Leo, Fito, Cuba, Dana y Gacha comparten mucho más que cuatro patas y ladridos. Detrás de cada uno de estos perros hay una historia. A unos les abandonaron en una carretera; a otros los colgaron. Las cicatrices que rodean sus cuellos son los últimos vestigios del dolor incluso una década después. Muchos son galgos, pero otros perros no. Como Gacha, que fue entrenada para las peleas de perros; y Cuba, que fue robada a su dueña para utilizar a la perra para parir cachorros y venderlos. En contra del maltrato animal y la caza se han manifestado más de un centenar de personas en el centro de Valladolid junto a sus perros.
“Frente a quienes, con falsedad, esconden su interés económico y lo visten de tradición, deporte, cultura y hasta de defensa del medio ambiente; nosotros preferimos llamar a las cosas por su nombre. La caza es negocio, muerte, sangre, tortura, machismo, deterioro de la naturaleza, atentado contra la vida salvaje, símbolo del abandono del medio rural, el peor de los clasismos, ruidos de disparos criminales donde antes dominaba el silencio...”, ha proclamado el representante de la plataforma No a la Caza, David Aguado.
Los manifestantes también han exigido una ley más dura hacia aquellos que maltratan animales como el hombre que le partió el cráneo a su perra y la arrastró de la bola de remolque de su coche aún con vida. El Juzgado de lo Penal de Zamora lo condenó a nueve meses de prisión y cuatro años de inhabilitación para la tenencia de animales, algo “insuficiente” para muchos.
Desde la asociación Patitas Callejeras, Marian Llorente ha denunciado la “total impunidad” que hay hacia los cazadores y ha lamentado que el maltrato o asesinato del animal “no esté castigado”. Esta animalista ha calculado que cada día llegan cinco o seis perros con el fin de la temporada de caza, una afluencia para la que no cuentan con suficientes medios. Muchos de esos animales son enviados a otros países como Alemania o Bélgica, donde están “mucho más concienciados en la adopción”.
Así, este grupo de personas han salido de la plaza España (en obras) y han llegado hasta la plaza Mayor al grito de 'No es el siglo I, es el XXI' o 'Ni ciervo cazado, ni perro torturado'. Vicky y su hermana María José llevan veinte años manifestándose a favor de los derechos de los animales como sus perros Dana, Poker y Gacha. Vicky lamenta que los galgos sean “abandonados permanentemente” y asegura que salir al campo con los perros es “un riesgo” y supone “exponerte a que te lleves un tiro”.
“Las armas no me gustan nada”, sentencia Vicky, que recuerda los problemas que tuvo Dana al principio para acostumbrarse a su nueva familia. “Estaba colgada de un árbol cuando la salvó una protectora. Es una de las víctimas de la caza”, subraya su dueña. Después de este episodio, la galga tuvo mucho miedo a la gente durante un periodo de adaptación, hasta que se acostumbró de nuevo a tener personas alrededor.
Desde la asociación La Victoria de los Gatos también afean que se abandone a muchos perros cuando dejan de ser “útiles”. “Para ellos no deja de ser un útil de trabajo”, explica Vicky. La Plataforma No a la Caza lamenta que la caza con galgos “une la muerte de los animales transformados en presas con el tormento perpetuo de los que se usan como meros utensilios”. “Los primeros son convertidos en trofeos; los segundos, heridos, abandonados, mellados y eliminados en el peor de los supuestos. Por el capricho cruel de unos pocos humanos”, sentencia la plataforma, que se ha movilizado en otras partes de España, entre las que se encuentran Burgos, Segovia, Salamanca y León.