El Camino de Santiago se estaba poniendo de moda con el célebre Xacobeo de 1993. España, que venía de los fastos de 1992, estaba cambiando a pasos agigantados. El éxodo rural se estaba acelerando. “Foncebadón está muerto o morirá muy pronto”, escribió entonces en El País Julio Llamazares al hilo de un episodio tan curioso como su protagonista, María, que es la que ahora acaba de morir tras defender entonces armada con un palo y piedras las campanas de la iglesia del pueblo.
Llamazares atinó al presagiar la defunción de los pueblos, aunque no al augurar el contexto de la muerte de María. “Cuando las campanas doblen por ella, posiblemente un día de nieve y de ventisca”, escribió entonces. Fue, sin embargo, en medio de una ola de calor cuando falleció esta mujer que se convirtió de algún modo en un icono de resistencia rural en la provincia de León.
Cuentan las crónicas que en 1993 el Obispado de Astorga quiso llevarse las campanas de la iglesia de Foncebadón, que amenazaba ruina, para evitar riesgos cuando ya se estaba convirtiendo el paso en un reguero de peregrinos. María recibió a la expedición episcopal subida al tejado, armada con un palo y piedras y con un argumento de plena actualidad ahora que el fuego asola la provincia: las campanas le servían, a falta de teléfono, para avisar a los vecinos del entorno si se declaraba un incendio forestal en el pueblo.
Con fama de ser “un tanto arisca” (en palabras de Julio Llamazares), a María no le falto socarronería cuando uno de los curas desplazados le hizo notar que las campanas ni siquiera tenían ya badajo y le contestó que habría que tocarlas con el del religioso. Nacida en Ambasguas de Cabrera, en el municipio de Encinedo, allí fue enterrada a los 97 años de edad.