Las cajas rurales se hacen fuertes en Castilla y León ante el repliegue de la banca comercial

Ángel Villascusa

12 de septiembre de 2021 09:06 h

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Castilla y León va camino de convertirse en un desierto bancario. Lo advierten el Banco de España, los sindicatos y las administraciones locales y autonómicas: el proceso de concentración bancaria está provocando que la banca comercial tradicional cierre oficinas en todo el país, con consecuencias especialmente dañinas en las zonas rurales. Castilla y León es la región con más municipios sin sucursales bancaria, 1.660. Sólo en el año de la pandemia echaron el cierre 179 oficinas. Sin embargo, las cajas rurales y las cooperativas de crédito están resistiendo mejor, e incluso creciendo y abriendo oficinas en un contexto de repliegue.

El próximo 16 de septiembre, la Caja Rural de Zamora abrirá su primera oficina en Olmedo. En un par de meses harán lo mismo en Simancas, dos municipios vallisoletanos donde la entidad zamorana nunca había hecho negocio. “En los últimos años no solo no hemos cerrado ninguna oficina, hemos abierto, y nuestro plan es continuar haciéndolo”, explica Narciso Prieto, director de comunicación de Caja Rural de Zamora. “Hemos abierto 25 nuevas sucursales, diez de ellas en la provincia de Valladolid, pero también en municipios más pequeños”, señala.

En España hay 42 cooperativas de crédito y cajas rurales agrupadas en la Unacc, la Unión Nacional de Cooperativas de Crédito. Según los últimos informes de esta sociedad, durante el 2020 y 2021 han crecido en todo el país. El sector de créditos de las entidades ganó 316,6 millones de euros en el primer semestre de 2021, un 14,8% más que en el mismo periodo del año anterior, y los depósitos aumentaron un 9%, hasta los 137.473 millones. Aunque estas entidades mantienen una fuerte vinculación con el territorio, operan en provincias y comunidades fuera de su zona tradicional. En Castilla y León hay 317 oficinas repartidas por todo el territorio, y aunque han disminuido desde 2.010, en los últimos años varias de ellas han abierto sucursales.

Por su peso, destacan la Caja Rural de Salamanca (51 oficinas y 47 cajeros), la de Soria (55 oficinas y 53 cajeros), Caja Viva -suma de las antiguas cajas rurales de Burgos y de Segovia- (86 oficinas y 75 cajeros), y la Caja Rural de Zamora (99 oficinas y 84 cajeros automáticos). En una década, en un contexto de repliegue bancario, todas ellas han aumentado su número de cajeros, mientras que en toda España el número de aparatos se ha reducido casi un 20% desde entonces. En 2010, las cinco cajas de Castilla y León combinadas tenían 196 cajeros automáticos, ahora cuentan con 334. En cuanto a sucursales, todas las cajas de Castilla y León, salvo Caja Viva, han abierto oficinas. Zamora, 22 más; Salamanca 26 más, Soria, 2 más. Raúl Lorenzo, secretario general de la Asociación Española de Cajas Rurales, explica el crecimiento: “Somos muy estables, crecemos lentos pero poco a poco. Somos una especie de banca pobre que no se prodiga ni cuando lo hace bien (ríe)”.

A pesar del crecimiento de los últimos años, la cuota de mercado de las cajas y cooperativas en materia de créditos (la base del negocio financiero) solo alcanza el 4% del total de España, aunque hay provincias donde el porcentaje es mucho mayor, tanto fuera como dentro de Castilla y León, en Navarra o Zamora superan el 30% del negocio de préstamos. “Nos estamos haciendo fuertes fuera de lugares como Madrid o Barcelona, que siguen siendo nuestro talón de Aquiles. Queremos seguir creciendo y pensamos que es posible, aunque con cabeza”, señala Lorenzo. Es posible crecer, apuntan fuentes del sector, porque los bancos tradicionales están dejando un hueco zonas poco rentables. La concentración bancaria derivada de la crisis financiera hizo que las cajas de ahorro autonómicas o provinciales se fusionasen en bancos privados sin demasiado interés en territorios poco poblados.

“Al contrario que el resto de la banca, nosotros seguimos abriendo oficinas porque creemos que hay un mercado en estas zonas y hay una necesidad bancaria en Castilla y León, donde se está produciendo una exclusión importantísima de bolsas de población, rural y mayor, con una población envejecida que sigue precisando de nuestros servicios”, subraya Prieto, de la Caja Rural de Zamora. Esta “exclusión financiera”, donde las personas no tienen acceso a efectivo (mediante cajeros) ni a oficinas bancarias para realizar operaciones, no solo supone una complicación para los ciudadanos rurales, también les produce una desventaja: sin oficinas cerca es más difícil tener acceso a créditos con los que financiar sus negocios.

“La diferencia fundamental es que nosotros no tenemos detrás unos inversores que nos exijan unos beneficios hasta el punto de tener que cerrar oficinas menos rentables”, defiende el secretario de la asociación de cajas rurales. Los bancos se están yendo de zonas menos rentables, dejando a autónomos y a pymes sin posibilidad de financiación, y es ahí donde las cooperativas de crédito están aprovechando para crecer. “Cuando se marchan de las zonas rurales, a los clientes más grandes suelen designarles un comercial que gestiona sus asuntos desde Madrid, pero no es lo mismo porque tienen una visión menos apegada al territorio”, señala Lorenzo.

Las cajas rurales y las cooperativas de crédito pueden permitirse rentabilidades más bajas. Clientes más pequeños, como panaderos que quieren abrir un horno en otro pueblo, transportistas que adquieren otro vehículo para un reparto comarcal. “Somos estables porque crecemos lentos, así que la volatibilidad nos afecta menos”, señalan desde la asociación española de cajas rurales. Otro negocio, aunque más reducido, sigue siendo el de los seguros agrarios, donde las cajas y cooperativas copan cerca del 60% de todos los que se conceden en España. “Si solo nos basáramos en la agricultura no podíamos subsistir. El mundo rural es más que la agricultura, tenemos clientes que están relacionados con la industria agroalimentaria, el turismo o los servicios”, defiende Lorenzo.