El superviviente de los campos de concentración franquistas Josep Sala ha fallecido con 101 años de edad. Sala, perteneciente a la llamada Quinta del Biberón, pasó por un campo de concentración en Zaragoza y después fue trasladado a los campos de Santa Ana y San Marcos, ambos en la ciudad de León. Ha muerto este lunes, serenamente y rodeado de toda su familia.
Hace justo cinco meses, el superviviente pudo presenciar el homenaje que tuvo lugar en San Marcos, el que había sido uno de los campos de concentración franquistas más duros, reconvertido hoy en un lujoso parador. Según diversas investigaciones, por allí pasaron al menos entre 15.000 y 20.000 personas y, como relata el periodista Carlos Hernández, autor del libro Los campos de concentración de Franco, fue uno de los campos “más letales y terribles, uno de los que más prisioneros reunió y donde mayor brutalidad se registró”. El mismo Sala ha recordado el acto de homenaje junto a su hija este lunes antes de fallecer. Y ha añadido: “Y soy el último”.
“Josep tuvo unos últimos años felices. Le llenó de vida conocer a gente pendiente de la memoria histórica, de lo que él pasó. Esos reconocimientos le hicieron mucho bien. Recordaba con mucha alegría el homenaje que recibió hace cinco meses. Era un hombre de principios y de paz, con una gran humanidad”, ha señalado su hija a elDiario.es. La diminuta placa instalada entonces en el parador que menciona que aquello fue un campo de concentración sigue inaccesible al público, encerrada en una sala a la que sólo pueden entrar huéspedes previa petición de llave en recepción.
Sala conoció en San Marcos lo peor de la condición humana, como contaba en una entrevista en 2019 con elDiario.es. “La muerte nos rondaba, la sentía tan cerca...”, rememoraba, añadiendo que sobrevivió porque “apenas hablaba”. Según su relato, a poco estuvo de ser ejecutado en el momento en que lo hicieron preso en la provincia de Lleida. Un brigada franquista le salvó la vida cuando ya estaba encañonado, bajo el pretexto de que ese día ya había muerto demasiada gente.
Tras ser liberado, viajó por toda España y el norte de África, destinado en una brigada de fortificación del ejército nacional. Y, finalmente, en 1942, pudo volver a casa. Ese mismo año comenzó a trabajar en una farmacia del Raval, de donde no se movió hasta el día de su jubilación.