INVESTIGACIÓN

20 años de “terror” en el laboratorio: el “abuso de poder” de un catedrático de la Pompeu Fabra a sus investigadoras

Pol Pareja

8 de marzo de 2023 22:50 h

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“Rafa te está buscando”. La frase generaba pavor entre los empleados de Neurophar, el laboratorio de Neurofarmacología de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y considerado uno de los más prestigiosos de Europa. Desde 1999, está liderado por Rafael Maldonado, un aclamado catedrático al que casi una veintena de investigadoras e investigadores acusan de “abuso de poder” y “de acoso laboral” durante los últimos 20 años. 

La gestión y el carácter de Maldonado, explican 17 antiguos empleados, ha generado en el laboratorio un “clima de terror” —tres de ellos lo definen como “clima de coacción”— que ha conllevado al menos cuatro bajas laborales por ansiedad y depresión, ataques de pánico y varios jóvenes con un expediente brillante que acaban abandonado la investigación tras la experiencia sufrida. A algunos se les prescribieron ansiolíticos y antidepresivos y media docena de ellos siguen a día de hoy bajo tratamiento psicológico, según ha podido comprobar elDiario.es. 

Cuatro investigadoras denunciaron la situación a la Oficina de Prevención de Riesgos Laborales de la Pompeu Fabra el pasado 31 de enero. Cuando se hizo público al cabo de unas semanas, el centro reivindicó su “compromiso” con “los casos de acoso de cualquier tipo” y abrió un expediente disciplinario al catedrático, que sin embargo sigue acudiendo a diario a su puesto de trabajo.

Las entrevistas y documentos obtenidos demuestran que la universidad conocía lo que ocurría con ese catedrático al menos desde diciembre de 2017. También que el centro ha recibido diversos avisos durante el último lustro y nunca ha actuado. Los testimonios indican que el “abuso de poder” de este catedrático llevaría ocurriendo al menos dos décadas.

El laboratorio, que emplea a una treintena de personas, obtiene sumas millonarias de dinero público

“Hay un procedimiento en marcha que la UPF espera que se resuelva lo antes posible, con todo el rigor y con garantía de los derechos de todas las partes afectadas y sin ningún tipo de interferencia”, responden desde la universidad. “El compromiso de la UPF con cualquier forma de acoso es absoluto y permanente”, añaden. El catedrático Rafael Maldonado no ha querido hacer ninguna declaración.

El laboratorio, que emplea a una treintena de personas, obtiene sumas millonarias de dinero público. En los últimos años ha sido subvencionado con más de dos millones de euros por parte del Ministerio de Ciencia e Innovación y el de Sanidad, a lo que hay que sumar dos millones más de fondos europeos y decenas de miles más que aportan la Generalitat y la propia UPF. Neurophar también ha recibido donativos particulares a través de La Marató de TV3 o de la Fundació La Caixa.

Durante las últimas semanas, elDiario.es ha podido revisar medio centenar de correos electrónicos, grabaciones de reuniones y llamadas, documentación judicial y ha entrevistado a casi una veintena de personas que trabajaron varios años con este catedrático, considerado una eminencia internacional en la investigación en adicciones y dolor.

Entre los entrevistados hay antiguos miembros de su equipo con responsabilidades en el laboratorio y también estudiantes de doctorado, de máster y de postdoctorado que pasaron varios años en el centro. Algunos estuvieron en Neurophar hace 20 años, otros en la última década y otros en el último lustro. 

Casi todos hablan de “abuso de poder” y de un “clima tóxico” que ha tenido consecuencias psicológicas notables en algunos de ellos. Los entrevistados han solicitado anonimato por miedo a las consecuencias que pueda tener su testimonio en su carrera profesional. Esta redacción ha contrastado sus relatos con fuentes documentales y terceras personas.

Algunos admiten que solo con el tiempo se han dado cuenta de que el trato que aguantaron era inaceptable. “Te pilla en una etapa muy frágil, justo al salir de la universidad”, coinciden varios de los investigadores. “No tienes ninguna experiencia laboral en ese ámbito y asumes que tal vez sea la norma”.

Una buena parte de los que sufrieron los ataques de este catedrático dejaron la investigación científica. Dos investigadoras recientes ganaron el premio extraordinario de doctorado y renunciaron a seguir en el sector debido a la mala experiencia en este laboratorio. Ambas acabaron con trastornos de ansiedad diagnosticados. Una de ellas ha denunciado a Maldonado a la UPF. 

Otro investigador dejó su doctorado en el cuarto año, harto del “ambiente tóxico” que se vivía en el lugar. Una doctoranda becada –que ha rechazado participar en el reportaje– también renunció durante su primer año asustada del trato recibido. Diversos trabajadores también han abandonado Neurophar recientemente por culpa del ambiente en su interior, sostienen las fuentes consultadas. 

Amenazas, burlas y humillaciones

Los entrevistados sitúan los abusos de poder en dos entornos. El primero de ellos era el despacho del propio Maldonado, donde los investigadores explican que en privado solía amenazar y humillar a su personal. Todos aseguran que desde fuera se escuchaban los gritos y era habitual ver salir a personal llorando de la sala.

“Te humillaba, te menospreciaba, e incluso imitaba tus gestos en tono de burla”, sostiene una de las entrevistadas. “Entrar a su oficina era equivalente a salir deshecha, con la autoestima por los suelos”, apunta otra investigadora que estuvo en Neurophar entre 2013 y 2017.

El segundo entorno comprometido, explican los entrevistados, eran los lab meetings, unas reuniones periódicas de todo el grupo en las que algunos investigadores eran designados para presentar los avances en sus proyectos.

“Utilizaba los lab meetings para amedrentar y castigar a los que tenía en su lista negra”, sostiene una investigadora que estuvo en el laboratorio entre 2010 y 2016. “Era muy habitual ver a gente llorando tras la reunión”, añade otro entrevistado.

Los 17 entrevistados coinciden en que Maldonado elegía quién hablaba en esas presentaciones en función de a quién quería castigar. “Él siempre tenía una víctima con la que se ensañaba”, apunta una de las investigadoras entrevistadas.

Una estudiante de doctorado asegura que la amenazaba por el pasillo. Esta doctora se encuentra a día de hoy inmersa en una depresión, está bajo tratamiento psicológico y ha denunciado internamente al catedrático a la UPF

Una estudiante de doctorado asegura que la amenazaba por el pasillo. “No te relajes que todavía estoy pensando cuál va a ser tu castigo”, explica que le decía continuamente. Esta doctora se encuentra a día de hoy inmersa en una depresión, está bajo tratamiento psicológico y ha denunciado internamente al catedrático a la UPF.

Según su relato, su error fue depositar unas muestras en un congelador de repuesto que se acabaron perdiendo. Desde ese momento se convirtió en blanco del catedrático, que la amenazaba reiteradamente con reclamarle los 50.000 euros que, según él, había costado su error. El relato lo corroboran más de media docena de fuentes.

A solo tres meses de finalizar su beca doctoral, Maldonado se desvinculó del trabajo de esta investigadora que llevaba cuatro años dirigiendo. Le comunicó que su tesis era “mediocre” y que no se la iba a firmar, un hecho que algunos directores de tesis consultados consideran “inaudito”. Finalmente, un catedrático de otro laboratorio accedió a revisar y firmar la tesis, que superó todos los trámites y fue calificada como excelente, con mención Cum Laude.

Durante la primavera de 2021, una investigadora senior que trabajaba como project manager en el laboratorio advirtió a Maldonado de que el trato que dispensaba a una parte de su personal era inaceptable. Al cabo de poco, fue despedida por el catedrático alegando “ineptitud sobrevenida”. Denunció el caso ante la Justicia y el despido fue declarado improcedente. La UPF, sin embargo, se ha alineado con Maldonado recurriendo el fallo judicial.

Otro entrevistado asegura que Maldonado achacaba a los errores de algún investigador la falta de financiación del laboratorio. “Intentaba crear una atmósfera de odio entre nosotros”, sostiene este doctor, que estuvo entre 2012 y 2019 en Neurophar. “Quería hacer entender que por culpa de una determinada persona, todos deberíamos trabajar mucho más o no tendríamos dinero para comprar material, ir a congresos, o renovar ordenadores”.

A otra investigadora con la que estaba enemistado la humilló en público en un lab meeting por haber contraído la COVID-19. “Delante de 30 personas, me dijo que era una irresponsable, un peligro para el laboratorio y pidió a todo el mundo que me mirara para ver el ejemplo de una egoísta”, explica esta joven. “Repitió varias veces que yo no era el centro del mundo y que tenía que venir él para hacérmelo entender”. Después, le prohibió acudir durante casi un mes al laboratorio por “razones de seguridad”. 

A esta investigadora también la citó urgentemente para una reunión “presencial” estando ella de vacaciones y la amenazó cuando ella respondió que no podía acudir. También le sugirió por teléfono que se llevara su tesis doctoral a otra facultad cuando estaba a punto de acabarla (un aspecto que Maldonado después negó ante la universidad) e incluso hizo gestiones para retirarle la cuenta de correo de la UPF una vez ya había superado su tesis y tenía pendiente la publicación de un artículo.

Un estudiante de doctorado decidió abandonar su tesis durante el cuarto año, cuando le faltaban pocos meses para acabarla. Al transmitirle a Maldonado que había visto comportamientos inaceptables en el laboratorio también recibió una amenaza de su mano derecha en Neurophar, Elena Martín. “Ve con cuidado”, le dijo, según ha podido comprobar este periódico.

A otra investigadora le sugirió, para ahorrarse el coste de una cámara, que se encerrara a oscuras en una habitación de menos de un metro de ancho con varios ratones para estudiar su comportamiento. La doctoranda tuvo un ataque de ansiedad y se negó. Finalmente, otros investigadores intercedieron para que no la encerrara en esa sala, según confirman diversas fuentes.

La Pompeu Fabra y el Ministerio de Ciencia conocían lo que ocurría

La Universitat Pompeu Fabra ha ignorado durante años las quejas de “abuso de poder” y “acoso laboral” que algunos investigadores han transmitido a varios estamentos del centro, al menos, desde diciembre de 2017. También el Ministerio de Ciencia e Innovación tuvo conocimiento en noviembre de 2021 de lo que ocurría en Neurophar.

Este periódico ha podido comprobar cómo las quejas por acoso laboral llegaron al Síndic de Greuges (el defensor del alumno) de la UPF, al Departamento de Recursos Humanos, al de Riesgos Laborales y también a las direcciones del actual Departamento de Medicina y Ciencias de la Vida, así como a la dirección del programa de Doctorado en Biomedicina. Nadie actuó al respecto.

Una investigadora acudió al Síndic de Greuges en diciembre de 2017 “totalmente deteriorada” por el trato que, según ella, recibía de Maldonado. Media docena de entrevistados han destacado cómo el catedrático “se ensañaba” especialmente con ella. El defensor del estudiante le respondió que tenía dos opciones: presentar una denuncia y probablemente renunciar a su doctorado, o “aguantar”.

El Defensor del alumno, el área de Recursos Humanos y varios directores de departamento recibieron múltiples quejas de "acoso laboral" durante el último lustro y nadie actuó

En marzo de 2021, una doctoranda comunicó lo que ocurría en Neurophar a Olga Valverde, directora del programa de Doctorados en Biomedicina de la UPF. Alegando motivos personales, ésta le recomendó acudir al director del actual Departamento de Medicina y Ciencias de la Vida, David Comas, que atendió a la investigadora y escuchó lo que ocurría en el laboratorio. Tampoco actuó.

Dos investigadoras acudieron de nuevo al Síndic de Greuges el 7 de septiembre de 2021 y tampoco se abrió ninguna investigación interna. La respuesta fue que podían presentar una denuncia pero que el centro no podría “protegerlas”, señalan estas dos doctoras.

El 1 de julio de 2021, una investigadora comunicó al Área de Recursos Humanos que tenía una baja laboral debido a sus ataques de ansiedad y de pánico recurrentes. En su escrito, mencionó “los castigos desproporcionados” de su director de tesis y el “ambiente laboral extremadamente desagradable” a causa del “constante trato hostil” recibido. 

Se le respondió facilitándole el protocolo de la UPF en el que se explica cómo formular una denuncia. Al cabo de unos días le comunicaron que, al no haber recibido respuesta, daban por hecho que la situación se había solucionado. 

En noviembre de ese año, un empleado del Centro de Regulación Genómica (CRG), un centro de investigación también vinculado a la UPF, escribió al entonces director del Departamento de Medicina y Ciencias de la Vida de la universidad, David Comas. Le transmitió el “deterioro psicológico” de una investigadora que trabajaba en Neurophar y los “maltratos psicológicos” que sufría.

Comas le respondió que quería tener detalles sobre el tema y le citó a una reunión “confidencial” en su despacho el 17 de noviembre de 2021. En el encuentro, el director del Departamento le admitió que conocía lo que ocurría con Maldonado y que cuando esta investigadora acabara su tesis hablaría con el catedrático para intentar “deconstruir” su estilo de hacer las cosas.

Maldonado tiene mucho poder en la industria, obtiene grandes subvenciones y el centro que lidera cuenta con una superproducción de tesis doctorales y 'papers' que es el orgullo de la UPF.

El investigador que renunció a su beca de doctorado a punto de finalizar su tesis también transmitió por escrito al Ministerio de Ciencia e Innovación lo que ocurría en Neurophar, ya que desde ese Departamento le pidieron explicaciones sobre por qué dejaba su beca a medias. Tampoco obtuvo ninguna respuesta. 

Las cuatro investigadoras que han denunciado internamente a este catedrático se quejan de que la universidad no mostró voluntad de colaborar. La primera respuesta que obtuvieron fue que, en el caso de tres de ellas, ya hacía un año que no tenían ninguna relación laboral con la UPF y que, por tanto, el centro no podía actuar.

Los entrevistados creen también que las opciones para destapar estos casos de acoso laboral dejan todo el peso del proceso en jóvenes investigadores que deben denunciar a su director de tesis, poniendo en juego el trabajo de años de investigación o futuras cartas de recomendación que son imprescindibles para encontrar trabajo en el sector. 

Denunciarlo una vez han superado el doctorado tampoco es fácil, explican las fuentes, porque suelen quedar artículos pendientes de publicar durante el año posterior y son meses en los que se busca un nuevo empleo.

A esto hay que sumarle el prestigio que tiene Maldonado. Es editor de una de las principales revistas europeas sobre investigación en dolor, revisa artículos científicos, está muy bien conectado tanto con la industria farmacéutica como con la administración… Y, lo más importante: su laboratorio obtiene mucha financiación y cuenta con una superproducción de tesis doctorales y papers que es el orgullo de la UPF.

Tanto Valverde como Comas han preferido no hacer ningún comentario. Desde la universidad tampoco han respondido al hecho de que el acoso laboral era conocido por varios departamentos, pero reivindican la reciente actualización de su protocolo ante conductas de violencia psicológica en el entorno laboral. Recuerdan que, desde este febrero, se ofrecerá a las personas “potencialmente afectadas” la opción de hacer una “valoración preliminar, técnica y confidencial” por parte de la universidad en el plazo de 5 días sin necesidad que se presente una denuncia.

70 días seguidos trabajando y cargas “inasumibles”

Las personas entrevistadas por elDiario.es también denuncian “cargas de trabajo inasumibles” en el laboratorio, que a muchas les llevaban a tener que trabajar durante más de 70 días seguidos sin descansar un solo día, con turnos de mañana y tarde. El exceso de trabajo también se encuentra en el origen de algunas bajas laborales.

Varios testimonios denuncian que Maldonado forzaba los plazos para que los investigadores escribieran y presentaran cuanto antes sus tesis doctorales. A una de ellas le hizo escribir su tesis en un mes alegando una supuesta normativa de la universidad que vinculaba la presentación de su trabajo al fin de su contrato como investigadora. Desde la UPF le negaban que esto fuera así.

Esta investigadora, sin embargo, acabó escribiendo la tesis y varios artículos científicos pendientes en solo un mes, trabajando una media de 18 horas al día. “Las consecuencias fueron ataques de pánico diarios, pérdida de peso y la aparición de eczema por estrés”, escribió en su denuncia a la UPF. El relato sobre su deterioro físico lo corroboran otros cinco investigadores del laboratorio.

En marzo de 2021, se le diagnosticó un trastorno de ansiedad a esta investigadora y se le reconoció la baja laboral. Mientras no podía trabajar, el catedrático hizo gestiones para que presentara su tesis en una fecha incluso anterior a la que se preveía legalmente, según muestran los correos obtenidos. La investigadora acabó presentándola un poco más tarde y obtuvo el premio extraordinario de doctorado por su tesis.

Otra investigadora pasó por una situación similar. Maldonado le aseguró que solo tenía hasta el 23 de abril para depositar su tesis, mientras que desde la universidad le aseguraban que su plazo vencía el 26 de junio. “Me negué a escribir la tesis en un mes y entró en cólera”, recuerda. “Los gritos se escuchaban desde fuera del despacho”. 

A una investigadora le hizo escribir su tesis en un mes alegando una supuesta normativa de la universidad que vinculaba la presentación de su trabajo al fin de su contrato. Desde la UPF le negaban que esto fuera así

Esta doctoranda también sufrió un trastorno de ansiedad con “consecuencias físicas” que incluían “prurito, erupciones cutáneas, agotamiento y pérdida de peso” así como “pesadillas nocturnas y cambios de humor”, entre otros, que la llevaron a iniciar sesiones de terapia psicológica.

Algunas investigadoras también denuncian que les emplazó a trabajar con ratones a pesar de tener alergia diagnosticada y contar con la indicación del Departamento de Riesgos Laborales de no estar en contacto con estos animales. Ese departamento llegó a catalogar esa alergia como enfermedad profesional de una investigadora debido a la exposición crónica a los ratones dentro del laboratorio. 

Otra queja recurrente entre los entrevistados es el hecho de que Maldonado obligara a algunos investigadores a hacer experimentos para proyectos de la industria farmacéutica que no tenían nada que ver con su tesis doctoral, para la que habían obtenido una beca. En la mayoría de casos, no recibían ninguna contraprestación económica por ello.

Una decena de testimonios explican que Maldonado forzaba tanto a sus investigadores a obtener unos resultados determinados, que algunos investigadores acababan maquillando los resultados para que el catedrático no les hiciera repetir de nuevo un experimento. “Podía pedirte que repitieras una prueba tantas veces como fuera necesaria hasta obtener los datos que él creía que eran óptimos”, sostienen varios de ellos. 

Ya fuera del laboratorio y de la investigación científica, muchos de los investigadores que pasaron por Neurophar se preguntan qué habría sido de su carrera profesional si se hubiesen encontrado otro ambiente laboral y una manera distinta de trabajar. 

“A veces pienso que me hubiese gustado hacer carrera en la investigación”, señala una antigua doctoranda que otros investigadores definen como “brillante”. “Pero preferí dedicarme a otra cosa antes de encontrarme con otro Rafael Maldonado”.

Si tienes más datos sobre este caso o conoces otros similares, puedes escribirnos a pistas@eldiario.es