Si algún forastero pasa por Alcázar de San Juan, el corazón de esta comarca, entre los días 25 y 28 de diciembre y desconoce su historia más allá de la estela cervantina, es probable que no salga de su asombro. Verá a sus ciudadanos y ciudadanas, a sus niños y niñas, disfrazados por las calles. Verá desfiles, murgas, comparsas, fiestas por todas partes, celebraciones y máscaras. Verá un acto multitudinario del Entierro de la Sardina en pleno Día de los Santos Inocentes. Y verá una Navidad nada típica, más festiva de lo habitual. Y muy poco religiosa. Verá que no es febrero, pero sí que es Carnaval.
Es el Carnaval de este municipio de Ciudad Real, el ‘Carnavalcázar’, único en España y Fiesta de Interés Turístico Nacional desde 2018. Pero los cinco años que han transcurrido desde este reconocimiento son poca cosa comparados con la historia de esta celebración, un estallido de colores, sátiras y bailes que poco o nada tienen que ver con la Navidad y que alcanzan su punto álgido la noche del 27 de diciembre. Es cuando todos los locales de la ciudad acogen sus mayores fiestas de disfraces y el estallido de color es más vivaz y alocado.
Disfrutar de este 'Carnaval navideño' es hacer honor también al misterio de su origen. No existe una fecha exacta documentada, aunque Francisco José Atienza, archivero del Patronato Municipal de Cultura de Alcázar de San Juan, apunta a los antiguos bailes que se organizaban en el Casino, fundado en 1850.
El libro primero de las actas de este local señala que estas actividades se celebraban todavía en febrero. El libro segundo está “totalmente desaparecido”, por lo que los expertos calculan que fue en el último tercio del siglo XIX cuando un grupo de mujeres acudieron disfrazadas a la Misa del Gallo de la Plaza del Altozano, la noche del 24 de diciembre, para hacer una “sátira” de esa liturgia y manifestar sus quejas.
“En años posteriores y de forma gradual empieza a generalizarse en esa misma fecha y en ese mismo lugar, en el Altozano. Empiezan a acompañarles los hombres, que también se disfrazan, y la burla se alarga y todos continúan haciéndolo en días posteriores, hasta el 28 de diciembre”.
Es decir, tanto el archivero alcazareño como los expertos coinciden en que su origen es “espontáneo” y va cogiendo fuerza durante finales del siglo XIX. Pero no es la única base histórica documentada que puede tener fuertes vínculos con el génesis de esta misteriosa fiesta.
El antiguo director de la Casa de la Cultura de la ciudad, José Fernando Sánchez Ruiz, publicó en 2007 un amplio análisis sobre este Carnaval navideño, en el que se remonta a siglos anteriores. Su estudio es una de las pocas referencias escritas a este respecto y señala que en el siglo XVII están documentadas las famosas “cencerradas” que recibían los viudos durante una noche entera antes de volverse a casar en segundas nupcias.
De las vestimentas de diablo a los bailes del Casino
En 1614 aparece también documentado en el Archivo Histórico Municipal de Alcázar cómo el 24 de diciembre los miembros de la Cofradía de Ánimas salían pidiendo por las calles ataviados con vestimentas de diablo, que junto con el capitán de la citada cofradía, “realizaban ritos propios por las calles para evitar que las almas de los difuntos volvieran a este mundo a molestar a los vivos”.
También el experto Manuel Rubio Herguido, en sus trabajos de investigación, se refería a las famosas “rondas” que en 1698 realizaban alcaldes y regidores del concejo de Alcázar para evitar “incidencias e irreverencias al culto divino” en las noches de Navidad; incluso pedían cantando el “aguinaldo” por las calles cuando se juntaban a hacer las rondas.
Pero en 1753 se prohibieron estas máscaras y las “cencerradas”. La causa estuvo en los excesos realizados por los vecinos enmascarados que hacían “mofa y escarnio” de aquellos que se casaban en segundas nupcias, organizando comitivas con figuras de pasta que representaban a los novios, ataúdes figurados y otros elementos que paseaban por las calles “dando la murga y pregonando la noticia”.
Estos apuntes de los siglos XVII y XVIII resultan interesantes como base histórica. Pero según el periodista local Emilio Paniagua, fue la convocatoria de bailes de Carnaval, realizada por el Casino en el año de 1851, la que dio un origen más sólido a la celebración, alternando en un principio los carnavales en febrero y en diciembre.
Sucedió, cuenta el archivero Francisco Atienza, que el aumento de las mencionadas prácticas de inocentadas el 28 de diciembre, donde normalmente las mujeres se disfrazan de inocentes en la Plaza del Altozano, y la incorporación a la celebración de los hombres, fue lo que originaría el festejar el Carnaval del 25 al 28 de diciembre.
Después, con la llegada del tren (Alcázar llegó a ser uno de los nudos ferroviarios más importantes del país) el trasiego de estas celebraciones también llego hasta el Paseo de la Estación y la céntrica calle de Emilio Castelar, para pasar después a las fiestas del Teatro Moderno y otros muchos locales de la ciudad.
Durante el franquismo era ya algo espontáneo que se venía celebrando con mucha tradición desde hacía 60 años, nadie se acordaba de los orígenes y ya estaba generalizado, era masivo y muy común
José Fernando Sánchez Ruiz detalla en su estudio varios periodos de este Carnaval, en función de los altibajos que sufre durante el siglo XX. Señala así un primer periodo desde 1900 a 1921, en el que la fiesta va “tomando esplendor”. De 1922 hasta 1939 destacan las celebraciones durante la Guerra Civil, que no cesaron. Así lo reflejó un artículo de la revista madrileña ‘Estampa’ en 1936, al inicio de la contienda. Lo escribió el periodista local antes mencionado, Emilio Paniagua, quien llevó allí a un grupo de reporteros.
Un tercer periodo sería desde 1939 hasta 1979, el del franquismo. Durante la dictadura se siguió celebrando con normalidad pese a que su base era “la morfa y la burla”. “Era algo espontáneo que se venía celebrando ya con mucha tradición desde hacía 60 años, nadie se acordaba de los orígenes y ya estaba generalizado, era masivo y muy común”, explica el archivero Atienza. Después, un periodo final de esta fiesta es el marcado desde la llegada de los primeros ayuntamientos democráticos en la década de los 80 hasta la actualidad, con la Declaración de Interés Turístico Nacional de hace cinco años.
“Somos el último Carnaval o el primero del año, como quiera verse”, bromea el jefe del archivo de Alcázar de San Juan. Porque también es muy curioso que cuando llega febrero, en esta ciudad ya no se celebra esta fiesta, pero hay mucha gente que va a disfrutar de los desfiles de los pueblos de alrededor, como Villafranca de los Caballeros, Herencia o Campo de Criptana.
Aunque el grueso de la fiesta son los días 26, 27 y 28 de diciembre, el ahora llamado “Carnavalcázar” tiene tanto arraigo en la ciudad que con los años ha ido sumando actividades complementarias, sobre todo las dirigidas a la infancia. El pasado 15 de diciembre ya se celebró el pregón a cargo del portavoz de los colectivos infantiles Félix Fernández Olivares. Un día después se realizó la Cuelga de Peleles (muñecos de paja) y el Desfile Infantil de Máscaras y Comparsas.
Este martes, día 26, comienza la fiesta “oficial” con el Gran Desfile de Comparsas desde la Calle Emilio Castelar hasta el Pabellón Vicente Paniagua. El miércoles, día 27, será el momento de la Máscara Popular, precedida en la Plaza de España por el Manteo de Peleles. Y el 28 de diciembre, tras la fiesta nocturna por toda la ciudad, llega el Día de la Sardina, con la representación de un duelo, el posterior entierro desde la Casa de la Cultura a la Plaza de Toros, hasta la quema final, acompañada de una sardinada.
Hay gente que incluso alarga las celebraciones carnavalescas hasta la Nochevieja. No es raro encontrar la noche del 1 de enero a personas disfrazadas recibiendo el Año Nuevo con sus máscaras y trajes. Haciendo bandera de una celebración que ha convertido a este lugar de la Mancha en un rincón de libertad, sátira y mucha murga, más allá del “amor y paz” que pregona la Navidad tradicional.