Sin confirmación definitiva de momento, la Consejería de Cultura –además de Agricultura e Industria– es de las que Vox pretende gestionar en Castilla y León. Lo que sí es seguro, en el pacto de Vox con el PP de Alfonso Fernández Mañueco, es que el candidato del partido de ultraderecha, Juan García-Gallardo, será vicepresidente. Durante la campaña este aseguró que Castilla y León es “la cuna” de España y que en ella se halla el origen de la lengua española.
Las grandes gestas históricas también sucedieron en el territorio en la que van a administrar su narrativa imperialista: García-Gallardo asegura que Castilla y León “impulsó la reconquista” y fue la tierra que “alumbró el descubrimiento de América y la creación del imperio universal en el que no se ponía el sol”. Estas pinceladas básicas anticipan las políticas culturales del partido ultranacionalista que ejecutará en la legislatura que está por inaugurarse.
A ellas debemos añadir la doctrina que los diputados de Vox han empleado en estos últimos tres años en la comisión de Cultura del Congreso de los Diputados, en la que han declarado que España “no puede tener una política cultural eficaz y bien estructurada cuando tiene que satisfacer las aspiraciones y los desvaríos de 17 taifas, que han aprovechado la cesión de estas competencias para inventar identidades históricas propias erosionando la identidad española común”. El entrecomillado pertenece al diputado José Ramírez del Río, portavoz cultural de Vox y el más comedido de sus compañeros. “Las comunidades autónomas nos han conducido a una desigualdad terrible entre españoles”, dijo también del mismo diputado.
Desde Vox renegaban en febrero de 2020 de las competencias transferidas a las comunidades autónomas. Pero también de los organismos públicos que se dediquen a los asuntos culturales. Su pensador de cabecera, al que aplauden con frecuencia en la Cámara Baja, es Gustavo Bueno y de él recuerdan que reprochaba a la cultura “hurtar a los ciudadanos y a la opinión pública debates trascendentes”. La cita también es del portavoz de Cultura en el Congreso.
La memoria que no
No es el único autor al que adoran. Miguel Delibes les gusta porque “viene del bando nacional”, explicó en octubre de 2020 el diputado Pedro Requejo Novoa. Argumentó entonces que frente a la Memoria Histórica es necesario el ejemplo de Delibes porque “pertenece a una generación que fraguó la Transición y practicó la reconciliación nacional que permitió el nacimiento de la democracia”. También les gusta Delibes por su inclinación a la caza.
Francisco Contreras Peláez, conocido por su extravagancia histórica al reescribir la Guerra Civil en la tribuna del Congreso, rechazó en febrero de 2021 que la literatura de Manuel Chaves Nogales figurara en el currículo educativo de los alumnos. Considera Contreras Peláez que el autor de El maestro Juan Martínez que estaba allí cometió un error capital al “no advertir a tiempo la gravedad de la radicalización revolucionaria de la izquierda que condujo finalmente a la Guerra Civil, por la vía del golpe de Estado de octubre de 1934...”
El mismo diputado se presentó en octubre de 2020 con un llamativo argumento para apropiarse de la escritora Carmen Laforet, de la que se sirvió para cuestionar los planteamientos igualitarios: publicó en 1955 la novela La mujer nueva, “que es de muy clara inspiración religiosa”. “Es, de hecho una novela ejemplarizante de cómo una mujer pecadora vuelve a la virtud y al hogar familiar”. Para Vox, Laforet “desmonta todos los estereotipos” porque al año de publicar Nada “decide casarse y convertirse en feliz madre de cinco hijos, sin por eso interrumpir su actividad literaria”. La cultura del ángel del hogar. De hecho, se muestran en contra de las ayudas a mujeres creadoras que incentiven su incorporación en la industria cultural. “Estamos en España, no en Ciudad Juárez”, argumentan.
Para rematar su aparición estelar, el diputado de Vox comparó la libertad de expresión actual con las “restricciones” del franquismo y encontró que la de hoy “no parece capaz de producir figuras de talla comparable a Laforet”. “¿Dónde están nuestros Ortega y Gasset?”, se preguntó.
La historia que sí
Sin complejos. Ni arrepentimientos, ni vergüenzas. Esa es la historia que quieren contar en Vox, una fuerza política que se muestra como “imperialista en busca de imperio” (expresión acuñada por Pablo Batalla en su ensayo Los nuevos odres del nacionalismo español). En marzo de 2021, junto con Ciudadanos y PP, exigieron al Gobierno en la comisión de Cultura del Congreso la celebración del quinto centenario de “la conquista” de México. La doctrina imperiofílica del partido de Santiago Abascal entiende que “las naciones que se respetan a sí mismas celebran sus victorias”.
El propio Contreras Peláez volvió a aparecer para explicar a sus señorías que la toma de Tenochtitlán, en agosto de 1521, “fue una hazaña bélica”. Y cuya última pretensión es “informar a los escolares con materiales equilibrados, ni chovinistas ni negrolegendarios”. Al tiempo, proponía la idea de hispanidad de Ramiro de Maeztu y pedía un monumento para Hernán Cortés en la localidad sevillana de Castilleja de la Cuesta, donde el invasor vivió sus últimos años. Ramírez del Río despidió aquella jornada imperial con el deseo de celebrar “la conquista” para “mostrar respeto a esta gran figura de la cultura española, a la espera de tiempos mejores y más civilizados”. Podría cumplirse en Castilla y León.
Y la fiesta nacional
En línea con su programa electoral de 100 ideas (y una cultural), Vox propuso durante la pandemia del COVID-19 la creación de un Plan Nacional para proteger las fiestas y verbenas populares. Y durante un tiempo pareció que fueran a conseguir todas sus reclamaciones taurinas gracias al exministro de Cultura José Manuel Rodríguez Uribes, que entró al trapo rojo que le tendió el partido ultranacionalista. En febrero de 2020 le dieron la bienvenida en el Congreso de los Diputados felicitándole porque Uribes no se puso de perfil y acudió a unos premios de tauromaquia nada más llegar al cargo. “Un arte de tan honda raigambre y de tanta repercusión en España”, lo definió entonces el diputado Ramírez del Río.
En otra ocasión se vistieron de ecologistas para argumentar a favor de los toros con un viejo silogismo: “Hay 300.000 hectáreas de dehesa que normalmente sobreviven gracias a los ingresos de la tauromaquia. El hecho de que esas 300.000 hectáreas puedan ser privadas de su sustento, de su apoyo, puede suponer una catástrofe ecológica enormes proporciones”.
Pero la gran baza que tiene la cultura de ultraderecha en Castilla y León es el patrimonio. En el programa electoral de las generales ya mostraban que su fuerte sería, después de la creación de una ley de protección de la tauromaquia, la restauración y protección del patrimonio cultural. En noviembre de 2020, en el Congreso, el diputado Pedro Requejo Novoa presentó una alarma compartida por muchos partidos: la despoblación deteriora la conservación del patrimonio histórico y artístico. Y acusó a la administración autonómica de Castilla y León de desatenderlo, “desbordada por la magnitud del patrimonio a restaurar, conservar y proteger”. Según este diputado, la provincia cuenta con más de 2.000 iglesias románicas.
Pero Vox no ve en su protección un síntoma de cuidado, sino de provecho económico. Como los neoliberales, Vox entiende el patrimonio como “la palanca para revitalizar el turismo cultural”. El partido de Juan García-Gallardo apoyó la propuesta socialista para declarar el románico palentino como patrimonio mundial, pero extendido a todas las iglesias del territorio castellano-leonés. Ahora hay que esperar a sus presupuestos generales y comprobar cuál será la inversión que destinarán a recuperar esas 2.000 iglesias románicas. Y si habrá algún euro para recuperar otro tipo de patrimonio que no sea el religioso.