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La plaza Mayor de Salamanca luce su nuevo medallón en homenaje a Alfonso IX de León

Inauguración del nuevo medallón de Alfonso IX de León en la plaza mayor de Salamanca

EFE

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La plaza Mayor de Salamanca luce desde este viernes su nuevo medallón en homenaje a Alfonso IX de León, quien sentó las bases de la Universidad de Salamanca en 1218. Tras tres meses de intenso trabajo escultórico a la intemperie, se ha retirado el andamiaje en un acto protocolario presidido por el concejal de Fomento, Fernando Carabias.

Este es el séptimo medallón que el escultor madrileño Óscar César Alvariño talla en la plaza Mayor: son obras suyas también los de Miguel de Unamuno (1986); Elio Antonio de Nebrija (1992); Fernando VII (2005); Alfonso XIII (2005); La Primera República (2005), y D. Juan de Borbón (2005).

Alvariño acostumbra a trabajar en su estudio de 150 metros cuadrados en la sierra madrileña, pero los últimos tres meses ha estado tallando sobre un andamio el medallón de Alfonso IX bajo los rigores climáticos y acústicos de la concurrida plaza Mayor de Salamanca.

Es la séptima vez que lo hace, pero la última fue en 2005 y “la plaza ha cambiado mucho”, contó a mediados de julio en una entrevista con EFE, cuando quedaban sólo dos semanas para que concluyera esta obra que perdurará en el corazón de la ciudad.

El medallón conmemora los 800 años de la Universidad de Salamanca, fundada por el rey de Alfonso IX de León en 1218, y se suma a los 66 ya labrados en las enjutas de los arcos de una plaza barroca que todavía tiene 21 vacíos.

“He notado la plaza mucho más contaminada acústicamente que en ocasiones anteriores. Ahora es muy constante el turismo, antes el ruido iba por horas, la del vermú, la del café”, comentó entonces el artista.

Y añadió: “Los comercios han cambiado, ahora hay muchos dedicados a todo lo rápido, al consumo rápido. Hay colas en los soportales para comprar helados, por ejemplo. Es una plaza más infantil, en el sentido de que hay más ruidos y gritos”.

La importancia del silencio

El silencio es muy importante para un escultor, pero un silencio natural, no fabricado con auriculares. “La escultura exige concentración, aislarte del entorno, pero yo no trabajo cómodo con auriculares u oyendo música. Tienes que estar oyendo el sonido de la piedra cuando la estás tallando, el sonido es una guía”.

También lo son el resto de sentidos, como el olfato y la vista. La luz incontrolable de una plaza es otra de las dificultades a las que se enfrenta Alvariño (Madrid, 1962) cuando esculpe los medallones en Salamanca.

“Trabajar en un andamio es incómodo para algo de precisión y complejo como esto. La luz natural no la puedes controlar como una luz dirigida en un taller. La plaza es un lugar multiocupacional a todas horas, trabajas con calor, con lluvias torrenciales, con ruido brutal, luz demoledora”, describe.

De Unamuno a Alfonso IX

Alvariño es madrileño pero su vínculo con Salamanca se tejió a través del escultor Ignacio Villar, quien le ha ido informando de los concursos públicos para ir rellenando los medallones que adornan los arcos característicos de la plaza barroca de Salamanca, considerada una de las más bellas del mundo.

En cada obra, Villar es su “copiloto”. “Trabajamos en equipo sobre todo a la hora del sacado de puntos, cuando vamos tomando los puntos más significativos del modelo de escayola con un sistema de reglas y un engranaje mecánico; para trasladarlo y que nos dé la medida en la piedra”, describe.

Y prosigue la explicación técnica: “La piedra ya está ahí, es un bloque colocado cuando se construyó la plaza. Se trata de trasladarlo con la mayor precisión y ese es el momento de hacer alguna modificación si fuese necesaria”.

Cuando el taller es un bien de interés cultural: la plaza Mayor

Es la séptima vez que Alvariño se sube a un andamio en el corazón de Salamanca, pero nunca deja de impresionarle el hecho de trabajar en un Bien de Interés Cultural como es la plaza mayor de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.

En su taller de Manzanares del Real los techos son muy altos, de 7 metros, la única ventaja del estudio que no echa de menos en Salamanca, donde manejar la luz es duro pero techo más alto que el cielo no se encuentra.

Sin todos los instrumentos y comodidades de su taller, Alvariño está muy contento con el resultado de su último medallón, al que describe como una obra con rasgos “renacentistas y barrocos”, “con un gran respeto al entorno”. 

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