Un incendio que se originó el pasado domingo en Balmaseda (Vizcaya) y que acabó llegando al Valle de Mena en Burgos ha vuelto a poner de manifiesto el pobre operativo con el que cuenta Castilla y León una vez que desaparece el riesgo alto al final del verano. La Comunidad es de las pocas que no cuenta con un operativo de extinción permanente y el número de efectivos es muy reducido en este momento, cuando cuenta con una cuarta parte nada más.
Desde que el fuego llegó a Burgos y hubo que desalojar dos localidades, se declaró el Nivel 2 y se requirió la intervención de la UME. Este lunes, la Junta de Castilla y León informaba de que 200 efectivos trabajaban en la zona afectada. En concreto 52 de la UME, 65 de la Brigada de Incendios Forestales del Ministerio y 50 guardias civiles. El Gobierno autonómico aportaba tan sólo 33 bomberos forestales del Infocal.
A medida que ha avanzado la jornada, la evolución del incendio se ha ralentizado y los vecinos de Antuñano y Bortedo regresaron a sus casas. La UME ha informado de que no hay frentes con llamas mientras se centra en “refrescar y liquidar puntos calientes” junto a las brigadas forestales.