Jerónima Blanco tenía 22 años cuando los falangistas de un pueblo cercano (Villalibre) asaltaron su casa y la tirotearon junto a su hijo Fernando, de 3 años, a las afueras de Ponferrada (León). Sus cuerpos estuvieron un par de días expuestos en la calle, frente a su casa, para que su marido, un minero escondido en un monte cercano, encontrara los cuerpos cuando bajara de noche a visitar a su familia de hurtadillas. Sucedió poco después del golpe de estado de 1936, en la carretera Ponferrada-Ourense. Ochenta y cuatro años después, el Ayuntamiento de Ponferrada instalará un hito en recuerdo a Jerónima y Fernando.
El alcalde de la capital berciana, Olegario Ramón, asegura a eldiario.es que este monolito pretende reconocer a todos los represaliados, “perpetuando su memoria”. La corporación municipal -tripartido entre el PSOE, Podemos y Coalición por el Bierzo- ha retomado un expediente al que el anterior ayuntamiento, del PP, dio carpetazo. “En el mandato anterior, Ponferrada en común lo solicitó, aunque la primera petición procedió de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH)”, relata el regidor.
La ARMH ha solicitado en reiteradas ocasiones que se nombre una calle o dé un espacio público en Ponferrada para reivindicar el “símbolo” de Jerónima Blanco y su hijo Fernando. Un guante que recogió finalmente el Ayuntamiento de la capital leonesa. “Después de años de exhumaciones elegimos esos dos casos porque el asesinato de una mujer embarazada y de su hijo tenía el significado de querer borrar de la historia la vida de los hombres y las mujeres que construyeron nuestra primera democracia durante la Segunda República”, explica la ARMH en un documento remitido en 2008 al Ayuntamiento de Ponferrada, al que ha tenido acceso este periódico.
La respuesta fue crear el monumento de la Victoria de Samotracia, que, según decía el entonces alcalde (PP), representaba a las víctimas de la violencia. El día en que se inauguró, el Ayuntamiento de Ponferrada solo invitó y atendió a una víctima de ETA, “menospreciando a las víctimas de la dictadura”. “Desde entonces, hemos seguido pidiendo un espacio para Jerónima y Fernando”, explica a eldiario.es el presidente de la ARMH, Emilio Silva.
En agosto del 1936, algunos falangistas tiraron la puerta abajo y los sacaron de casa. A ella le dispararon varios tiros en el vientre -parece que estaba embarazada, aunque no se puede confirmar documentalmente- y al niño lo lanzaron al aire y lo tirotearon. Son los testimonios orales de aquellos que se encontraban en la zona y que los memorialistas han recogido durante más de una década. “Estuvieron expuestos para que su padre, Isaac Pérez Cabo, viese el panorama”, asegura Santiago Macías, escritor, a eldiario.es. “En el homenaje que realizó la ARMH cuando inhumaron los restos, alguno recordaban cómo un oficial del Ejército nazi llegó a Ponferrada, se quedó parado viendo los cadáveres de Jerónima y Fernando, preguntó por el jefe de división y lo reprendió”, asegura Silva.
El asesinato de Jerónima y Fernando quedó impregnado en la memoria de muchos ponferradinos, que décadas después todavía recordaban esta ejecución extrajudicial, de la que no queda constancia en los registros. Los abuelos recordaban la historia de Jerónima y su hijo; pero poco se podía investigar sin documentación, porque los falangistas no los inscribían y muchas veces los familiares no se atrevían a ir al registro.
Isaac relataba toda su historia en una carta que Macías encontró en su carpeta, junto al documento del consejo de guerra que le hicieron en Santander, cuando fue enviado al frente. “En la misiva cuenta se se quedó 'horrorizado' al encontrar tiroteados a su mujer y su hijo”, explica.
Eran muchos los cuerpos que pasaban días en la carretera, a la intemperie, como “hitos del miedo”, de forma “aleccionadora”. “No había ningún límite a la violencia, ni las mujeres, embarazadas, y los niños estaban seguros. Todo para multiplicar el terror”, justifica el presidente de la ARMH. De esta manera se lanzaba un mensaje: “los que no están con nosotros, pueden acabar ahí, asesinados”.
No solo Jerónima y Fernando fueron asesinados a sangre fría. De la misma forma mataron a los padres de Isaac, Demetrio (jornalero) y Visitación, sin filiación política, sus hermanos Demetrio y Victorino (ambos jornaleros y afiliados a UGT sin cargo) y su cuñado, Salvador (jornalero). “Los mataron a casi todos”.
“Era gente asesinable, no había consecuencias penales”. Pudo ser por no haber ido a misa, por haber acudido a un mítin ajeno al Movimiento Nacional o por envidias, asegura Silva. “Tenían que ser contrarios al golpe, aunque no estuvieran afiliados”.
En el consejo de guerra, Isaac fue condenado a 30 años de cárcel. Salió antes, pero a su vuelta a Ponferrada, todavía era señalado y fue detenido en un par de ocasiones. Decidió que tenía que marcharse y se trasladó a Pedrún de Torío (al norte de León), donde volvió a casarse y tuvo un hijo, quien conservó en su memoria la historia de Isaac, Jerónima y Fernando y una foto de los dos últimos, poco antes de ser ejecutados extrajudicialmente.
Investigando en busca de los restos de Jerónima y Fernando, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) dio con un vecino que creyó recordar dónde les había enterrado la familia, en un patio interior. Habían colocado una losa de hormigón para que nadie excavara accidentalmente, “y en seguida aparecieron los zapatitos de Fernando y unos poquitos restos óseos, debido a la acidez del terreno”. También localizaron una medalla con forma de cruz, según refleja el informe de la exhumación de la ARMH.
Después, entregaron los restos a la familia, algunos de cuyos miembros descubrieron toda la historia a raíz de la investigación.
Para que la historia de Jerónima y Fernando no quede en el olvido, el Ayuntamiento de Ponferrada instalará una placa. Por ellos y por todas las víctimas de la guerra civil y del franquismo en El Bierzo.