Su infancia transcurrió en la playa valenciana del Cabanyal. Y actualmente, hay arena de esa playa sobre su tumba en el cementerio francés de Villiers-Adam, en el Valle de Oise. Pero desde sus orígenes en Valencia hasta su sepultura en Francia transcurrió una vida repleta de compromiso social, político y cultural que convirtieron a José Ballester Gozalvo en uno de los referentes más admirados de la Segunda República y en uno de los miles de militantes antifranquistas en el exilio.
Este abogado, maestro y pedagogo fue además el primer alcalde republicano que tuvo la ciudad de Toledo y el único regidor municipal de la ciudad que murió en el exilio después de la guerra civil española. Desde hace un mes se ha puesto en marcha una iniciativa del Levante U.D., que el propio Ballester fundó en 1909, junto con miembros de su familia, para que sus restos regresen a España.
Navegando por el tiempo, el vínculo que unió a este abogado y maestro con Toledo fue precisamente su faceta de docente. Lo cuenta el periodista e investigador ciudadrealeño Enrique Sánchez Lubián, que ha estudiado la vida de este político y lo ha incluido en alguno de sus libros de memoria histórica.
Toledo, la República y el Gobierno
Detalla que a esta ciudad llegó José Ballester para impartir clases en la denominada “Escuela Normal” (donde se formaba a los maestros, lo que hoy sería la Facultad de Educación).
Antes ya había pasado por otras ciudades como Segovia, donde coincidió con Antonio Machado, y en 1926 sus pasos le llevaron a Toledo, donde fue compañero del periodista, escritor y político Félix Urabayen, y donde también abrió un despacho como abogado junto con Cándido Cabello y Virgilio Carretero (miembro del Partido Comunista). “Eran los únicos abogados de la ciudad que defendían a la población obrera, a la gente más necesitada”, destaca Sánchez Lubián.
Militaba en Izquierda Republicana y su compromiso social y político fue creciendo: en las elecciones del 12 de abril de 1931 decidió presentarse a la Alcaldía. Este partido sacó 10 concejales, los socialistas consiguieron cinco y los monárquicos otros 10.
Entonces las listas electorales eran abiertas, nominales. El que más votos sacó fue Guillermo Perezagua, candidato de los republicanos y curiosamente tío-abuelo de la actual delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha y exalcaldesa de Toledo, Milagros Tolón. Pero los partidos progresistas y republicanos pactaron que el alcalde fuera José Ballester.
Dos días después, en la tarde del 14 de abril, realizó el traspaso de poderes en el balcón del Ayuntamiento y el 15 de abril fue cuando, ya como alcalde, dictó el bando de proclamación de la Segunda República en Toledo. Ese documento está firmado por él y forma parte del Archivo Municipal de la ciudad:
No obstante, este abogado y pedagogo estuvo poco tiempo como regidor municipal. Era un “todoterreno” político. En junio de 1931 hubo elecciones a las Cortes Constituyentes y fue elegido diputado. “Renunció a la Alcaldía de Toledo en octubre, solo unos meses después, para centrarse en su trabajo parlamentario”, precisa el periodista ciudadrealeño. Le sustituyó como alcalde Justo García, también republicano.
Ballester regresó a Toledo poco antes de empezar la guerra civil, a principios de julio de 1936, con motivo de una Asamblea Pedagógica que se celebraba en la ciudad, a la que acudió ya como alto cargo de la República. Nunca más volvió a Toledo. Se trasladó en Madrid y allí arrancó el grueso de su carrera política. En la administración republicana fue director general de Enseñanza Primaria y vocal nacional del Patronato de las famosas Misiones Pedagógicas.
Cuando llegó la guerra civil, participó en la organización de las milicias de Izquierda Republicana, llegando a ser presidente comandante del Comité de Milicias Populares. Allí organizó diferentes batallones en el primer periodo de la contienda. Después, cuando el Gobierno se trasladó a Valencia, fue nombrado fiscal militar de la Auditoría valenciana, asesor jurídico de la Presidencia del Consejo de Ministros y auditor general de la Guerra para la Comandancia Militar de Catalunya.
“Conforme el Gobierno republicano se fue replegando, él hizo lo mismo, hasta llegar a Francia y al exilio, donde continuó desarrollando una gran actividad, siempre en defensa de la República”.
Desde el primer momento se alojó en París. Amigo personal del presidente Édouard Herriot (que había visitado Toledo, donde le conoció), trabajó como asesor de los servicios extranjeros de la Asamblea Nacional Francesa. También fue presidente de la Liga de los Derechos del Hombre, vocal del Ateneo Iberoamericano en París, miembro de la Gran Logia Española y del Grand Oriente de Francia. Todo ello mientras mantenía diferentes cargos del Gobierno republicano español en el exilio.
Sus inquietudes también fueron culturales. Ballester trabajó en la editorial Quillet, siendo responsable de sus ediciones en castellano, y traduciendo algunas obras de Albert Camus, con quien también le unía una relación de amistad. Asimismo, colaboró con publicaciones hispanoamericanas y con las emisiones de Radio París para España.
En 1945 publicó el libro “En el destierro”, como homenaje a los exiliados. Al año siguiente, como presidente de la organización de Izquierda Republicana en Francia, presidió y organizó los actos de homenaje a Manuel Azaña en Montauban.
También rindió homenaje a Antonio Machado, con quien había coincidido como profesor en Segovia antes de la guerra. Fue una conferencia de homenaje en 1964. A continuación se puede escuchar el audio de ese evento:
Your browser doesn’t support HTML5 audio
Uno de los hechos más relevantes de su biografía que destaca el periodista Enrique Sánchez Lubián se produjo en diciembre de 1959, unos días antes de que el presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, visitase España, respaldando internacionalmente con ello el régimen dictatorial de Franco. Ballester le remitió una carta al presidente norteamericano pidiéndole que no fuese a España. Estas fueron parte de sus palabras:
“Los españoles viven como galeotes. Y la primera mano que usted estrechará cuando aterrice sobre suelo español será la de su tirano, que dejará caer momentáneamente, para que usted no pueda verlo, el látigo que usa para azotarlos […] ¡No vaya usted a España! No contribuya a hacer el calvario de los españoles más amargos. Ya ha hecho usted suficiente […] con sus repetidos obsequios en dólares que Franco utiliza principalmente para obtener rifles, ametralladoras y cañones que el permitan reforzar su tiranía”.
“Como tantos hombres y mujeres fallecidos en el exilio, él siempre quiso que sus restos volvieran a España cuando regresara la democracia"
Falleció en París el 25 de julio de 1970, con 77 años. Tan solo unos días antes había escrito una carta al general francés Charles De Gaulle reprochándole sus relaciones con Franco, que no llegó a ser franqueada.
Sus restos reposan junto a los de su esposa, Teresa Molins, en el cementerio de Villiers-Adam. Su féretro fue cubierto con las banderas de su Valencia natal, de la República y un puñado de arena de la playa del Cabanyal que depositó allí uno de sus sobrinos.
“Como tantos hombres y mujeres fallecidos en el exilio, él siempre quiso que sus restos volvieran a España cuando regresara la democracia. Los profesores del instituto de Secundaria que lleva su nombre en Valencia se pusieron en contacto con el Levante, que es quien ha tomado la iniciativa de repatriar sus restos y han contactado con la familia. Él no tuvo hijos, pero tenía doce hermanos y es una gran familia. Ahora lo están tramitando”, avanza Sánchez Lubián.
Hace unos meses, el Museo Valenciano de Etnología, organizó la exposición “De ranas, gatos y palmeras. El origen del Levante Unión Deportiva” para la que el Ayuntamiento de Toledo cedió el original del bando que Ballester firmó el 15 de abril de 1931 proclamando la Segunda República en Toledo y un ejemplar del semanario republicano “La Lucha”, fundado por él.
En el Archivo Municipal de Toledo, además, se conserva un objeto personal suyo muy emblemático y donado en su momento por él: un pequeño ejemplar de la Constitución de 1931 conservada en un estuche de plata circular, con su nombre grabado en el lateral, que recibieron de manera personalizada todos los diputados constituyentes.
A la vista de la iniciativa surgida hace un mes en su Valencia natal para repatriar sus restos y los de su esposa, el periodista afincado a Toledo que ahora ha querido rescatar la figura de Ballester considera que “no estaría de más” que el Ayuntamiento de Toledo la apoyase también. En esta ciudad, José Ballester Gozalvo no dispone de ningún reconocimiento, cuando fue el único alcalde de la ciudad fallecido en el exilio.
“Sería un tributo al legado y compromiso de quien fuese su alcalde, y en su figura, recordar a cuantos toledanos y toledanas murieron alejados de su querida ciudad por mantener sus ideales políticos y su lealtad a la legalidad republicana vulnerada por el golpe de Estado de 1936”, concluye.