El director de la planta de la azucarera Acor en Olmedo (Valladolid) y el administrador de la misma han negado cualquier responsabilidad en el accidente laboral que en septiembre de 2016 se cobró la vida de un operario al quedar sepultado por toneladas de azúcar durante los trabajos de vaciado en uno de sus silos.
El juicio por estos hechos ha quedado visto para sentencia este viernes en el Juzgado de lo Penal 4 de Valladolid, donde el fiscal del caso ha mantenido su petición de dos años y medio de prisión para cada uno de ellos -la familia de la víctima ya fue indemnizada- como autores de un delito de homicidio por imprudencia y otro contra la seguridad de los trabajadores.
En su declaración, tanto el administrador de la planta, Esteban V., como el director, Guillermo D., se han desmarcado del suceso, el primero de ellos al alegar que entre sus cometidos no estaba velar por la seguridad de los trabajadores del silo, algo que como así ha precisado era competencia del encargado del mismo o del departamento de fabricación, y el segundo ante la imposibilidad de estar pendiente de todas y cada una de las tareas diarias que realizaban sus operarios.
Así, Esteban V. ha reconocido que en el organigrama de la factoría figuraba como uno de los siete jefes de seguridad, aunque “en la base de la pirámide”, y ha puntualizado que su competencia en esta materia se ceñía exclusivamente a los empleados de administración, no así de la de quienes estaban adscritos a otros departamentos.
“En la prevención integrada, cada mando era responsable de los trabajadores de su departamento”, ha explicado el administrador, quien ha declarado que él se limitó a contratar al trabajador fallecido junto a otros seis o siete, si bien, ha reiterado, del tema de seguridad y de la formación de los contratados tendría que haberse ocupado el encargado del silo, dependiente del departamento de fabricación.
Su compañero de banquillo, el director de la planta, Guillermo D, ha explicado que la semana anterior al día del siniestro, ocurrido un lunes 28 de septiembre de 2016, se había acordado proceder a la limpieza del silo, algo que se venía haciendo cada dos años, en cumplimiento de las indicaciones del Servicio de Aduanas, para lo cual sabía que existía un protocolo de seguridad.
Sin embargo, el encausado ha reconocido que no se ocupó de velar por el fiel cumplimiento de tales medidas y supuso que se estaban siguiendo, pese a que en el organigrama de Acor esté especificado que, al encontrarse en la cúspide, era el encargado de verificar las medidas de seguridad.
“De todos los trabajos que se realizan en la fábrica no puedo estar pendiente”, se ha excusado el director, quien, además de atribuir también la responsabilidad del control al departamento de fabricación, ha asegurado que el vaciado del silo no era un trabajo de riesgo y que otras muchas labores que se acometen a diario en las instalaciones de la azucarera son “mucho más complicadas”.
La limpieza en el silo, como espacio confinado y el consiguiente riesgo de explosión, requería que los encargados de esta tarea hubieran recibido un curso previo formativo y contaran con un permiso para trabajos especiales, según la tesis acusatoria del fiscal.
Muerto en su primer día de trabajo
También han testificado en la vista oral las cinco personas que esa mañana se encontraban dentro o en las inmediaciones del silo en el que perdió la vida Rodrigo Barrio Dolz, de 40 años y vecino de Matapozuelos, casualmente dos horas después de que comenzara la jornada en su primer día de trabajo en Acor.
En el instante en el que se produjo al accidente se hallaban tan solo en el interior del silo la propia víctima y el también operario de limpieza Rubén S.S., quien ha recordado que segundos después de dar la espalda a Rodrigo oyó a este pedir auxilio tras ser succionado por una de las bocas del depósito que se hallaba abierta y donde quedó encajado, sin que nada pudiera hacerse por salvarle al quedar sepultado por parte de las cerca de 4.000 toneladas de azúcar que aún quedaban en la base.
El testigo y otros que participaban esa mañana en las labores de vaciado del silo paleando el azúcar hasta las bocas del fondo han asegurado haber recibido formación, aunque han reconocido que en ese momento no contaban con un recurso preventivo ni tampoco hacían uso de arneses y cuerdas, útiles estos últimos que no consideraban necesarios para trabajar dentro del depósito.
“Exceso de celo profesional de la víctima
De hecho, todos los testigos han explicado que la primera regla que habían recibido era la de “pisar siempre suelo firme y no subirse a los montones de azúcar”, algo que, tal y como coinciden, pudo hacer el compañero fallecido sin percatarse que debajo de hallaba la boca de vaciado abierta.
“Donde se colocó habría metro y medio de azúcar. Era un chaval trabajador y pienso que por ser su primer día de trabajo y por exceso de celo profesional pudo cometer un error, un fallo humano”, ha aseverado Zacarías R.L, otro de los operarios encargados de la limpieza del silo.
Otro de los empleados que se hallaba en la bodega del silo recuerda que poco antes había avisado a los de arriba de que iba a abrir la boca número 17 para el vaciado del azúcar y les había advertido de que pisaran suelo firme. Poco después vio las botas de Rodrigo colgando por el agujero tras resbalar en su interior.
“Pare la cadena y avisé enseguida”, lamenta Pablo Felipe F.F, que también indica con pesar que el cadáver del compañero no pudo ser rescatado hasta varias horas después.
Por su parte, el contramaestre y responsable de fabricación y de la seguridad en este departamento, Ángel A.A, ha minimizado el riesgo que presentaban los trabajos de limpieza del silo, “algo que se venía haciendo desde hacía treinta años sin que hasta entonces se hubiera producido un accidente”.
“¡Para que haya un accidente se tiene que tirar un tío a la boca de vaciado!”, ha apuntado el contramaestre, quien ha sostenido también que a raíz de lo ocurrido las instrucciones técnicas que reciben los trabajadores se mantienen con ligeras matizaciones.
Pese a que los dos acusados apuntaran a su departamento como responsable de velar por la seguridad en el silo, Ángel A.A. también se ha desmarcado de lo ocurrido tras advertir de que no fue informado en momento alguno de que se iba a proceder al vaciado y limpieza del silo.
“El vigilante de fabricación es quien tendría que haberme informado y no lo hizo, con lo que ni firmé la autorización ni tampoco di el visto bueno al protocolo que me tendría que haber entregado”, ha concluido el contramaestre, que, en cualquier caso, ha concluido depositando en el departamento de administración la competencia del vaciado del silo.
Al inicio del juicio, en el trámite de cuestiones previas, las defensas han invocado la nulidad parcial del auto de apertura del juicio oral al entender que la vista oral debía celebrarse contra los dos acusados exclusivamente por un delito contra la seguridad de los trabajadores, ya que en el auto de imputación no se recogía la comisión del delito de homicidio por imprudencia que ahora también se les atribuye.
La cuestión, rechazada por el fiscal del caso, será resuelta por el juzgador en la misma sentencia