Dos proyectos de ley presentados para su debate y aprobación en el Parlamento de Irán han despertado la alarma de las organizaciones defensoras de la igualdad de las mujeres en todo el mundo. Se trata de dos propuestas que atentan directamente contra los derechos sexuales y reproductivos del género femenino, y contra cuya aprobación ha iniciado una campaña de denuncia Amnistía Internacional. En el apoyo a este objetivo ha visitado España Sussan Tahmasebi, activista iraní en defensa de los derechos de las mujeres, premiada por Human Rights Watch debido a esta labor, y una de las personas más influyentes de Oriente Medio en estas cuestiones.
Durante una charla en Toledo organizada por Amnistía Internacional, Tahmasebi, que ha sido perseguida y sancionada por las autoridades iraníes debido a su activismo a favor de la igualdad, ha ofrecido una perspectiva histórica de la situación en Irán como eje necesario para comprender el contexto actual y comprender la campaña que bajo el lema ‘Las mujeres en Irán luchan como leonas por sus derechos’ se ha iniciado en contra de estas dos normativas.
Según destaca, los continuos avances y retrocesos en materia de derechos de las mujeres en el país, desde la Revolución Islámica de 1979 hasta la llegada al poder de Mahmud Ahmadineyad (en el poder desde 2005 hasta 2013), han provocado en la actualidad un país “contradictorio” donde “la realidad se contradice con la Ley”.
Se refiere así al hecho de que, pese a las medidas conservadoras del actual presidente iraní, Hasan Rouhaní, haya datos tan irrefutables como el hecho de que el cien por cien de las mujeres iraníes menores de 35 años sepa leer y escribir, al igual que el 90% de las mayores de esa edad. “La mayoría de los estudiantes universitarios son mujeres pero eso luego no se traduce en el ámbito laboral”, resalta. “Son médicos, abogadas, ingenieras, taxistas, todo menos juezas y presidentas del país, lo que demuestra que la legislación va por detrás de la propia realidad”.
Por ello, el hecho de que Ahmadineyad llegara al poder y cerrara todo el tejido asociativo de ONG que se había permitido anteriormente “no impidió que siguiéramos luchando”. Aporta así otros datos significativos que demuestran que tal activismo tenga recorrido, como que la edad mínima para casarse sea los 13 años cuando las estadísticas desvelan que las mujeres iraníes se casan, como media, a partir de los 25; o que se permita y promueva la poligamia cuando no la practica ni el 1% de la población.
El embargo desde Estados Unidos y la UE
Tahmasebi afirma que el peor periodo para la defensa de estos derechos se ha vivido desde 2010, debido a que el Gobierno del país comenzó una campaña de sanciones contra los activistas, mientras “la comunidad internacional miraba para otro lado”. Un dato significativo que atribuye al embargo practicado a Irán desde Estados Unidos y la UE, que ha generado el constante empobrecimiento de las clases medias y bajas, y por tanto, la imposibilidad de que estos ciudadanos puedan ser voluntarios activistas al tener que buscar dos o tres trabajos para subsistir. Es decir, es el aislamiento internacional de Irán lo que también afecta de manera negativa al movimiento pro-derechos humanos.
“Esperamos que la economía mejore y que la clase media sea capaz de salir adelante, ya que eso creará más oportunidades para las mujeres. Pero es importante pedir no solo que se abran las relaciones económicas con Irán, sino en todos los sectores educativos, culturales y sociales y de derechos humanos. Necesitamos que se lance el mensaje de que las mujeres y sus derechos son importantes, algo que solo sería posible si el aislamiento terminase”, ha concluido.
Según Amnistía Internacional, la aprobación del proyecto de ley para Incrementar los Índices de Fertilidad y Prevenir el Descenso de Población supone declarar ilegal la esterilización voluntaria y prohibir la provisión de información sobre métodos anticonceptivos, lo que aboca a las mujeres a interrupciones del embarazo clandestinas que ponen en riesgo sus vidas. Por otro lado, el segundo proyecto, el Plan General de Población y Exaltación de la Familia apela a una serie de valores tradicionales que ya no tienen arraigo en la sociedad iraní y que están destinados a seguir considerando a las mujeres como meras “máquinas de procrear”.