Entre 1935 y 1936, durante la II República y poco antes del inicio de la guerra civil española en Toledo el antiguo Hospital de Santa Cruz se había convertido en el Museo Arqueológico de la provincia. A escasos pasos de la popular plaza de Zocodover, el proyecto incluía el diseño de espectaculares jardines. Un auténtico oasis en el corazón toledano, en uno de sus edificios más emblemáticos.
Se había construido en el siglo XVI. Su fundador, el cardenal Pedro González de Mendoza, lo concibió para centralizar la asistencia a niños huérfanos y desamparados de la ciudad. Tras las desamortizaciones de la primera mitad del siglo XIX, fue Colegio General Militar dependiente del Ministerio del Ejército, pero en 1902 quedó deshabitado porque el colegio se instaló en el vecino Alcázar. Fue declarado monumento nacional, pero quedó en el olvido de la conservación.
Alonso de Covarrubias, allá por el segundo tercio del siglo XVI, se había ocupado de diseñar construir su patio principal. En ese espacio y en otros, cuando se instaló allí el Museo Arqueológico, el proyecto incluyó el diseño de espectaculares jardines.
Pero nunca llegaron a ejecutarse por el inmediato estallido de la guerra. Los jardines se quedaron en los planos que se encargaron a Javier de Winthuysen y Losada (Sevilla, 1874 - Barcelona, 1956). Esos documentos y otros muchos de paisajista, jardinero y pintor se conservan en la Red de Bibliotecas y Archivos del CSIC.
Antes de ocuparse de diseñar los jardines toledanos había trabajado en el proyecto de ajardinamiento del Museo del Prado con el escultor Victorio Macho, que tiene hoy su museo en la Real Fundación de Toledo.
¿Quién era Winthuysen? Pertenecía a una noble familia originaria de Flandes y su padre fue concejal encargado de los jardines de Sevilla. “Fue el primer paisajista español, el primer estudioso del diseño de jardines”, explica Esther García Guillén, jefa de la Unidad Archivo Histórico del Real Jardín Botánico.
“En Toledo también se centró en documentar los jardines de la Sinagoga de Santa María la Blanca y también los jardines del Palacio de los marqueses de Velada, en el municipio con el mismo nombre, en esta provincia”. No llegó a intervenir en ninguno de ellos.
“Fue el impulsor de la protección de los jardines clásicos en nuestro país, pero también un innovador a la hora de crear otros nuevos”. Su estilo era muy definido, explica Esther García. “Era muy geométrico y ordenado. Apostó por la arquitectura ligera con fuentes o estatuas, pero sin pretender repetir jardines clásicos. Quiso crear algo nuevo alimentándose del legado histórico. Él mismo diseñaba piezas cerámicas para decorar”.
El proceso había comenzado en 1915 gracias a una beca de la Junta de Ampliación de Estudios para investigar sobre los jardines históricos españoles, a través de una minuciosa tarea de documentación que expuso años después, durante una conferencia en el Ateneo de Madrid en 1922.
El “bellísimo” jardín de la Real Fábrica de Paños destruido en la guerra civil
“España es el único país que posee ejemplos de los diversos estilos de jardines desde la Edad Media hasta la actualidad”, decía Winthuysen durante su intervención en el Ateneo madrileño
También se refirió al “bellísimo” jardín de la Real Fábrica de Paños de Brihuega (Guadalajara), un edificio construido entre los reinados de Fernando IV y Carlos III.
“El trozo que se conserva de estos jardines más bien parece de un palacio que de una fábrica”, decía, para destacar que, gracias a los propietarios de entonces, los señores de Cabañas, “se encuentra no solo bien conservado, sino cultivado con todo esmero”.
Describió un jardín de trazado irregular, pero con figuras que lo hacían “armónico” y sus cuadros de bojes encerrando macizos de flores, junto a numerosas arcadas de ciprés. Gracias a su trabajo de documentación, sus dibujos y fotografías, hoy podemos saber cómo era aquel jardín que quedaría destruido durante la guerra civil. La localidad de Brihuega protagonizó algunos de los episodios más cruentos de la contienda, vinculados a conocida como ‘Batalla de Guadalajara’.
Su aportación era toda una novedad en la época. Hasta ese momento en España no había ninguna obra o estudio sobre los jardines históricos. Ocho años después publicaría ‘Jardines Clásicos de España’ fruto de su investigación.
“Durante mucho tiempo fue el único libro en el que se consideraron los jardines españoles como un legado histórico”, apunta la paisajista española Carmen Añón en un artículo sobre Winthuysen difundido por la Real Academia de la Historia. Fue un adelantado a su tiempo y a la corriente en Europa, dice Añón, “al considerar los jardines históricos como monumentos y como patrimonio histórico-artístico a conservar”.
Esther García destaca que con su trabajo “se propuso reconstruir aquellos jardines que habían sido abandonados, que no tenían protección e incluso habían perdido su forma. No se trataba solamente de la legislación, sino que se implicó en su rehabilitación. Sus apuntes son hoy un referente de la jardinería clásica española”.
Con su trabajo documental han permanecido intactos en la memoria del tiempo jardines ya desaparecidos como el jardín de La Moncloa o los que antes de la guerra adornaban El Escorial, Aranjuez, El Pardo, La Granja o la Casa de Campo. Actualmente, en las inmediaciones del Real Jardín Botánico de Madrid, en el Cerro de San Blas, se conserva un jardín histórico diseñado por el paisajista.
“Hoy arquitectos y paisajistas estudian sus planos, sus croquis e incluso sus fotografías que sirven para hacer rehabilitaciones de forma correcta”. Esther García lamenta que, pese a los grandes especialistas a lo largo del tiempo en jardines históricos, la universidad apenas ha apostado por esta disciplina.
“A la Horticultura no se la ha considerado de primera, como debería ser y como ocurre en otros países. Es una parte del legado de Winthuysen”, un estudioso y artista que frecuentó el círculo de la Institución Libre de Enseñanza, donde conoció a Juan Ramón Jiménez, Valle Inclán, Lasso de la Vega o a Antonio y Manuel Machado.
Al paisajista se le debe que los jardines históricos hoy sean considerados como Bien de Interés Cultural (BIC). En 1934 se le encargó la formación del Patronato de Jardines Históricos de España. Debía velar por la integridad de los jardines declarados de interés artístico y proponer nuevas incorporaciones. Ese patronato se convirtió tras la guerra civil, en 1941, en un organismo de Jardines Artísticos y Parajes Pintorescos del que fue vocal y, de nuevo, inspector general.
La necesidad de formar o asesorar a los arquitectos: “No se trata de poner cualquier árbol”
En pleno debate sobre el impacto del cambio climático y la necesidad de potenciar los espacios verdes en las ciudades, y en concreto los árboles, Esther García cree que “Winthuysen estaría hoy muy de moda. En los años 30 del siglo XX, él ya hablaba de la importancia del arbolado y de la jardinería en general. Trabajaba hasta con 200 especies distintas, aunque no siempre podía disponer de todas”.
La jefa del Archivo Histórico del Real Jardín Botánico recuerda que, dentro de esta corriente, “el conservador del Botánico, Juan Armada, habla de la necesidad de formar a los arquitectos o personas que les asesoren, a la hora de abordar cualquier construcción. Sobre la selección de especies arbóreas, por ejemplo. No se trata de poner cualquier árbol, hay que convivir con ellos”. Y es que, concluye, con la pandemia “la gente ha vuelto la mirada hacia el jardín, como lugar al aire libre, en contacto con la naturaleza y elemento ornamental. Es muy curioso”.