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Los trabajadores, el “punto negro invisible” de los riesgos para la salud por calor extremo

Ante la tan anunciada ola de calor por la que atraviesa España y buena parte de Europa, se multiplican los consejos para que las altas temperaturas no tengan consecuencias nefastas para nuestra salud. En todos ellos se señala a las personas mayores y a la infancia como principales grupos de riesgo, pero hay una realidad que aflora ante la proliferación de estas olas de calor como consecuencia del cambio climático. Se trata de los trabajadores que realizan su labor profesional expuestos a altas temperaturas y que suponen un espectro muy amplio en nuestro país. ¿Hay suficientes alertas y medidas de prevención en este sentido?

Sobre esta cuestión se ha referido la ambientóloga Begoña María-Tomé Gil, del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS), quien ha presentado el proyecto SALUDAPT -sobre estrategias territoriales para la protección de los trabajadores ante el cambio climático- en el marco de unas jornadas celebradas con este objetivo en la Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha. Mediante estos trabajos no solo se han realizado estudios sobre la incidencia en la salud sino también guías para trabajadores.

La iniciativa pretende contribuir al desarrollo de planes y estrategias en las comunidades autónomas mediante jornadas divulgativas y materiales para la transferencia de conocimiento. Entre sus publicaciones se encuentra el folleto 'La protección de la salud de la población trabajadora ante el cambio climático', con propuestas de actuaciones, y 'Las comunidades autónomas ante el cambio climático en España', con catálogo de experiencias y buenas prácticas.

Sometidos a un “altísimo estrés térmico”

Según explica María-Tomé, cuando han analizado las estrategias de salud a nivel territorial, se ha comprobado la necesidad de identificar los riesgos pero no solo  para las personas mayores. Muchos trabajadores también están expuestos a un “altísimo estrés térmico”. Se ha referido así a los que desarrollan su labor al aire libre, a los que trabajan en invernaderos, en construcción, en carreteras, en incendios forestales, en servicios municipales de jardinería y limpieza, o guías turísticos. También ha mencionado al personal de espacios interiores como cocinas, panaderías o grandes focos industriales de calor.

“Es otro colectivo de riesgo y muy vulnerable en el que hay que tener en cuenta que los efectos no se reflejan solo en un golpe de calor, sino que también pueden producirse a largo plazo”, precisa. Añade que, de hecho, hay un 9% más de probabilidades de sufrir un accidente laboral en condiciones de temperaturas muy altas, y que en estos casos muchas veces no se relacionan con el calor como causa primera.

Por eso habla de un “punto negro invisible que no estamos viendo” en cuanto a la población trabajadora y su exposición al estrés térmico. Recalca que desde el sistema público de salud se han desarrollado muchos planes y medidas, y hay “más cultura del calor” que hace unos años, pero aun así, en grupos vulnerables de trabajadores, estas circunstancias no se dan y “la tendencia es la contraria, se invisibiliza”. “Hace falta mucha formación para que las mutuas, los inspectores y todos los profesionales de salud laboral se den cuenta de su importancia”.

“¿Estamos preparando a las administraciones para lo que va a venir?”

Además, desde el ISTAS también han puesto el foco en otro fenómeno como el que se dio en Madrid y en Andalucía hace dos años, cuando el adelanto de las altas temperaturas obligó a suspender las clases en centros escolares. Es una cuestión sobre la que también han alertado los sindicatos en Castilla-La Mancha y para que la que ya se están desarrollando algunas soluciones. A este respecto, la ambientóloga se pregunta si estos gobiernos tienen en marcha protocolos por si esta situación vuelve a producirse. “¿Se han elaborado planes o medidas sobre esto? ¿Estamos preparando a todos los departamentos, también de educación, para que lo que va a venir?”

Con el estudio realizado mediante encuestas a todas las administraciones autonómicas, se ha constatado en este sentido la “falta de herramientas” en las comunidades autónomas para evaluar el coste del impacto del cambio climático y de las medidas de adaptación en la salud.  En su mayoría, las autonomías califican de “insuficiente” la coordinación de los organismos públicos en la respuesta a las consecuencias en la salud humana.

“Casi no se aborda la información de salud. Se habla de mitigación y adaptación al cambio climático, y es importante que se haga y se coordine, pero hay que exigir que muchos órganos creados –aquí ha mencionado, entre otros, el Consejo Nacional del Clima- no sean postureo, y que sirvan para ayudar y contribuir. Debemos tener en cuenta que el cambio climático puede poner en riesgo todos los avances en salud pública de los últimos 40 años. Eso no lo podemos permitir”, ha concluido.