos hacemos cargo de manera suficiente? Y en este caso, la Organización Internacional es importante y seguirá siendo importante.
¿Cuándo habla del trabajo infantil en su trabajo, a qué se refiere?
No solo hablamos de edad, sino de la calidad del trabajo que llevan a cabo los niños. Por ejemplo, cuando trabajan con productos químicos.
¿Por qué cree que los niños trabajan o se ven obligados a trabajar?
Mmm... A veces es porque no hay suficiente gente trabajando. O porque las familias no tienen suficiente con lo que ganan los adultos. A veces, los menores durante los fines de semana trabajan en un restaurante o algo así. Y en Bélgica ahora mismo se está apostando por que haya más trabajos para menores de este tipo, y no solo en restauración, sino por ejemplo en el caso de los cuidados. Esto es muy peligroso.
Usted habla en su libro de cómo el derecho a la huelga está sufriendo retrocesos. ¿Esto por qué ocurre?
Todo el mundo aceptó el derecho a la huelga antes de la Guerra Fría, que es antes de mi tiempo [ríe]. Los trabajadores, los gobiernos, los empresarios... Y era una manera de decir “nosotros tenemos un derecho que vosotros no tenéis”, mientras el otro lado decía “pero nosotros somos trabajadores, nosotros tomamos las decisiones”. Y después de la caída del Muro [de Berlín] todo esto cambió. Hoy en día, lo que se nos pide es que sigamos avanzando en estos derechos. Y es algo que estamos tratando dentro de la Organización Internacional del Trabajo. Y se quiere llevar ante el Tribunal de La Haya.
¿Si el derecho a la huelga se ve amenazado, qué supondrá para los trabajadores?
Es un derecho esencial, desde luego. Los gobiernos han dicho que es un derecho internacional, amparado desde 1987. Esto es importante. Sin el derecho a la huelga, no hay derecho tampoco a negociar. Y esto es lo importante, esta fue la clara declaración que hicieron los gobiernos entonces. Y esto fue lo que tratamos en 2015. Entonces la discusión ahora es si el derecho a la huelga debe ser el mismo en España, Francia o en otros países.
Hay una frustración generalizada. Los trabajadores no nos sentimos tomados en cuenta lo suficiente. Y debido a esto, llegan los políticos populistas que ofrecen soluciones desde la derecha y la extrema derecha
¿Cree que hay un sentimiento generalizado de que los derechos de los trabajadores van en retroceso?
Creo que sí, sí. Mira las elecciones políticas.
¿Cree que hay una relación con el avance de la extrema derecha en varios países del mundo?
No solo se trata de eso. Hay una frustración generalizada, no nos sentimos tomados en cuenta lo suficiente [los trabajadores]. Es un sentimiento generalizado. Y debido a esto, llegan los políticos populistas que ofrecen soluciones desde la derecha y la extrema derecha. Y esto es muy peligroso. Ir en esta dirección puede ir en contra de la clase trabajadora y creo que no todo el mundo es consciente. Y eso es lo principal.
Se ha anunciado que Claudia Goldin ha ganado el Premio Nobel de Economía, mayormente por su trabajo relacionado con la brecha de género en el trabajo. ¿Qué opina?
En general, creo que tenemos mucho más que hacer cuando hablamos de género y de igualdad. Cuando hablamos de las mujeres, pero en general de todas las discriminaciones que están construidas en nuestro sistema. Tenemos que hacer mucho más. Puedes ver el ejemplo extremo de Irán que es muy malo, por eso es necesario que una mujer como ella haya ganado el Premio Nobel, porque es importante para abrir los ojos de todo el mundo.
"Tenemos que ser capaces de conseguir flexibilidad para mejorar nuestra vida"
¿Qué opina de las políticas que ha llevado Yolanda Díaz en España, en el ámbito laboral?
No sé lo suficiente. Pero sí le digo que es necesario que haya diálogo entre gobiernos y empresarios, y también con sindicatos, como el que lleva a cabo ella. Todos tenemos que mostrar a la población que somos capaces de realizar cambios, porque es nuestro deber.
Se habla de implantar una semana laboral más corta para mejorar la conciliación. ¿Qué opina?
El tiempo que dedicamos al trabajo es esencial. Mire la historia al respecto, así ha sido históricamente. Y ahora esto está cambiando. El balance entre trabajo y la vida familiar está cambiando, porque ahora tenemos más posibilidades para mejorar ese equilibrio, gracias a la tecnología. Tenemos que encontrar este nuevo balance. En Bélgica, lo que vemos es que tenemos que trabajar cada vez más, hasta los 67 años, pero hay cada vez más personas enfermas. Y esto solo nos dice que hay un problema. La flexibilidad no puede venir solo de un lado, de los trabajadores, debe funcionar como motivación. Tenemos que ser capaces de conseguir flexibilidad para mejorar nuestra vida.
En su libro habla en uno de los capítulos finales de que debemos 'establecer las reglas y respetarlas'. ¿Por qué desde el ámbito sindical se suele denunciar lo complicado que resulta que los empresarios respeten estas reglas?
Por los modelos de negocios. Mire estas empresas que trabajan por todo el mundo y no respetan los derechos laborales. Solo buscan un beneficio a corto plazo, y es algo normal buscar beneficios, pero a largo plazo. La realidad es que solo hay una visión a corto plazo. Y llegan jefes, jefes y más jefes, y solo se trabaja para el Consejo de Administración. Y esto significa que solo se trabaja para hoy, no para el mañana. Y nos olvidamos de que la economía debe trabajar por el bienestar de las personas, y la realidad que vemos no es esa. Y para ir en contra de esta situación, necesitamos a los sindicatos.
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