Abrir la puerta de una casa que lleva muchos años cerrada, cuando su última moradora falleció. Volver al pueblo y decidir montar un cine en Castromembibre, un pueblito de Valladolid de menos de cien habitantes en invierno, pero que multiplica su población durante los meses de verano. Un pequeño oasis en un mundo muy rápido, en el que el aburrimiento no tiene cabida. Con la intención de mostrar esta realidad nace Gallo Rojo, que el director Enrique García-Vázquez ha estrenado en la Seminci de Valladolid.
Inspirada en películas como Meseta, Tierras Construidas y Alcarrás, Gallo Rojo habla de la crudeza del medio rural. Ana y Lucía pasan el verano en Castro, donde nunca pasa nada. Hasta que pasa. Golpeada por la vida urbana de Madrid, Ana vuelve al pueblo y decide montar un cine rural, como los que había hace años. Allí se junta con Lucía, amiga de la infancia que ahora estudia en Barcelona. La película muestra cómo no hay futuro en pueblos como Castro, solo el campo como medio de subsistencia.
“Por mucho que queramos vivir en el pueblo, no nos dejan porque no hay forma de evolucionar”, explica la protagonista de la cinta, Pino de Pablos. Gallo Rojo, que concursa en la sección Seminci Joven, quiere reivindicar esa forma de vida rural, para lo que ven esencial un apoyo por parte de las Administraciones. “Queríamos contar la historia de nuestros pueblos, nuestras abuelas y también una historia generacional, de los jóvenes que están obligados a abandonar ya no solo el medio rural, sino las provincias en busca de ciudades más grandes”, explica Enrique García-Vázquez a elDiario.es después de la última proyección.
Añoranza de 'lo rural'
La historia de Ana —y Lucía— apela a esa añoranza de 'lo rural', pero no lo romantiza. “Cuando Quique [Enrique García-Vázquez] me habló del proyecto, estuve muy de acuerdo en contar el tema de la despoblación, conocer el mundo rural, pero no romantizarlo, que eso también es importante. [Ana ] Es una chica que viene de fuera y quiere llegar a este lugar, pero que se encuentra con las trabas; con lo bonito, pero también con la realidad. Y la realidad que hace que eso no sea posible ahora mismo”, reflexiona Pino de Pablos.
La actriz que da vida a Ana destaca la importancia del “contraste” que refleja la película: el del pueblo, pero también el generacional. Gallo Rojo habla de diversidad sexual, poliamor, acceso a la vivienda, la música, la menstruación... “Son temas que iban surgiendo a medida que se daban diferentes escenas y situaciones”, explica De Pablos.
“Son temas que hablábamos en nuestro día a día y no queríamos olvidarnos de ponerlos en la película. Si solo hacemos hincapié en volver al pueblo la raíz, a la tradición, se puede confundir con que se quiere volver a lo de antes, con un conservadurismo que por desgracia está muy presente en nuestra tierra. Nosotros decimos que 'no' a eso. Sí, hay que recuperar muchos valores del rural, de la tradición pero también tenemos que actualizarnos para muchas otras cosas”, reivindica Enrique García-Vázquez.
La protagonista de Gallo Rojo asegura que querían mostrar la realidad de la gente joven LGTBI que vuelve al pueblo y tiene dificultades para mostrar cómo son. “Lucía querría no tener que irse a otro pueblo, sino estar en su pueblo, poder conectar con alguien y que eso surgiese sin que nadie esté mirando, Las personas que pertenecen al mundo LGTBI lo tienen mucho más complicado para poder ser y sentirse aceptados y poder desarrollarse”, profundiza.
La vida de los pueblos
Gallo Rojo es fruto del diálogo que se produce entre escenas guionizadas y reales con actores no profesionales, con niños y ancianos de Castromembibre, que cuentan su vida: los vermús veraniegos, las carreras de bicicletas y las interminables partidas de cartas. “La ficción recoge cosas de la realidad. Igual que utilizamos escenarios reales, objetos reales y demás, también hemos utilizado momentos reales para componer la ficción”, explica García-Vázquez.
Con unos silencios clave y unos sonidos habituales en el medio rural —el afilador, la bocina del panadero o una verbena veraniega—, Gallo Rojo recupera los ritmos y la cultura en los pueblos. “Es el momento de que las instituciones se pongan las pilas, es lo que nos falta. Vivimos en una comunidad en la que se nota la desidia de la Junta. Esto es como la pescadilla que se muerde la cola. Las administraciones y la política tienen una gran responsabilidad, porque al final es lo que mueve la sociedad”, pide el director de la cinta
Gente que no tiene “de qué vivir” en los pueblos
La intérprete considera que la gente abandona los pueblos porque no tiene “de qué vivir”. “A lo mejor la gente ni se plantea vivir en el mundo rural porque no hay trabajo, no hay un abogado, ni un médico, ni un ilustrador... o sea, no existe ese tipo de industria dentro de los pueblos”, lamenta. Enrique García-Vázquez pide a la Junta de Castilla y León que no dé “migajas” a las empresas audiovisuales locales. “Cualquiera que emprende desde Castilla y León ve cómo para un trabajo creativo y grande la Junta llama a una empresa de Madrid. Al final dices, pues me voy a Madrid y creo desde allí para Castilla y León”, protesta el director vallisoletano.
Enrique García-Vázquez explica que, cuando trabajaba en el proyecto de Gallo Rojo se planteó hacer un documental o un trabajo experimental a través de alguna residencia artística. “Al fin dije: 'No, lo voy a hacer en mi tierra, en Castilla, que además es lo que más me interesa, hablar de la realidad de Castilla y León”, explica.
El paisaje —ese campo amarillo estival al que muchos artistas han cantado— es un protagonista más. Inspirada en la obra de Félix Cuadrado Lomas (fallecido en 2021), la tierra castellana copa la pantalla. La protagonista de Gallo Rojo vuelve al pueblo, como muchos otros. Pero solo puede volver en verano, porque en invierno no es posible. Los pueblos pierden sus cientos de habitantes y solo quedan allí una veintena de irreductibles que hacen que cante El Gallo Rojo, que no se rinde más que cuando está ya muerto.