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Y... por fin se habla de la violación en cita

Beatriz Bonete

Presidenta de Stop Violencia Sexual —

Mi primer trabajo de verdad, “de lo mío”, fue impartiendo talleres de violencia de género en centros de secundaria. Recuerdo mi primer día, que iba yo con toda mi ilusión a la ONG en la que empezaba, y la coordinadora me viene y me dice: “tú sabes que vas a trabajar con adolescentes, ¿no?”. “Ajá”. “Y sabes que las/os adolescentes son muy complicados, ¿no? Que como no te andes con ojo, te comen, ¿no?”. “Ajá”. Y la verdad es que sí, que intuía que lo de los talleres (sobre violencia machista además) no iba a ser una empresa fácil. Pero no estaba preparada para lo que me vino.

Por un lado, fue un trabajo que recuerdo con cariño, porque sentía que impartir talleres era una labor importante de cara a sensibilizar contra la violencia de género, y de paso aprovechar para explicar y definir (correctamente) el feminismo a gente más joven que yo que, para mi sorpresa, aún seguía teniendo demasiadas resistencias y demasiados estereotipos con el término. Por otro lado, era muy impactante comprobar que, a pesar de ser otra generación, seguían reproduciendo y manteniendo dinámicas nocivas en cuanto a las relaciones de pareja y las relaciones sexuales. Aun así lo más llamativo no era eso, sino lo explícitos y poco políticamente correctos que eran al compartir lo que pensaban, al relatarte sus experiencias.

Me acuerdo de una chica de 1º de Bachillerato diciendo: “es que con mi novio es una pelea siempre. Sí, sí,  pero luego a la hora de la verdad, pasa de ponerse el condón. Que dice que no y es que no. Yo ya es que ni le digo nada”. O de los chicos hablando sin pudor de “las guarras” del instituto, con las que follarían pero a las que nunca tendrían como “novias”. O una chica diciéndome que su novio le eliminaba gente de su Facebook que él no quería que tuviera como amigos. Y todo esto lo hablaban así, en crudo, sin filtros. Entre otras cosas, porque no identificaban claramente que todo esto que comentaban entre risas, eran parte de las creencias y la desinformación que alimenta y sirve de base a la violencia de género y a la violencia sexual.

Trabajar la prevención desde el aula es siempre muy interesante no sólo por lo que “enseñas” sino por todo lo que recibes que te amplía la visión de qué es lo que ocurre entre la gente joven de la que a veces pensamos, erróneamente, que ya han superado muchas cosas en esto de la desigualdad de género. Así es en el ámbito educativo y público (muchas más chicas en ramas de ciencia, por ejemplo), pero no lo es en el ámbito privado de sus relaciones de pareja ni en sus relaciones sexuales. Y para trabajar esta dimensión, es vital estar presente en los centros, y poner en marcha campañas que no sean sólo actuaciones puntuales, sino que tengan continuidad en el tiempo para que, de verdad, los mensajes calen y permanezcan.

En estos últimos días, me han sorprendido algunas críticas que ha recibido la campaña de “Sin un Sí, es No”, que ha puesto en marcha el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha para prevenir lo que se llama “violación en cita” durante las fiestas de verano de su comunidad. Se criticaba el enfoque de la Guía porque alguno de los consejos que incluye, dirigidos tanto a chicas como a chicos, se han interpretado como mensajes que las “responsabilizan” a ellas  de sufrir una agresión. Una crítica que no casa con el contenido de la Guía, que deja claro que “siempre puedes decir NO” o que “nada justifica una agresión”. Creo, además, que es importante, a la hora de criticar campañas o materiales que vayan a utilizarse en talleres de formación y sensibilización contar con opiniones “profesionales” de gente que de verdad esté en el “terreno”.

En el caso de la campaña “Sin un Sí, es No”, compartí mi opinión con una de las psicólogas de Stop Violencia Sexual, Federación de la que formo parte. Me decía esta compañera, con experiencia tanto en la intervención con adolescentes como en la atención de víctimas de agresiones sexuales, que la campaña le había gustado, sobre todo porque (la cito textual): “creo que el punto fuerte que le diferencia de otras guías es la parte que también alude a los chicos y la parte gráfica de las postales con mensaje”.

Y claro, si nos ponemos, se puede sacar la punta a todo, como por ejemplo, el uso de términos que quizás no “encajen” con la jerga que utiliza la gente joven, como cuando uno de los consejos habla a los chicos de que no “se ofusquen”. Pero quitando si estamos de acuerdo o no con el término empleado (yo no soy adolescente y creo que tampoco he utilizado “ofuscar” en mi vida), el tono en el que se dicen sí importa, porque el tono es el adecuado. Y no es un tono paternalista del tipo “No- hagas-esto- porque-si lo haces-y- te- pasa- algo- te –voy- a- decir- te lo dije”. Es un tono de consejos preventivos,  puntuales y concretos que funcionan en el contexto para el que están inscritos: el de la violación en cita que es la agresión que “ocurre en encuentros pactados con un amigo, un conocido o con alguien que acabas de conocer”, a diferencia de la violación “por asalto” que es la perpetrada por parte de agresores desconocidos.

Es fundamental contar con una guía que trabaje específicamente sobre un tipo de agresión sexual que es la más frecuente pero la más desconocida, la menos visible, la que menos se denuncia. Contar con una guía, acompañada de postales, con mensajes clave, en un formato atractivo y de fácil de distribución hace que el tema de la “violación en cita” esté presente en fiestas, ferias, bares, etc…Es decir, en los lugares y contextos lúdicos en los que se inicia el “acercamiento” de lo que luego puede convertirse en una agresión sexual por parte de conocidos. Hay que llevar las campañas a las aulas, pero también a estos espacios porque si los  carteles, las postales, los vasos con mensajes están ahí, facilitan que puedas identificar  señales de alerta, reaccionar ante ellas y  quitarte de en medio cuando aún puedes.

Sobre recomendaciones de la guía

Y digo “cuando aún puedes” porque hasta un determinado momento (y ahí es donde se dirigen los mensajes de la Guía en cuestión), una chica puede evitar una agresión. Pero hay situaciones de las que es más difícil huir. Porque si un chico mete algo en tu copa y pierdes el control o la consciencia no vas a poder irte, defenderte. Por eso se recomienda en la Guía, de forma acertada, que si has perdido de vista tu copa, es mejor que pidas otra. No porque se quiera castigar a las chicas dos semanas sin salir si no lo hacen, sino porque la sumisión química es algo que OCURRE, y ocurre con frecuencia, como sabemos en las asociaciones que componemos la Federación Stop Violencia Sexual, donde continuamente atendemos a  chicas que han sido agredidas estando drogadas o inconscientes (a veces por desconocidos, pero sobre todo, por chicos de su entorno).

Y sí, en la Guía se recomienda que tengan dinero reservado para que siempre puedan tener una alternativa a la hora de volver a casa. Que claro, se puede pensar “lo que faltaba, nosotras siempre vigilando”. Pero la cuestión es que  puede suceder (y sucede), que en una cita voluntaria, de pronto  percibes que el chico con el que estabas “te ha dejado de gustar”, ya no te apetece “ir a más” con él… Pero no tienes cómo volver a casa, tus amigas se han ido, y él se ofrece a llevarte. Y puede que sea un chico estupendo, que acepte el “No” sin problemas. Pero puede que no. Y si te lleva en coche y tú estás ahí,  con poca movilidad, y él quiere tener relaciones sexuales por encima de todas las cosas, entre ellas por encima de tu consentimiento, da igual que le digas “no me agredas”, “te he dicho que no”. Por eso esas situaciones es mejor evitarlas. Es mejor decirles a las chicas que no lleguen hasta ahí. Que sean independientes a la hora de volver a casa. Y que guarden dinero para un taxi. O que paguen vía app.

Es muy cansado para las mujeres estar todo el día “alerta”, sobre todo cuando sales y lo único que quieres es divertirte, liberarte, bailar, ligar, hablar con unas y con otros… Pero la realidad, y aquí la apoyo con datos, es que a las asociaciones que formamos parte de Stop Violencia Sexual, nos llegan anualmente más de 900 mujeres que han sido agredidas sexualmente. La mayor parte de ellas, lo han sido por parte de conocidos. Compañeros de trabajo, compañeros de piso, amigos, amigos de amigos, un chico que han conocido en una fiesta que al principio les gustaba pero que al final NO. Chicos “normales”, que están ahí. Que salen, que también quieren divertirse, pero que tienen un concepto de la diversión y las relaciones sexuales absolutamente equivocado y que perciben que determinados comportamientos en una relación  de acercamiento  les otorgan derechos  sobre la accesibilidad al cuerpo de las mujeres.

Está claro que las labores de prevención tienen que ir dirigidas a cambiar la concepción de la sexualidad de los chicos que no entienden, ni respetan,  otra libertad sexual que no sea la suya. Que la prevención tiene que concienciar y dejar bien claro que tener relaciones sexuales sin consentimiento, por medio de la violencia, el abuso o el chantaje no les hace más hombres, si no que les convierte en agresores y, por tanto, en delincuentes.

Pero esta labor requiere de dos elementos muy importantes: recursos y continuidad. Recursos para que los mensajes puedan atacar desde todos los frentes, para que estén presentes en los centros educativos, en los medios de comunicación, a nivel institucional y ciudadano. Y continuidad para que sean realmente efectivas, para que, de verdad, tengamos el terreno abonado para erradicar la violencia sexual contra las mujeres.

Mientras tanto las instituciones y entidades especializadas tenemos que seguir trabajando con campañas, como la lanzada por el Instituto de Castilla-La Mancha, para concienciar a las chicas de que pueden y tienen todo el derecho a decir NO  en cualquier situación, en cualquier momento. Y tenemos que seguir transmitiendo mensajes con indicaciones que sabemos que funcionan, que faciliten a las chicas el que puedan identificar y, por tanto, evitar, que sean víctimas de una violación en cita.

Mi primer trabajo de verdad, “de lo mío”, fue impartiendo talleres de violencia de género en centros de secundaria. Recuerdo mi primer día, que iba yo con toda mi ilusión a la ONG en la que empezaba, y la coordinadora me viene y me dice: “tú sabes que vas a trabajar con adolescentes, ¿no?”. “Ajá”. “Y sabes que las/os adolescentes son muy complicados, ¿no? Que como no te andes con ojo, te comen, ¿no?”. “Ajá”. Y la verdad es que sí, que intuía que lo de los talleres (sobre violencia machista además) no iba a ser una empresa fácil. Pero no estaba preparada para lo que me vino.

Por un lado, fue un trabajo que recuerdo con cariño, porque sentía que impartir talleres era una labor importante de cara a sensibilizar contra la violencia de género, y de paso aprovechar para explicar y definir (correctamente) el feminismo a gente más joven que yo que, para mi sorpresa, aún seguía teniendo demasiadas resistencias y demasiados estereotipos con el término. Por otro lado, era muy impactante comprobar que, a pesar de ser otra generación, seguían reproduciendo y manteniendo dinámicas nocivas en cuanto a las relaciones de pareja y las relaciones sexuales. Aun así lo más llamativo no era eso, sino lo explícitos y poco políticamente correctos que eran al compartir lo que pensaban, al relatarte sus experiencias.