El turismo español y los tópicos heredados del franquismo: “Hay que entrenar la mirada del viajero”
La dictadura franquista utilizó el turismo para divulgar un discurso que, entre otras cosas, rememoraba un pasado idealizado basado en la unidad de la patria. Las ruinas y los daños bélicos se convirtieron en elementos de atracción turística que han llegado hasta nuestros días, a veces con una idea un tanto desenfocada de la historia.
Así lo explica Jesús Nicolás Torres Camacho, geógrafo, doctor internacional en Humanidades, Artes y Educación por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) en su libro La turistización patrimonial del franquismo (Universidad de Granada, 2022).
El autor, natural de la localidad toledana de Burujón, compagina actualmente labores de gestión cultural y turística con la docencia universitaria en las Facultades de Humanidades y de Educación de la UCLM. El libro habla de las conexiones pasadas y presentes en la gestión del patrimonio cultural y de cómo el modelo de la dictadura marcó el actual sistema turístico manteniendo imágenes y tópicos.
Uno de los ejemplos más claros es el Alcázar de Toledo. “Fue un emblema de la victoria franquista”, apunta Torres, quien alude a publicaciones de varios investigadores que detallan cómo su restauración se alargó a propósito hasta los años 70 del siglo XX, casi hasta la muerte de Franco. “Era una forma de mantener vivo el recuerdo de la victoria, pero de forma paralela se llevaba a los turistas a ver sus ruinas. Se mostraba cómo se trabajaba en la recuperación del Alcázar que fue también un lugar de acogida de mandatarios extranjeros. Es uno de los recursos turísticos más potentes de Toledo, seguramente dentro del top ten nacional, y eso tiene sus raíces en los años 50 y 60”.
La dictadura de Franco fue una época en la que surgieron lo que los expertos conocen como ‘falsos históricos’ - trabajos de restauración que sustituyen elementos originales- y a veces generan tópicos e imágenes inventadas. Ocurrió por ejemplo en la localidad aragonesa de Sos del Rey Católico, declarada conjunto histórico-artístico en 1968. “Se convirtió en emblema monárquico, un lugar donde retomar un pasado heroico y de buen gobierno, con el que se identificaba la ideología del régimen franquista”, explica Jesús Nicolás Torres.
“Hubo una gran actividad para rehabilitar monumentos en esta pequeña localidad. Se generaron incluso itinerarios para guiar al visitante de forma que las calles y casas por las que pasaba el turista se arreglaron, aunque el resto estuviese en ruinas”, comenta el autor al señalar la investigación de la catedrática Ascensión Hernández en su libro ‘Sos del Rey Católico. Un ejemplo de recuperación de la arquitectura románica aragonesa’, publicado en 2018 por la Diputación de Zaragoza. La razón por la que el franquismo eligió este lugar se debe que la reina Juana Enríquez dio allí a luz a Fernando II de Aragón y V de Castilla, al que todos conocemos como Fernando el Católico.
Ocurrió también con una de las rutas turísticas más internacionales en nuestro país: el Camino de Santiago. “Durante los años del franquismo se configuró su potencial. Los pueblos por los que pasa eran elementos de especial atención turística a la hora de intervenir y restaurar”. El autor cita a Belén Castro Fernández, profesora en la Universidad de Santiago que aborda la instrumentalización política en la revitalización del Camino durante la dictadura.
En la narrativa vinculada al régimen suele atribuirse a Franco el ‘invento’ del milagro turístico español. “El franquismo no lo inventa todo. A veces hay una idea demasiado generalizada”, advierte el investigador. “La guerra civil es una ruptura, sí, pero desde el punto de vista de la gestión turística y monumental lo que hemos podido comprobar es que durante el franquismo hay una continuidad de las políticas y actividades que ya se pusieron en marcha en el primer tercio del siglo XX”. Fue antes de la dictadura de Franco cuando se “institucionalizó” la explotación del patrimonio como recurso turístico, aunque el régimen lo aprovechase después en su propio beneficio.
La planificación y utilización turística del patrimonio ya existía a finales del siglo XIX. El sevillano barrio de Santa Cruz “fue la primera intervención turística en España con el marqués de la Vega-Inclán como comisario regio de turismo primero, y responsable del Patronato Nacional de Turismo, después. Él fue la persona, con apoyo de Alfonso XIII, que ante el crecimiento urbanístico que experimentaba Sevilla, se ocupó de proteger sus callejuelas, empedrados y de crear ajardinamientos mediante la intervención turística”.
La historia se repitió con la casa-museo del Greco (Toledo) y la casa o institución cervantina (Valladolid), recuerda el profesor. “Esas intervenciones serán fundamentales y la base para los conjuntos histórico-artísticos o las casas-museos que se crearon durante el franquismo”.
Otro ejemplo es el asturiano y aquí el autor se refiere al trabajo de Pilar García Cuetos, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Oviedo que ha estudiado el uso propagandístico de monumentos durante la dictadura. Es el caso de la Cueva de Covadonga. “Asturias y Don Pelayo, además de la vinculación de la familia Franco a aquel territorio, proporcionaron también los ingredientes para convertirse en objeto de restauraciones y reclamo para visitar la primera ruta de guerra del norte de España”, apunta Torres.
Durante el franquismo se fomentaron también las visitas de personalidades ilustres como la de Eva Duarte de Perón, esposa del presidente argentino, el 6 de junio de 1947. Un viaje ideado por Franco para buscar la ayuda de Argentina ante el aislamiento internacional, y se materializó en el envío de trigo.
La propaganda turística para proyectar cierta idea de España
¿Por qué una dictadura decidió invertir en sol, playa y turistas? El investigador lo tiene claro. “Aportaba divisas, una fuente de financiación que, trabajándola, acaba convirtiéndose en fundamental en el sistema económico de la dictadura”.
La estrategia pasó por alternar también la promoción de las costas con la de otros territorios de interior peninsular “que era muy potente”. No todos sufrieron de la misma forma las consecuencias de la guerra civil en el patrimonio, pero en todas las intervenciones había objetivos comunes: los monumentos, las tradiciones y costumbres y hasta las playas estuvieron primero al servicio del régimen y después de la economía.
“Muchas de las fiestas de interés turístico, cerca de un centenar, obtuvieron tal condición durante aquella época y se mantienen. Podemos poner como ejemplo la Fiesta del Azafrán de Consuegra”, señala. El Ministerio de Información y Turismo creó en 1964 la figura de Interés Turístico. La publicación de la Orden correspondiente en el BOE, firmada por Manuel Fraga, ya reflejaba que era “uno de los atractivos de mayor raigambre y realce que ofrece España a los extranjeros”.
Por un lado, el turismo sirvió para afianzar la propaganda que proyectaba una determinada imagen de una España. Se blanqueaba el régimen de un país sin libertades y, paradójicamente, receptor de turistas que disfrutaban de las playas sin las restricciones morales a las que estaban sometidos los y las españolas. “La dictadura fue muy larga y hubo dos fases. Los años de la autarquía que llegan hasta 1958 y después el desarrollismo, con tecnócratas el frente del gobierno y una visión más aperturista. Eso termina calando en la sociedad”, apunta el investigador.
En la primera etapa hubo “mayores choques ideológicos con el franquismo”, dice el autor. Estaban relacionados con la moral. Se buscaba un turismo extranjero porque la sociedad española, en plena postguerra, no iba precisamente a hacer turismo. “Venían extranjeros que aportaban dinero, con una forma de vida, de entender el mundo o incluso de vestirse que chocaba con la de aquellos que vivían en los destinos turísticos”. Las películas de la época lo recogen, por ejemplo, desde el punto de vista del humor y permitieron cuajar la idea del ‘invento’ franquista del turismo.
Estereotipos convertidos en “iconos” que han llegado al siglo XXI
En los primeros años de la dictadura, la imagen turística estaba muy basada en la España romántica del siglo XIX o de principios del XX, la que reflejaba la novela corta ‘Carmen’ de Prosper de Mérimée, la literatura de viajes o el pasado andalusí como factor de atracción para el turista extranjero.
Eso se mantuvo durante la segunda etapa, pero el desarrollismo de los años 60 “queda patente la imagen de una España que evoluciona, que crece, que es dinámica”. ‘Pase sin llamar’ o ‘Spain is diferent’ son algunos de los slogans de la época ideados por el Ministerio de Información y Turismo de Fraga.
En los años 60 del siglo XX se dieron las circunstancias que han estereotipado algunas de las imágenes turísticas más conocidas en nuestros días. Fue en 1964 cuando se creó la figura de las denominaciones geoturísticas. Ayuntamientos, diputaciones, empresas o particulares pudieron registrar ‘marcas’ o slogans que casi todos reconocemos. “Algunos han llegado hasta nuestros días con el mismo nombre. Otras ya existían: Costa del Sol, Costa Dorada, Costa Blanca… Eso permitía hacer promoción común”. Más adelante ese testigo lo recogieron las comunidades autónomas.
Sigüenza, la ‘Ciudad del Doncel’, Consuegra, en Toledo, con sus característicos molinos. Brihuega el ‘Jardín de la Alcarria’, el Mar de Castilla (la cabecera del Tajo entre Cuenca y Guadalajara de donde sale el agua del trasvase), La Mancha y Don Quijote, Alcázar de San Juan 'Corazón de la Mancha' o Tomelloso 'Manantial del Vino'... “Muchas rutas turísticas, slogans o denominaciones geoturísticas se han mantenido porque funcionan, aunque han evolucionado. Siguen siendo iconos, como Sigüenza, pero desde un punto de vista mucho más amplio. Se le ha dado la vuelta. Hasta el punto de que en este caso se trabaja para que sea Ciudad Patrimonio de la Humanidad”.
Aprender a mirar las “capas” de los destinos turísticos
“Además de todo el trabajo de documentación que hay detrás, aporta nuevos datos, se habla de cosas de las que nunca se había hablado, aunque se pudieran intuir. Deben quedar constatadas científicamente. Creo que nos puede ayudar a entrenar la mirada del turista y de quien trabaja en el sector”.
El investigador cree que hay que aprender a mirar las distintas “capas” de los recursos o destinos turísticos según cada momento de la historia. “No hay que juzgarlas con connotaciones estrictamente negativa, sino ser críticos y saber qué han aportado en cada etapa para entender lo que son en la actualidad”.
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