Cuando la violencia machista no termina con la muerte de la víctima: a juicio el asesino que quiso matar a su suegro
Mónica Berlanas fue asesinada por su marido Jonathan D. L. F. en octubre de 2016. Vivía en Arévalo, tenía 32 años y dos hijas pequeñas de 1 y 3 años en ese momento. Pero la violencia machista de su agresor no terminó con su asesinato. Cuatro años después de que Jonathan matara a Mónica, que se estaba separando de él, la “pesadilla” continúa para la familia de la víctima. El próximo 30 de junio se celebrará un juicio en el que la Fiscalía pide al hombre cinco años de cárcel por proponer el homicidio de su suegro y de un amigo de la mujer. La familia de Mónica solicita siete años de prisión por intento de asesinato.
Jonathan fue condenado en 2019 a 25 años de prisión por el crimen de Mónica, pero durante la prisión preventiva, en 2016, propuso a otro preso, presuntamente, matar a su suegro y a un amigo de Mónica a cambio de una suma de dinero. Jonathan contactó con el preso asignado para acompañarle durante el programa de prevención de suicidios, con quien, presuntamente, se intercambió cartas en las que proponía los asesinatos.
Este 30 de junio prestará declaración el padre de Mónica. “Ese día nuestra familia acudirá al juicio a prestarle todo nuestro apoyo y cariño, y a decirle al asesino, de manera silenciosa, sólo con nuestra presencia, que estamos más unidos que nunca, y que lucharemos y llegaremos hasta donde sea necesario para hacer justicia y que cumpla las penas íntegras y para que la muerte de Mónica no quede jamás en el olvido”, dice la familia.
La familia también reclama que el acusado no tenga ningún beneficio penitenciario porque considera “evidente” que Jonathan no tiene “ni arrepentimiento por el daño infringido, ni posibilidad alguna de reinserción en la sociedad”. “Tras la gravedad de estos hechos, solicitaremos el aumento de la orden de alejamiento de nuestra familia y las niñas de 500 metros a 10 kilómetros, puesto que la seguridad de todos los miembros de la familia puede ser vulnerada”, informan.
Con 500 metros, el progenitor de las menores podría vivir en el mismo pueblo que las niñas (Nava de Arévalo, de poco más de 700 habitantes), algo que la familia pretende evitar a toda costa. “De la justicia esperamos lo máximo que le pueda caer, y sobre todo que no tenga permisos penitenciarios y que aumenten el alejamiento”, solicita María, la hermana de Mónica.
“No podemos estar tranquilos”
La hermana de Mónica explica a eldiario.es cómo están viviendo los días previos al juicio: “Lo estamos viviendo con mucho miedo, ya no podemos estar tranquilos ni siquiera estando el asesino en la cárcel. No nos ha dejado pasar el duelo con tranquilidad porque sigue queriendo hacer más daño, y así es imposible avanzar”.
La familia de Mónica vive “en constante alerta” porque no se siente “a salvo” ni siquiera cuando el asesino de Mónica está entre rejas. “Queremos que esta pesadilla finalice y que todo el peso de la ley recaiga sobre este asesino, que tras asesinar a la que fuera su mujer delante de las pequeñas, no dudó en continuar con su cruzada particular contra nuestra familia”, lamentan los más allegados a Mónica a través de un comunicado.
María asegura que “por supuesto”, el “dolor” que sufre la familia no ha terminado con el asesinato de su hermana ni con la asistencia psicológica que necesitan sus sobrinas. “Esto es para toda la vida. Nos ha hundido”, lamenta María, que insiste en que son las niñas quienes hacen a la familia “continuar”. “Pero esto no se olvida ni tan solo un día...”, asevera.
25 años de prisión
El caso del asesinato de Mónica Berlanas llegó hasta el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, institución que confirmó sustancialmente la sentencia dictada por la Audiencia de Ávila. En septiembre de 2019, el Alto Tribunal autonómico prohibió al condenado acercarse a sus hijas y a sus abuelos y tíos maternos.
La sentencia en firme del TSJ redujo la orden de alejamiento a las dos hijas a 500 metros. La Audiencia provincial había prohibido al condenado que viviera en el pueblo de las niñas o en cualquier municipio que estuviera en un radio de 10 kilómetros, una demanda que reitera la familia de Mónica.
Durante el juicio de la Audiencia Provincial, celebrado en audiencia pública y con un jurado popular, los forenses descartaron que Jonathan D. L. F. tuviera algún trastorno de la personalidad. El hombre realizó un “relato frío de los hechos” y no tenía una “conducta impulsiva”, ya que “sabía perfectamente que estaba haciendo el mal”. Otro de los forenses aseguró durante el juicio que el ya condenado “no presentaba arrepentimiento” por lo que había hecho.
Los forenses que participaron en el proceso descartaron que Jonathan tuviera un trastorno mental o un arrebato cuando asesinó a Mónica, algo que tenía previsto “en su mente en días previos”. “Se trataba de una persona fría, que no mostraba arrepentimiento, agresivo, desconfiado, no admitía que se le contradijera”, indicaban los forenses y recoge la sentencia. A uno de los forenses, Jonathan le dijo “que no se había podido aguantar, porque se la estaba pegando con otro”.
“La consideraba un objeto”
Jonathan D. L. F. “tenía intención de matar y porque sabía que ella salía con una tercera persona y no estaba conforme con dicha relación, quedando probado el elemento subjetivo de la alevosía”, señaló la sentencia de la Audiencia provincial de Ávila que le condenó a 26 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía, con la agravante de parentesco y la agravante de género y un delito de lesiones en el ámbito familiar.
Jonathan D. L. F. mató a Mónica en presencia de su hija mayor. Los magistrados afirmaron que Jonathan consideraba a Mónica “como un objeto del que podía disponer a su antojo y que nada podía hacer sin su consentimiento”. “A pesar de que ya no tenían relación de convivencia le prohibía salir con terceras personas, como si fuera de su propiedad”, relata el juez.
Cuatro años después de ese asesinato y apenas un año después de que se celebrara el juicio por el asesinato de Mónica, pervive la huella de la violencia machista en su familia. Sus hijas ya tienen 7 y 4 años y la mayor todavía tiene secuelas por jaber presenciado el crimen.
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