REPORTAJE

Entre el silencio, la desinformación y una convivencia “deteriorada”: la vida después del fallido cementerio nuclear

Alicia Avilés Pozo

Villar de Cañas, Alconchel de la Estrella y El Hito (Cuenca) —
21 de abril de 2024 20:24 h

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“No todo el mundo quiso el ATC”. Es la frase que muchos vecinos y vecinas de Villar de Cañas y de los pueblos de alrededor repiten sobre el Almacén Temporal Centralizado (ATC) de residuos nucleares, sin dar sus nombres ni dejarse fotografiar, pero para “que quede claro”. No quieren que esta comarca conquense, famosa por sus productos artesanos y sus cultivos de cereal y lavanda, tenga una etiqueta de por vida. Ni todo el mundo defendió que allí se ubicara el cementerio nuclear para todo el país, ni todo el mundo lo rechazó.

En esta localidad conquense y en otras del entorno que también se vieron afectadas pusieron la vista a finales de 2011 los gobiernos de Mariano Rajoy en la Moncloa y de María Dolores de Cospedal en Castilla-La Mancha. Allí, el silencio, la desinformación y el hartazgo siguen muy latentes, meses después de que el VII Plan de Residuos Radiactivos haya tumbado definitivamente el proyecto para el silo nuclear.

Para conocer las impresiones de las personas que lucharon por el ‘No al ATC’, de las que lo defendieron y aun creen que es posible, o las de alcaldes y exalcaldes todavía enfrentados, elDiarioclm.es ha visitado la zona junto con el biólogo, investigador y profesor Carlos Villeta, miembro de Ecologistas en Acción y uno de los rostros más visibles de la plataforma que se creó para luchar contra el silo nuclear.  

Han pasado 14 años y un mes desde que el nombre de Villar de Cañas, una localidad de apenas 400 habitantes, se convirtiera en noticia nacional. Es decir, desde que el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero abriera una convocatoria pública para seleccionar un municipio que albergase un Almacén Temporal Centralizado (ATC) de combustible nuclear gastado y residuos radiactivos.   

Pero fue ya con el primer Ejecutivo de Mariano Rajoy cuando el pueblo conquense de Villar de Cañas, gobernado por el PP y con su candidatura presentada, se alzó como el elegido. El 30 de diciembre de 2011 lo aprobó el Consejo de Ministros y el Boletín Oficial del Estado lo publicó el 20 de enero de 2012. La decisión se tomó “desde un punto de vista técnico”, descartando a los otros tres municipios candidatos: Zarra, Ascó y Yebra. Y ahí comenzó la lucha ciudadana contra el basurero nuclear, al tiempo que el Ayuntamiento, Enresa, Rajoy y Cospedal lo defendían con todos los medios a su alcance.

Ahora, en Villar de Cañas, trascurrido todo este tiempo, han cambiado los espacios que recibieron las inversiones que el Ayuntamiento pudo realizar gracias al dinero que recibió de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) por apoyar el ATC. Se reformó el polideportivo, la piscina municipal y las escuelas. La empresa por su parte mejoró algunas carreteras y construyó dos rotondas solo para llegar a los terrenos que albergarían el silo nuclear. Se prometieron miles de puestos de trabajo. Y con ello la mayoría del pueblo se convenció.

Muchos siguen persuadidos de las bondades de acoger un cementerio nuclear y así lo han arrojado los resultados electorales una y otra vez. El alcalde que abanderó el ‘sí’, José María Saiz (PP), revalidó su puesto durante las casi tres legislaturas que duró la polémica. Pero no todos apoyaban el proyecto. Y tampoco tenían todos los datos para decidir si lo apoyaban o no.

En la plaza del pueblo, Javier cuenta que “quisieron comprar voluntades durante mucho tiempo y lo consiguieron” y “eso fue a base de presiones”. Este conductor de ambulancia, residente en Cuenca pero que acude a su pueblo natal todos los fines de semana lo vivió en primera persona.

“Tuve claro desde el principio que ese proyecto no podía instalarse aquí”, recalca. Desde el minuto cero se informó de todos los pormenores y no se corta en hablar de la radiactividad, de “distancias trucadas”, de las características del suelo “no apto para estas instalaciones” y de los cientos de sondeos realizados en el terreno “para nada”.

Por todo ello, está convencido de que “hubiera sido matar nuestro futuro, el de nuestros hijos, el de nuestra tierra”. “Decidí que nunca lo iba a permitir y que haría todo lo posible”. Así fue. Ha participado activamente en las charlas y movilizaciones de la Plataforma anti-ATC y por ello ha recibido comentarios, “miradas extrañas” y presiones. Por ejemplo, él colgó en su vivienda del municipio el cartel en contra del silo nuclear y le amenazaron con denunciarle alegando unas “causas incomprensibles”.

Mientras Javier sigue regresando al pueblo y espera que esto se supere con el tiempo, el silencio es prácticamente el protagonista. Ni en las casas, ni en los bares ni en las tiendas, ni en otros negocios, quieren hablar. “El negocio no está ni de un lado ni de otro”, comentan, sin añadir nada más. 

En todo este mutismo, dos excepciones. La primera, por casualidad, es el mencionado exalcalde del pueblo, José María Saiz, el defensor acérrimo del proyecto. Saiz fue expulsado del PP y decidió no volver a presentarse en las elecciones municipales de mayo del año pasado después de sus palabras vejatorias y machistas contra la entonces ministra de Igualdad, Irene Montero. Salió elegido Alejandro Pernías, del mismo partido, y por gran mayoría. También tomó la bandera del ATC y así sigue mostrándolo la fachada del Ayuntamiento.

Nos encontramos al exalcalde cuando llega en furgoneta a la puerta de su taller de forja de aperos agrícolas. Y habla sin tapujos y con “absoluta sinceridad”. “El ATC se va a hacer tanto si quieren como si no”. Recuerda que el Ayuntamiento ha recurrido contra el VII Plan de Residuos que tumba el proyecto y “eso está ganado”.

“Si van a cerrar las centrales nucleares, no se pueden desmantelar sin un almacén como el que se va a hacer aquí. El ATC es obligatorio y que conste que se va a hacer en cuanto cambiemos de gobierno en Madrid”, sostiene. Afirma con mucha vehemencia que con el recurso presentado “la puerta no está cerrada”, “Siempre va a haber un trancón ahí puesto. Y cuando entre otro gobierno, veremos a ver qué pasa. Además, todo el pueblo lo quiere”.

Preguntado por quién ha sufragado el coste de la interposición de ese recurso, afirma el exalcalde que “a lo mejor no nos cuesta nada” en referencia a que no lo paga el Ayuntamiento. Pero, ¿quién lo paga entonces? “Alguien lo pagará, yo no lo sé, que ya no soy alcalde. Si lo supiera te lo decía. Pero el Ayuntamiento no, eso está claro”. El actual alcalde ha declinado hacer declaraciones.

El exalcalde, “orgulloso” de defender el ATC durante años

Por último, dice estar “orgulloso de su lucha” a favor del ATC y tampoco se arrepiente de las palabras que propiciaron que no siguiera como alcalde. “No era como yo quería salir, pero no me arrepiento, dije una verdad como una casa. Fue una conversación de barra de bar y nunca pensé que se fuera a publicar. Me pillaron y ya está. Además, no me echaron, me quité yo. Y si me volviera a presentar, ganaría otra vez”.

Sobre el recurso que ha presentado el Ayuntamiento se pronuncia también uno de los pocos vecinos que han querido hablar. Es José, de 77 años, nacido y residente en el municipio. Afirma que le gustaría que el recurso se ganara y el ATC saliera adelante. “Lo he defendido todos estos años. Eso le daría vida a estos pueblos, que se están muriendo”.

Preguntado por los riesgos, la devaluación de tierras y negocios, se pregunta si “acaso es mejor llenar el campo de placas solares en vez de cereales”. Y por eso afirma que no da el proyecto por perdido. “No hay derecho a que, porque no quieran cuatro personas, no se haga. Ahora se va a gastar más dinero en un almacén profundo (en referencia al AGP que contempla el nuevo Plan de Residuos Radiactivos) que lo que se hubiera gastado por el ATC. Todo el mundo lo sabe y todos aquí lo quieren”.

El silencio regresa al visitar los terrenos donde iba a construirse el basurero nuclear. Solo hay pastos (muy verdes por las lluvias de Semana Santa), algunos rebaños de ovejas y los tres edificios que iban a albergar un vivero de empresas, un laboratorio y un Centro Tecnológico Asociado (CTA). Lo inauguraron Cospedal y el entonces ministro de Industria, José Manuel Soría. Ahora, allí solo queda un vigilante de seguridad y personal de limpieza. Están totalmente cerrados.

En total, los terrenos eran 14 parcelas que sus propietarios particulares vendieron a Enresa para construir el ATC y que esta empresa ha transferido al Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO). El departamento de la vicepresidenta Teresa Ribera debe decidir ahora qué hacer con ellos.

La avenida que conduce al centro neurálgico de esta zona, por donde también aparecen las dos rotondas mencionadas, lleva el nombre de Pablo Zuloaga, en honor a uno de los ingenieros de Enresa, ya fallecido, que estuvo muy implicado en el proyecto. Pero solo conduce a los pastos, a las vallas y a los carteles que describen el fallido proyecto. Están roídos, difuminados o quemados por el sol.

Alconchel, el pueblo que dijo 'no'

A unos 15 kilómetros de Villar de Cañas se encuentra Alconchel de la Estrella, que no llega al centenar de habitantes. Fue el municipio de la zona más activo contra el cementerio nuclear, de la mano de su alcalde, Tomás Borona (PSOE), que sigue en su cargo. Es regidor municipal desde mayo de 2011, justo cuando Cospedal ganó en Castilla-La Mancha. Llevaba seis meses en el cargo cuando Rajoy eligió a la vecina localidad Villar de Cañas para el ATC.

Este fontanero ya jubilado, y su teniente de alcalde, Juan Vicente Garde, albañil y curiosamente primo segundo de exalcalde de Villar de Cañas, se plantaron ante Enresa “desde el minuto uno” y se unieron a las charlas y movilizaciones. “Lo tuve claro desde el principio”, relata el alcalde en el único bar del pueblo. “Hay gente que me ha dicho después ‘qué cabezón eres, pero cuánta razón tenías’ y es que a base de esfuerzo y de mucho trabajo hemos conseguido que no se haga”.

Le ofrecieron dinero. Lo hizo la Fundación Enresa (ya extinta) con todos los pueblos de la comarca, desde Villar y Alconchel, hasta El Hito, Villarejo de Fuentes, Villares del Saz o Zambra de Záncara. A cada uno le ofreció una cantidad diferente en función de los habitantes y de la distancia al ATC, dentro de un radio de 25 kilómetros.   

Estas cantidades nunca se publicaron en su totalidad, pero están detalladas en un documento que el actual alcalde de Villar de Cañas envió a sus homólogos de la zona a principios de este año para recabar apoyos de cara al recurso contra el carpetazo al ATC.

Según este mensaje, se asignaron al total de los pueblos seis millones de euros, de los cuales 2,4 millones correspondían a Villar de Cañas y el resto para una veintena de pueblos periféricos: por ejemplo, 335.678 euros para Villarejo de Fuentes, 272.171 euros para Alconchel de la Estrella, 253.023 euros para Villares del Saz, 246.822 euros para Montalbo, 225.792 euros para El Hito o 225.186 euros para Zafra de Záncara, entre otros.

Les dije que si me daban el dinero, lo cogía, pero que me lo iba a gastar en luchar contra el cementerio nuclear, osea contra ellos

“Yo lo rechacé en cuanto me lo ofreció Enresa. Eso era comprar voluntades. Les dije que si me daban el dinero, lo cogía, pero que me lo iba a gastar en luchar contra el cementerio nuclear, osea, contra ellos”, recalca el alcalde de Alconchel.

Recuerda que al principio hubo vecinos que le reprocharon que el pueblo estaba perdiendo dinero, pero luego “poco a poco se fueron convenciendo de lo contrario”. Eso no impidió que recibiera presiones. El alcalde fue con su hijo en 2012, cuando el niño tenía diez años, a ver los toros a Villar de Cañas. Al subir al remolque para ir la plaza, un hombre les dijo “hombre, alconcheleros, ¿qué pasa, que los toros no tienen radiactividad, que venís a verlos?”. “Le dije a mi hijo que nos fuéramos y desde entonces no ha vuelto a ir a los toros allí”.

También relata que cuando venían las televisiones a preguntar por los pueblos, como se acercaran a algún vecino que estuviese en contra del silo nuclear, iban otros vecinos y les decían: “No, a este no le preguntes”. Y que en Villar de Cañas facilitaban cualquier local para actos en los que se hablara a favor del ATC, pero “como fuese alguien que estuviera en contra, no había nunca nada disponible”.

“Hasta a los entierros iba la secretaria del Ayuntamiento recogiendo firmas de apoyo. Y como estuvieses en contra del ATC no había trabajo para ti. Se creó un ambiente durante tantos años que hay mucha gente que sigue sin saber lo que era el ATC”.

Por su parte, José Vicente Garde, teniente de alcalde, albañil y natural de Villar de Cañas, precisa que el basurero nuclear le perjudicó incluso sin que se construyera. “Estábamos trabajando casi todo el año en Casalonga (una urbanización cercana al pueblo y prácticamente pegada a los terrenos del ATC), pero nos hemos tenido que trasladar a otros pueblos. La gente pensó que para qué iban a hacerse una casa allí si les iban a meter toda esa basura”.

“Yo mismo aposté por una vida rural, una vida tranquila y sana. No hubiera sido compatible con el cementerio nuclear. Y todo porque llegaron cuatro y dijeron ‘aquí’. Además, yo hago casas y cuando me dan un proyecto lo primero que hago es una prospección de terreno para ver si se puede edificar. Eso se adjudicó sin hacer estudios geotécnicos. Hicieron medio millar de pozos, de sondeos, pero después de adjudicarlo. Conozco el terreno y cuando llueve mucho se filtra de arriba para abajo, el yeso se deshace y hace una corriente que va al acuífero de abajo. Ahí no se puede edificar nada”, remarca.

José Vicente lo deja claro: “No todo el mundo en Villar de Cañas quiere el ATC. Allí hay mucha gente que me ha dicho que menos mal que ya no se va a hacer”. Las mismas personas a las que ha reprochado que no lo dijeron en su momento “por miedo”.

“Ahora tenemos la sensación de que hemos sido ignorados. Los pueblos que cogieron ese dinero han hecho cosas. Nosotros hemos hecho todo a base de nuestro esfuerzo, de pedir y pedir, bajo la filosofía de que el Ayuntamiento debe mantenerse con el dinero que tiene. Un ayuntamiento no es una empresa, es para dar servicio a los vecinos. Las víctimas hemos sido nosotros, que no hemos recibido nada. Dijimos que no, lo dijimos claro, pero ahora no tenemos ninguna compensación”, concluye.

Hacia la laguna de El Hito, un símbolo político

Hubo otro pueblo cuya laguna se convirtió en el símbolo de la lucha entre la defensa de la biodiversidad y el silo nuclear. A 25 kilómetros de Villar de Cañas, el humedal de la localidad de El Hito fue el instrumento utilizado por el Gobierno de Castilla-La Mancha, poco después de llegar Emiliano García-Page al poder en 2015, para batallar contra el ATC.

El Ejecutivo amplió la protección de este espacio natural como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) con el objetivo de que el impacto ambiental del ATC fuera mayor y el proyecto decayera. La cuestión llegó incluso a los tribunales. Pero el biólogo y profesor Carlos Villeta explica que la propuesta llegó desde Ecologistas en Acción. “No fue una idea de la Junta. Antes nosotros ya la habíamos puesto sobre la mesa”.  

En este pueblo, Patricia y Clemente, dos trabajadores municipales, afirman que “todo es política” y se resisten a decir si hubieran apoyado o no el basurero nuclear. Clemente incluso cree que ya se había construido y se sorprende cuando le sacan de su error. Comentan lo mismo Humberto y su abuelo Juan: “Al final son decisiones de los políticos. Nosotros no contamos para nada. Unos dijeron una cosa y otros dijeron otra y aquí seguimos”.    

Finalmente, Carlos Villeta realiza su interpretación de los años de lucha y de sus impresiones recorriendo hoy estos pueblos. ¿Y ahora qué?. “Lo primero es celebrar algo tan importante como haber ganado esta lucha, incluso con zancadillas de gente que pensábamos que nos estaba apoyando”.

Y por otra parte, señala, hay gente “que se ha dejado mucho por el camino, que ahora esta olvidada”. “Ha habido presiones a alcaldes, concejales, empresarios y autónomos que renunciaron al dinero de Enresa y ahora no se les recompensa. Mientras, al actual alcalde de Villar de Cañas lo recibe el presidente de la Diputación (Álvaro Martínez Chana) y el del Gobierno regional (Emiliano García-Page) y dicen que les van a compensar. ¿Compensarles por qué? Lo único que hicieron este alcalde y el anterior fue poner en riesgo a una comarca entera”.

Pero el balance de este investigador y biólogo es positivo. “Hemos conseguido algo muy grande, quizás el mayor éxito que ha tenido la provincia de Cuenca en lo que va de siglo o incluso antes. Nos hemos librado de un cementerio nuclear y lo ha hecho la ciudadanía desde el principio, desde febrero de 2010, todo trabajando a un nivel técnico muy alto, con muchos expertos, con gente muy preparada”.

Ese asesoramiento es el que ha permitido a Ecologistas en Acción “influir muchísimo” en el VII Plan de Residuos. “Ahora hay que poner en valor a la gente que ha peleado y estar vigilantes de que ese plan se cumpla”.

El ATC es historia, que quede claro

Villeta también zanja: “Por mucho que diga el exalcalde, el ATC es historia, que quede claro. Ningún gobierno volvería jamás a plantear que se hiciera aquí, una vez demostrado que los terrenos son nefastos. Pero ha dejado una secuela, que es el deterioro de la convivencia. Gente que se llevaba bien y ya no. Se han creado luchas y rivalidades que no existían, lo que ha polarizado mucho la vida de aquí”.

Reconoce que es posible que en Villar de Cañas haya mayoría de gente que quiera este proyecto, porque “es mucho dinero”. Pero avisa: “No hay ningún beneficio, supone una pérdida de valor de sus casas, de sus cosechas, de sus tierras, de sus productos. Hubiera sido la ruina para mucha gente”.

El sábado 4 de mayo, una fiesta en el Parque de los Moralejos de la ciudad de Cuenca celebrará el adiós al cementerio nuclear. Bajo el lema ‘El ATC no se pone’, la Plataforma contra el silo nuclear y Ecologistas en Acción quieren compartir con la gente este evento festivo y de victoria ciudadana.

De cara al futuro, Carlos Villeta está convencido de que en esta comarca “sigue existiendo riqueza”. “Son terrenos magníficos para la agricultura, hay tierras de aromáticas, queserías, más cultivos de almendros y pistachos. La gente sigue viniendo a trabajar. Esto no va a desaparecer. Las ciudades viven del campo y eso va a seguir existiendo. El agua y el aire puro se generan aquí y eso, aunque la población sea menor, jamás desaparecerá”.