Viajamos a 1844. Al norte de Guadalajara. A una zona montañosa y recóndita en la que alguien descubrió un filón de plata que cambió la historia de un pequeño pueblo de 200 vecinos.
En esta parte de la provincia hoy se puede pasear entre los restos mineros. El gneis silíceo, las cuarcitas y lajas de pizarras afloran en la superficie. Se mezclan con la vegetación de jara y estepa y ofrecen un singular paisaje rodeado de montañas de la Sierra de Ayllón, del que se puede disfrutar en una ruta de miradores panorámicos señalizada y explicada.
Entre los restos de las chimeneas, los pozos o los castilletes, la tierra brilla para recordar que el yacimiento de plata sigue ahí. “Nos encontramos un paisaje rural ‘mestizo’ marcado tanto por actividades agropecuarias como mineras”, explica la arquitecta Silvia Abánades.
Hace unos años participó en la elaboración de un informe de la Universidad de Alcalá para diseñar rutas senderistas a través del paisaje industrial minero. Un proyecto financiado con fondos FEDER. “Lo planteamos como una manera para recuperar su historia minera. Queríamos contar por qué ocurrió aquí y no en otro sitio”, explica.
Después, la iniciativa vecinal sumó la apertura de un Centro de Interpretación de la Minería de la Plata y ahora, Hiendelaencina dará un paso más para mostrar las entrañas de su patrimonio minero. Literalmente.
En este pequeño municipio de la Sierra Norte de Guadalajara quieren rehabilitar la mina Santa Catalina. Es la más moderna, la más cercana al pueblo y la última en cerrar. Se convertirá en visitable. “Abriremos una galería de unos 800 metros”, explica el alcalde.
Mariano Escribano cuenta cómo la Santa Catalina estuvo abierta hasta los años 90 del siglo XX. Allí trabajó y todavía recuerda que fue el último en pisar sus galerías, a unos 300 metros de profundidad, junto a un compañero, antes de ser clausurada. Hoy está inundada y no es accesible. Aunque por poco tiempo.
“Me daba mucha vergüenza tener tanta historia detrás y no poder atender a la gente que nos demandaba más información. Siempre les decíamos: vayan por ahí”, indicando el camino hacia los restos mineros. Ahora, después de “muchos años de lucha que no ha sido nada fácil”, dice el edil, el pueblo recibirá casi 2,3 millones de euros para “desarrollar un producto turístico de primer orden” que permita culminar el trabajo iniciado.
Un convenio entre el Gobierno de España, la Junta de Castilla-La Mancha y la Diputación de Guadalajara rehabilitará la Santa Catalina creando un centro de visitantes (387.200 euros) con una musealización “inmersiva” (138.000 euros), se implantarán sistemas de iluminación de eficiencia energética en la mina (42.350 euros) y la mina se hará visitable pasando a formar parte del Sistema Integral de Calidad Turística en Destinos (SICTED) con una inversión que supera los 1,7 millones de euros.
“Tenemos el dinero, tenemos el proyecto y espero que este mismo año comiencen los trabajos para que la gente pueda ver la mina por dentro”, dice el alcalde. El objetivo es atraer turismo, dinamizar la economía local y fijar población.
El responsable de Turismo en la Diputación de Guadalajara, Rubén García explica que “el proyecto se desarrollará en tres años, hasta 2025. No viene de cero. El ayuntamiento ya lo tiene avanzado y lo que haremos nosotros es culminarlo”.
Recuperar la mina será costoso. “Tiene unos 700 metros de profundidad, en varias plantas distribuidas en galerías. Es como un queso gruyère. El problema es que a 45 metros ya nos encontramos agua. La idea es crear un pasillo de unos 800 metros para acceder al centro de la mina en su segunda planta visitando antiguas galerías”, cuenta el alcalde.
La Santa Catalina se encuentra en un terreno elevado sobre el que puede observarse una amplia extensión del lugar en el que estaban las escombreras de la extracción del mineral. “Es un edificio-máquina”, explica Silvia Abánades, con una nave principal y un castillete metálico para la extracción de plata. Desde allí las vagonetas bajaban y subían hasta las escombreras.
La zona subterránea es su mayor atractivo. Hoy está inundada y requerirá la intervención de una empresa especializada. De eso se encargará la Diputación. Ya hay un anteproyecto diseñado por la empresa Túneles y Geomecánica. “La idea es recuperar una parte visitable para crear otro tipo de turismo en el que el visitantes se pueda sentir involucrado. Queremos hacer algo muy interactivo”, señala el diputado provincial.
En las inmediaciones de la ‘Santa Catalina’ todavía hoy resisten numerosos restos de otras muchas minas. ‘Mala Noche’ ‘La Nochebuena’, ‘Marinera’, ‘Santa Cecilia’, ‘San Juan de la Cruz’, ‘La Perla’, ‘La Fortuna’, Santa Teresa, ‘La Suerte’, ‘La verdad de los Artistas’, ‘El Relámpago’, ‘San Carlos’, ‘Vascongada’… fueron algunos de sus curiosos nombres.
“Hay que intentar proteger todo el conjunto porque se va deteriorando con el paso del tiempo”, reivindica Silvia Abánades. “Ha habido mucho vandalismo. He puesto muchas denuncias en los juzgados. Una pena porque había mucho patrimonio. Muchas cosas ya no existen”, lamenta el alcalde.
El interés turístico es innegable. Por eso el alcalde lo contempla como un proyecto “integral”. Cita por ejemplo el cañón del río Bornova, los paisajes a los pies del Pico Ocejón y en general los encantos de una Sierra Norte, parque natural protegido, en una zona en la que está el Hayedo de Tejera Negra, pueblos como Sigüenza o Atienza, una amplia presencia del arte Románico rural y un espectacular entorno natural. “Seremos una oferta más dirigida por ejemplo a Madrid que está muy cerca. Hay una amplia demanda del turismo de minas”, dice el alcalde.
De 23 vecinos a floreciente población industrial con más de 5.000 en el siglo XIX
La 'Allende la Encina' de 1581 que hoy conocemos como Hiendelaencina, tenía 23 vecinos pobres, con casas de piedra y tejados de pizarra tan característicos de los llamados ‘pueblos negros’ de la Sierra Norte de Guadalajara.
En el siglo XIX, la curiosidad de un geólogo aficionado, Pedro Esteban Górriz, permitió descubrir la presencia del mineral. “La zona se asienta sobre un macizo gneístico en el que algunos de su filones hidrotermales contienen distintas proporciones de plata”, explica Silvia Abánades.
La población pasó entonces de los 200 vecinos hasta superar las 5.000, según el censo de 1857. Llegaron mineros, comerciantes, albañiles, herreros, mecánicos, farmacéuticos, médicos... El pueblo cambió toda su estructura urbana. Hoy no llega a los 120 vecinos.
Los inversores de entonces también pusieron sus ojos en el lugar. Había pozos y minas por todo el término municipal siguiendo la trayectoria del conocido como ‘filón rico’, la parte en la que podía conseguirse la mejor plata.
Eso no duró siempre. El filón se perdió debido a las fallas y fracturas en el terreno. Se redujo la explotación, se abandonaron las minas y la gente se marchó. El ‘País de la Plata’ entró una espiral que combinó florecimiento y declive según las décadas. Hasta 1870 la población se multiplicó por 20. Eran buenos tiempos en las minas. Pero cuando las labores tuvieron que realizarse a más profundidad, los beneficios no fueron los mismos. Se empezó a ‘tirar’ de los materiales desdeñados y en las escombreras buscando plata. Un banquero francés apellidado Bontoux, descubrió una veta que le reportó pingües beneficios durante siete años.
A comienzos del siglo XX la instalación de turbinas en el río Bornova para usar perforadoras de aire comprimido en una de las minas dejó sin trabajo a muchos mineros y se diversificaron los oficios, pero poco antes de la I Guerra Mundial comenzó la etapa de decadencia definitiva. El capital extranjero se fue y la Sociedad de Minas de Plata de Hiendelaencina, creada en 1918, cerró definitivamente en 1926.
Todavía habría algunos coletazos en esta actividad. En la década de los 40 varias prospecciones fallidas dejaron al pueblo sin sus opciones de antaño. En Hiendelaencina volvieron a ser solo 200 vecinos.
Habría que esperar hasta 1970 cuando el IGME estudió nuevas posibilidades de explotación minera. Una empresa murciana se atrevió a invertir, con nueva maquinaria, pero escasos resultados en su idea de un lavadero para procesar las escombreras de mineral desechado al pie de los pozos.