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Ser voluntario de Cruz Roja tras la DANA: “Los ataques y bulos están totalmente fuera de un contexto real”

Ana Escudero, voluntaria de Cruz Roja, ayudando a otra persona voluntaria en las labores en la localidad de Algemesi, en la Comunidad Valenciana

Francisca Bravo Miranda

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“Fue llegar y encontrarte casi una escena bélica”, recuerda Juan Manjarres, voluntario de Cruz Roja de Toledo que acudió a la localidad valenciana de Algemesí ya una semana después de la DANA. Se encontró un escenario en el que hacían falta manos por todos lados. Como técnico en emergencias sanitarias, decidió ir a prestar sus conocimientos de forma voluntaria en cuanto le fue posible. Habían pasado ya varios días, pero el barro seguía allí, por todos lados.

Ayudaba en todo lo que podía, tratando desde las pequeñas heridas que les ocasionaban las labores de limpieza a todos aquellos que se afanaban por devolver la normalidad a su pueblo, limpiando los ojos de los voluntarios llenos de barro, haciendo curas de las ampollas causadas por las botas de plástico o por coger las palas. Juan es una de las personas, entre decenas, vinculadas a Cruz Roja que se desplazaron hasta la Comunitat Valenciana para ayudar en todas las tareas necesarias. Y eran muchas. Y no solo en la vecina autonomía.

La organización humanitaria ha realizado en Castilla-La Mancha más de 9.100 asistencias, durante la emergencia de la DANA, entre las que se incluye la puesta en marcha de un albergue donde se acogió a casi un centenar de personas afectadas por la gran riada que asoló el pueblo albaceteño de Letur, y una serie de acciones de apoyo en el municipio conquense de Mira. La organización también preparó dos puntos de distribución y entrega, que ayudaron a ofrecer más de 8.800 manutenciones -comida y bebida- a personas afectadas por las riadas y a los intervinientes en las zonas de emergencia.

Se movilizaron 12 equipos, algunos de las provincias de Guadalajara, Ciudad Real y Toledo, varios vehículos para el transporte de personas, entrega de recursos, especializados y también un 4x4. Y a todo esto se suman unos 70 voluntarios que decidieron desplazarse a ayudar a la vecina comunidad autónoma.

“La sensación de apocalipsis que había en Valencia, con los vehículos llenos de barro, ese nivel de destrucción no es el mismo que había en Letur”, recuerda Ana María Escudero que acudió a ambos lugares en calidad de “socorrista de apoyo”, una persona que acompaña a profesionales como psicólogos en las atenciones que realizan en la zona.

Hace unos días, el diputado de Vox en Castilla-La Mancha, David Moreno, aseguraba que no había visto al personal de Cruz Roja ni en Mira ni en Letur, tampoco en las localidadeds valencianas que él había visitado. Es un bulo que los datos de la misma organización desmienten y que han provocado un aluvión de apoyo de todos los sectores hacia los profesionales y voluntarios que acudieron raudos a ayudar. Ni Ana ni Juan dan mayor importancia a las palabras del responsable político. “No le doy importancia ni me afecta en absoluto. Yo me preocupo por mi trabajo, por hacer bien mi voluntariado y son ataques que están totalmente fuera de un contexto real”, afirma Escudero.

“Yo prefiero quedarme con el agradecimiento de la gente que con las cosas malas. Hemos escuchado a gente preguntar que por qué llevábamos los vehículos siempre limpios. Pues era por una razón muy sencilla: que nos preocupábamos de limpiarlos cuando llegábamos a la base. Queríamos dejarlos limpios y preparados para cuando los cogiesen otros voluntarios, compañeros que iban a hacer la misma labor que nosotros”, añade Juan Manjarres.

Primeros auxilios psicológicos

La labor de Ana María Escudero se activó como voluntaria dentro del área psicosocial, en el equipo de Cruz Roja de respuesta inmediata que trabaja en emergencias como la DANA. Dentro de ese equipo hay varios perfiles, como el suyo. “Al tener una formación básica, lo que llamamos primeros auxilios psicológicos, seguimos unas pautas para actuar con las personas afectadas y según la causa que esté provocando el trauma emocional”, recalca. Los “socorristas de apoyo” van siempre acompañados de profesionales del área, que son los que dirigen la labor del voluntariado.

“Cuando llegamos a Letur [el día 4 de noviembre, casi una semana después de la riada], la sensación general era el abatimiento que se sentía en el pueblo. Te removía”, recuerda la toledana, que trabajó en concreto con personas del entorno de quienes habían desaparecido por la riada. “El estar con ellos les permitía realizar lo que llamamos la ventilación emocional, porque el duelo hay que exteriorizarlo y reconocer los puntos que te están haciendo sufrir”, recuerda la voluntaria que se sumó a otros compañeros y compañeras de la provincia albaceteña.

También explica que había gente con la que hablaba y que, aunque no tenía relación directa con las personas desaparecidas, sí sentían impotencia y dolor. “Impotencia de ver la avalancha de agua, de tener grabadas esas imágenes y esas escenas. Lo que veías es el trauma de vivir una situación tan terrible, tan exagerada, tan impactante”. Pero Escudero resalta que las personas voluntarias como ella deben mantener la compostura. “No lo sufres, porque no estás ahí para sufrir. Luego te pasa factura, sí. Pero en ese momento, te vuelcas en lo que tienes que hacer, pendiente de lo que te rodea”, señala.

La situación que se encontró en Algemesí fue diferente. “Se veía mucha destrucción”, recuerda. “Veías a los voluntarios sacar barro de un sitio el sábado, y el domingo seguir porque no se acababa nunca. Eran imágenes muy diferentes”, destaca.

Zona de catástrofe, zona de “guerra”

“Era muy impactante. Sinceramente, era una zona de catástrofe, una zona de guerra. La gente con la mirada perdida. Eso fue lo que más me impresionó”, recuerda Juan Manjarres, técnico sanitario de emergencias voluntario que llegó a la zona afectada el día 9 de noviembre. Habían pasado casi 10 días de las fuertes lluvias. “No quiero imaginar qué hubiera visto si hubiera ido al día siguiente”, resalta.

Aunque su labor iba centrada en sus conocimientos sanitarios, al llegar a la localidad valenciana se dieron cuenta de que también hacía falta más apoyo psicológico. “Una de las grandes necesidades era el poder contar lo ocurrido, para ir asimilando las pérdidas materiales y también la de sus familiares o conocidos. Había gente que se levantaba y a lo mejor el vecino de al lado ya no estaba o el que les vendía el pan todos los días. Pero es que nada te prepara para esto”, recuerda Juan.

Todavía queda mucho por hacer, asegura. Pero lo más importante es que no se puede dejar a la población afectada en el olvido. “Nos hemos volcado tanto como voluntarios, como país, pero ahora tendrán la incertidumbre de qué pasará con ellos. Creo que ese es el miedo que pueden tener. Porque hay lugares que hay que reconstruir de nuevo”, asegura.

Manjarres se hizo voluntario de Cruz Roja a finales de 2022. Está preparado y dispuesto para volver a seguir ayudando. “Cuando llegábamos ahí y decíamos que veníamos de Toledo, la gente se sentía orgullosa. Orgullosa de decir que hay gente que ha venido hasta aquí solo por ayudarnos. Y prefiero quedarme con eso”, explica. Estaría “encantado de volver”.

Cruz Roja sigue movilizando voluntariado que colabora todavía en las zonas afectadas, explica Ana María Escudero, que afirma que también volvería a ayudar, pero que primero necesita tomarse un momento para descansar. “Tienes que saber parar, porque esto también te pasa factura y muchas veces no eres consciente de que esto te está minando la moral. Y esta emergencia va a tener un gran recorrido, tanto a nivel físico como psicológico. Me planteo incorporarme después de las Navidades a las labores que sigan activas”, concluye esta voluntaria, que trabaja con Cruz Roja desde el año 2021.

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