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Un paseo por las vías de un ferrocarril del siglo XIX: Salamanca recupera 17 kilómetros entre puentes y túneles sobre las Arribes del Duero

El Camino de Hierro.

Alba Camazón

18 de abril de 2021 16:40 h

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Las vías del tren de La Fregeneda, en Salamanca, llevan décadas abandonadas. A orillas del río Águeda una obra de ingeniería ferroviaria atraviesa el Parque Natural de Arribes del Duero: el tren que conectaba España y Portugal desde finales del siglo XIX -en la época de Alfonso XIII- y que tuvo de clausurarse en 1984 por “falta de rentabilidad económica”. Durante décadas, estas vías han sido objeto de rutas de senderistas, pero la próxima semana 'reabre' sus raíles tras la adecuación de la vía y su adaptación para que los turistas puedan pasear de forma segura.

A partir del próximo 23 de abril se podrá recorrer el último tramo de la antigua línea férrea La Fuente de San Esteban-­Barca D'Alva que unían Salamanca y Portugal, atravesando 20 túneles y 10 puentes metálicos, algunos de la misma escuela que Eiffel, aunque este ingeniero francés nunca llegó a pisar Salamanca. 

El recorrido consiste en un camino lineal de 17 kilómetros, que va desde la estación del tren de La Fregeneda (Salamanca) hasta el muelle de Vega Terrón, en la frontera con Portugal. Después del trayecto, los viajeros podrán utilizar un medio de transporte habilitado para volver al punto de inicio. Además, hay una ruta más corta (8 kilómetros ida y vuelta) para quienes así lo prefieran.

Los túneles excavados en la montaña y los puentes que se encuentran, en algunos casos, suspendidos en los desfiladeros, bordean río Águeda antes de su desembocadura en el Duero, por lo que aquellos que tengan miedo a las alturas deben estar avisados antes de iniciarse en esta ruta, que tiene una pendiente del 2% hacia abajo: pasa desde los 518 metros de altitud en la estación de La Fregeneda hasta los 188 metros en el Puente Internacional.

Durante décadas, este Bien de Interés Cultural estaba 'protegido' pero no cuidado. La vegetación ocupaba la plataforma de la vía y las estaciones, puentes y túneles se degradaban por el paso del tiempo, el vandalismo, los incendios y la falta de inversiones en su mantenimiento. La asociación de frontera por una vía sostenible, Tod@vía, ha organizado en los últimos años batidas para limpiar la zona y asegurar la seguridad en, por lo menos, los primeros kilómetros de la ruta.

La Diputación de Salamanca ha invertido más de 1 millón de euros en este proyecto, que a partir de ahora gestionará la empresa Tragsa, que se encargará de la gestión integral de este recurso turístico por un periodo de dos años, además de su explotación turística y el mantenimiento básico de las instalaciones.

La historia de un tren de finales del siglo XIX

El tren de La Fregeneda-Barca D'Alva operó desde 1887 después de cuatro años de obras, fiestas de alta sociedad salmantina y francesa y de epidemias por la insalubridad de los hacinamientos de los obreros.

La comarca es “más bien pobre” y carecía de instalaciones adecuadas para recibir una población de trabajadores que en algunos momentos sobrepasaba los dos mil. Los trabajadores venían de Portugal, Galicia y Extremadura a un proyecto impulsado por empresarios e ingenieros franceses y portugueses. Muchos de los obreros eran “prófugos y vulgares delincuentes” a los que buscaba la Guardia Civil, mermada en un paso fronterizo como el que había en la zona.

El periodista Enrique de Sena estudió a mediados de los 80 los acontecimientos que rodearon al tren de La Fregeneda durante su construcción. En la Revista Trimestral de Estudios de 1985 profundizaba en este tren, que ocasionó “graves problemas sociales y sanitarios”.

Las obras empiezan el 31 de agosto de 1883: la prensa nacional envía redactores para anunciar el inicio de los trabajos, explosiones incluidas de los barrenos (1.480), sin víctimas, que se sucederían en los siguientes meses. A mediado julio de 1884 llegan a Salamanca alarmantes noticias de que muchos trabajadores mueren por paludismo y otras infecciones intestinales. En ese momento, trabajaban 636 peones en el movimiento de tierras; 367 albañiles, en obras de arte, puentes, arcos y otros 457 en los túneles. El resto, hasta casi dos mil trabajadores, se dedican al transporte y actividades complementarias, relata De Sena.  

El gobernador civil envía a un médico que ve cómo dos cadáveres yacen en el corral del pueblo porque no hay espacio suficiente en el cementerio. “Inmediatamente reúne al Ayuntamiento, al juez y al párroco y con el médico de la localidad, salen al campo. Eligen un lugar para construir un cementerio. Advierte a las autoridades locales que no podrán plantearse inconveniente alguno respecto de la propiedad del solar, tasación y pago del mismo y ordena al cura que inmediatamente bendiga el terreno al tiempo que unos obreros proceden a cavar las sepulturas. En aquellas horas muere otro trabajador y deja dispuesto el doctor Cebrián que por la mañana comiencen a construir las tapias del camposanto. Ese es el cementerio que hoy está en servicio en La Fregeneda”, recopila De Sena.

El médico responsable, que años después sería el padre de Dolores Cebrián -profesora y una de las figuras más destacadas de la pedagogía moderna-, ventila el espacio saturado en el que intentan atender a todos los enfermos y organiza una enfermería hospital en un almacén de productos agrícolas a la que trasladarán a los enfermos convalecientes.

Tampoco hay en La Fregeneda un depósito de agua potable, y el agua de los pozos está expuesta a la contaminación. Los trabajadores se hacinan y el doctor Cebrián propone al gobernador civil y a la compañía francesa la suspensión de los trabajos hasta que terminara el calor estival y estuvieran terminadas las enfermerías. El gobernador civil ordenó la paralización de los trabajos, pero muchos obreros se quedaron en la zona, donde hubo encontronazos con algunos vecinos de La Fregeneda.

En el periódico salmantino 'El Adelanto', un periodista afirma que los provocadores son casi siempre los vecinos de la zona, que miran “con odio injustificado a unas gentes que lejos de causarles perjuicios les están proporcionando ventajas sin cuento”, como el incremento del precio del alojamiento o los alimentos. “La Compañía de cazadores de infantería, se ve y se desea para mantener el orden. Y el gobierno, el Estado, con la mecánica de su administración no pierde ripio. Inmediatamente abre una Administraci6n de Lotería”, relata De Sena, que reprocha lo “cortos de miras” que fueron empresarios españoles de la época, puesto que los extranjeros financiaron “gran parte” de las construcciones ferroviarias españolas. Las compañías foráneas “construyeron líneas y luego escatimaron la inversión en el entretenimiento y mejora de los servicios”, por lo que pronto muchos trenes vivieron “un lamentable abandono”.

Un abandono que ha acompañado a las vías del tren también durante varias décadas hasta ahora. Su rehabilitación permitirá potenciar el turismo en las Arribes del Duero a partir del próximo 23 de abril, cuando se pueda recorrer a pie el trayecto que hace más de un siglo, decenas de pasajeros recorrían en un tren.

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