Las salas de cine de la provincia leonesa están sufriendo serias dificultades económicas. Aunque se han eliminado la mayoría de las restricciones por la pandemia en las salas de cine, los responsables de los cines rurales de la provincia aseguran que las cifras de recaudación y espectadores quedan muy lejos de asemejarse a las obtenidas en 2019.
José María Casado, gerente del cine Paramés de Santa María del Páramo, afirma que de media en los fines de semana este año se han ocupado 70 butacas, en un cine de una sala con 300 localidades disponibles. Esto significa que el cine Paramés no ha llegado este año al 5% de ocupación en ningún fin de semana. Hay que tener en cuenta que debido a que el nivel de alerta en Castilla y León es de riesgo controlado, no hay un límite de aforos en cines desde el 24 de septiembre de este año. El cine Mary y el Paramés pudieron reabrir durante los meses de verano de 2020. “En 2019 un domingo a las ocho de la tarde venían entre 80 y 100 personas al cine, ahora solo hay unas 30”, asegura Casado.
Según las cifras oficiales, los cines rurales han ido resistiendo durante la pandemia. Según el boletín de 2020 del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, ningún cine cerró permanentemente en la provincia leonesa, aunque la situación es tan extrema que los cines están empezando a planteárselo. Es el caso del cine Paramés: “Este cine va a abrir navidades, puentes y verano si las cosas siguen así. Ya me he planteado cerrar este fin de semana. No deberíamos estar abiertos”, afirma Casado.
Para Luis Miguel Sánchez, del cine Mary de Cistierna, “es casi un milagro que estemos abiertos”. La subida del precio de la luz y de combustibles como el gasoil, con el que calientan las salas, ha supuesto que los pocos beneficios que han registrado este año se destinen enteramente al mantenimiento de los cines. Desde el cine La Dehesa de Ponferrada, Jesús Álvarez, responsable de programación, asegura que les ha afectado mucho la subida del precio de la luz: “El cine es todo luz, nos cuesta mucho dinero, pero nosotros no lo hemos aplicado al coste de la entrada”. El precio de la entrada en los cines rurales no llega a los 7 euros los días sin promoción, cuando en los cines Odeón el precio estándar es de 7,80 euros.
Comparte su opinión José María Casado, que reclama a las administraciones que ayuden a los cines rurales: “El Ayuntamiento se tiene que preocupar por fijar la población, ayudando a la cultura. Si nos diesen subvenciones para pagar el gasoil ya nos las arreglábamos”. Desde el cine Mary de Cistierna reafirman esta demanda: “Los cines de los pueblos tienden a desaparecer a menos que nos ayuden los Ayuntamientos”.
Jesús Álvarez defiende la utilidad del cine en la lucha contra la despoblación: “El cine es una actividad cultural y de entretenimiento, hay que llevarlo a sitios rurales porque el cine enriquece mucho a los pueblos y genera puestos de trabajo”.
Para Luis Miguel Sánchez unos de los motivos por los que los espectadores no han vuelto a las salas es por el miedo al covid-19 y por las plataformas streaming: “La gente sigue teniendo miedo, y han perdido el contacto. Se han acostumbrado a ver cine en el salón desde plataformas, pero no es lo mismo que venir al cine a ver una película”. “La gente necesita ir al cine para socializar, y el cine es seguro”, subraya Álvarez.
En los cines urbanos, como el cine La Dehesa de Ponferrada, con un número de salas muy superior a los demás, los espectadores han bajado respecto al año 2019 entre un 30 y un 40%. A pesar de estas cifras, en estos cines se muestran optimistas, han apreciado una ligera recuperación: “Aunque la recuperación sea lenta, el cine se recuperará”, afirma, positivo, Jesús Álvarez.
Cuentan con que, con los estrenos de los próximos meses, los espectadores vuelvan a las salas y la situación económica mejorará.