—Mi flor se puliría fetén gaza si atervara esto —se garleó el pitoche engrullón. La primera pregunta que se hace aquí toda persona mayor que se precie es ¿quién es El Pitoche Engrullón? Ni más ni menos que El Principito en gacería, un dialecto que garlean los cantalejanos. O como se llaman a sí mismos, los briqueros. El Principito ha sido traducido a más de 500 idiomas y dialectos. ¿El último? El idioma de los trilleros, que solo se habla en un pequeño pueblo de Segovia (3.000 habitantes) desde hace generaciones. El Pitoche Engrullón (2022, Desde Tuma) es el primer libro escrito en gacería de principio a fin.
“De niña, y de joven, pasaba el rato con mi abuelo y hablábamos y pensábamos en gacería. Jugábamos a hacer frases largas y siempre he sentido que si lo olvidaba, olvidaba los recuerdos de mis abuelos”. Ana Rosa Zamarro es quien ha traducido este clásico de Antoine de Saint-Exupéry a gacería.
“Los trilleros y tratantes de ganado pasaban meses fuera de casa y de esta manera se reconocían como gente del pueblo. Se advertían e informaban entre ellos para que otros no les entendieran si no querían”, explica Zamarro. Por ejemplo, si un tercero iba a comprarles un trillo, para que supieran que tenía dinero aunque llorara, y así poder negociar. Poco a poco, se fue practicando y cayó en gracia. Cantalejo llegó a ser el segundo productor de trillos más importante, solo por detrás de Soria, asevera.
Los talleres se llenaban de briqueros, ganaderos y jornaleros que pertenecían a distintos oficios, que fabricaban los trillos, que luego venderían en otros pueblos. “Necesitaban mucha mano de obra... piensa que unas 500 familias se sacaban un jornal con esto”, añade Ana Rosa Zamarro, que recuerda que, por ejemplo, su madre y sus abuelos maternos siempre iban a un pueblo de Lerma y su padre —con sus abuelos— marchaban a otro de Teruel. “A mi madre la escolarizaban en Villalmanzo —cerca de Lerma— y mantiene amistades allí”, cuenta.
En gacería, cadelo es perro y curda, borracho. 'La madre que te parió' se dice La sieva que te estafó; y 'el alcalde del pueblo', el engrullón del vilorio'. Por este motivo El Principito es El Pitoche Engrullón. “El engrullón es como el personaje más importante, entonces significa 'el pequeño personaje importante'”, explica Zamarro, que se muestra entusiasmada con su acogida en la zona: “Seguro que lo entienden, porque todos lo entendemos”.
Álvaro de Benito es el editor de este libro. Su objetivo es doble: conservar la variante lingüística y que también sirva como material escolar para los chicos de la zona. Servirá de herramienta para que las escuelas, que ya aprendían vocabulario en gacería, trabajen con el dialecto.
“Ahora ya con esto, la gacería no quedará en el olvido”, subraya la traductora del libro. Zamarro destaca la importancia de que así la gente vea “que se puede hacer contexto entero y no solo palabras sueltas. ”Trabajar en este clásico ha sido como un sueño hecho realidad“, apunta. Para ella ha resultado ”difícil y emocionante“ a la vez: ”Algunas cosas me hacían sonreír porque me venían recuerdos a la mente“, se alegra.
El Pitoche Engrullón no es el primer principito en salir de esta editorial. El Chaval Principeras y El Principinu se editaron en cheli —sociolecto madrileño del siglo XVIII que explosionó en la década de 1980—y en la palra d'El Rebollal —un dialecto del astur leonés que se conserva en el sur de Salamanca—.
José Benito Mateos Pascual “Txebe” tradujo El Principito a la palra d'El Rebollal. “Había palabras sin una traducción exacta y tienes que buscar lo que más se aproxime, o una metáfora...luego le das vueltas, por si puedes traducirlo de otra forma y al final lo traduces cinco o seis veces para que quede bien”, explica, justo antes de bromear: “Menos mal que era El Principito y no El Señor de los Anillos”.
Este dialecto del leonés oriental pervive en cinco pueblos: Navasfrías, Peñaparda, El Payo, Robleda y Villasrubias. Las placas de las calles de Robleda están escritas en rebollanu y en castellano. “Las personas de más de 75 años hablan rebollanu, y aquellos que emigraron a mediados del siglo pasado a Francia también lo siguen hablando. Calculamos que lo hablamos unas 3.500 personas”, explica José Benito Mateos.
Este folclorista destaca la importancia de reconocer la palra d'El Rebollal como una lengua “tan válida como otras” y darle “ese prestigio” que se le quitaba en el pasado. “Es sacarle brillo. Nuestros abuelos no hablaban mal, hablaban un dialecto del leonés”, subraya.
El Principito, su rosa, la serpiente y el zorro viajarán también a Cantalejo o a la comarca de El Rebollal. Y desde allí también podrán ver con el corazón y reír mirando al cielo. Porque lo prencipal es invisibri a los ojus.